Hace algo más de una semana y sin previo aviso llegaba una recolección de los cortes que Nicolas Jaar (bajo su seudónimo Against All Logic) ha estado lanzando los últimos cinco años. Esta identidad del chileno, bien conocida para sus fans acérrimos, pillaría desprevenidos a los meros conocedores o a los poco informados de su carrera, a pesar de ser un proyecto afiliado a Other People (despistados entre los que me incluyo)
2012-2017 es una colección de 11 cortes basados en un uso frenético del sampleo, texturas industriales y un house de melodías coloristas y por lo general bastante accesibles. Pocas veces Jaar nos ha entregado un trabajo que suene tan cohesionado, y sobretodo tan homogéneo, con muy poca atención y grandes restricciones en las fases vocales, en las que apenas entra dos o tres veces a corear junto con algún recorte de una pieza de soul o funk. El LP hace referencia a sus obras más movidas, a Nymphs y a la música que dirige a la pista de baile, siendo incluso más suave y menos reiterativo que algunas de sus piezas más orientadas a la noche y la práctica comunal.
La primera canción destacada es la ensoñadora I Never Dream, que Pitchfork ha caracterizado como el corte más pegadizo de electrónica de lo que va de año. Guiada sobre breakbeats predecibles y una voz femenina, su reiteración no se adentra en una estructura technera, sino que su tempo es blando y su exuberante producción resulta especialmente suave. Le sigue Some Kind Of Game, bastante más acelerada e inquieta, cargada de sensaciones positivas, un teclado luminoso y toda una serie de samples florales y repletos de matices. El espíritu que acompaña todo el álbum es muy alegre. Los trabajos de Nicolas Jaar bajo este seudónimo se despegan de su faceta más experimental, oscura y extraña, deliberando cómo hacer bailar y provocar goce de una forma mucho más directa e inmediata. Y el resultado es extremadamente acertado: instrumentación potente y ruda puesta al servicio de unas sonoridades especialmente dulzonas y brillantes, que rara vez fallan o le dejan a uno quedarse parado.
Excepcionalmente en un par de cortes su sonido parece acercarse a la dureza de coetáneos como Daniel Avery, Jon Hopkins o Avalon Emerson (Hopeless). A ellos le une su trato desinhibido e inteligente del drone y las texturas más cartilaginosas y sintéticas, que le aportan un aire sobrenatural a estos temas. También sorprende el uso de I am a God de Kanye West en uno de los temas más repetitivos del largo, Such a Bad Way (que huele a The Field por lo etéreo de sus sintetizadores). Pero donde Nicolas Jaar vuelve a poner toda la carne en el asador es en Now u Got Me Hooked y su sucesora Flash In The Pan, dos canciones de un potencial bailable y una producción igualmente enormes. Poco se le puede reprochar al americano-chileno a estas alturas del disco, en la que el ritmo y el goce no han decaído ni lo hacen en lo que resta del mismo.
Nicolas Jaar ha tenido un final de 2017 y un principio de 2018 especialmente prolíficos. A el relanzamiento de una versión de Sirens se une la recolección de esta serie de singles soberbia e infecciosa que ha compartido a lo largo de los últimos años, también en sus directos y sesiones. Convirtiéndose ya desde hace dos años en una de las figuras más visibles y reconocibles de la música de baile internacional, el músico parece hacer caso omiso al ruido que está generando, entregando con la misma regularidad y originalidad canciones que resultan interesantes desde múltiples perspectivas, repletas de matices pero no por ello aristócratas.