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ABRAHAM BOBA – LOS DÍAS DESIERTO

LOS DIAS DESIERTO

No es demasiado atrevido afirmar, sin lugar a dudas, que la elegancia más sincera es la de lo sencillo. Si esta frase que acabo de inventarme tiene, como yo creo, algo de verdad, sin lugar a dudas la elegancia de Abraham Boba es de las más sinceras del panorama musical actual. Por eso, porque viene de lo sencillo. Y lo sencillo cautiva dulcemente, se instala en el inventario personal con facilidad y transmite una elegancia que se aleja de todas las poses que estamos hartos (¡hartísimos!) de ver en esto de la música alternativa nacional.

 

Dice Boba, sin vacilar y con cierta satisfacción, que con este Los días desierto, que es ya su tercer disco, se ha «pasado al pop». Antes estuvieron su álbum debut y el magnífico La Educación. Ahora tenemos esta magnífica joya de sinceridad, una especie de colección de fotos rápidas donde lo más cotidiano se convierte, sin abuso de retórica ni lírica ni musical, en pura poesía: a veces pura belleza, a veces puro dolor. Desde la colección de dimuntos «dramas» diarios de Algunas (pequeñas) verdades domésticas, de Así se vive aquí o de Cosas que duelen (la letra sigue «… y no hacen daño») saltamos hasta la felicidad pura y calmada de Como en Hollywood o de Podría haber sido peor.

 

Que la composición musical es de una calidad incomparable es algo que no sorprende siquiera a los que lo descubren ahora, con su tercer trabajo, ya que prácticamente todos saben cómo y con quiénes (Nacho Vegas, Julio de la Rosa… ) trabaja habitualmente Boba como compositor y como músico, así que estaban preparados para ello. Que su voz es dulcemente envolvente y melódica hasta el extremo también lo sabíamos todos ya, unos porque habíamos escuchado sus discos anteriores, otros porque habían oído su voz perfectamente engarzada a la de los compañeros a los que arrulla con los coros.

 

Lo que más sorprende, por tanto, es que este Abraham Boba que eligió ese apellido por voluntad propia es un auténtico bobo: un bobo tranquilo, furioso (el que no lo haya visto sobre el escenario cantando sus propias canciones debe de estar poco menos que en pecado mortal, que se sepa), sincero (niega la autobiografía, y cuesta creerlo, pero sea como sea si quiere que lo creamos lo creeremos), conciso, directo, profesional… un bobo que se pasa el día anotando todo aquello que muchos otros no saben que existe, desde las conversaciones en el metro hasta el frío y la humedad de una casa sin ascensor. Un bobo adorable y lleno de ternura, pero no por ello menos digno de admiración, y casi hasta de reverencia. Porque es muy difícil ser sencillo. Porque todos extrañamos que nos digan las cosas claras pero recubiertas de encanto. Porque ha conseguido pasarse al pop pero no conseguirá nunca desprenderse de ese halo de elegancia que lo envuelve. Porque es un profesional único que vive la música tanto como trabajo como como vocación. Porque es capaz de insertar en el disco una pista instrumental, Los días desierto, llena de «ruido» para evocar el silencio doloroso de la soledad. Porque no pretende más de lo que puede. Porque puede mucho. Porque queda poca gente que demuestre tanta emoción con tan poco (insisto: el que no lo haya visto en directo, además de estar en pecado mortal, se ha perdido cómo puede llegar a sonar su voz de estremecedora y cómo la emoción se le desborda en el brillo de los ojos cuando canta sus canciones). Porque hay que creer en lo sencillo. Porque, ahora que tengo el disco sonando de fondo mientras tecleo esto acabo de darme cuenta, llegando al final, de que parezco estar plagiando la última canción del disco que comento, Otra canción de amor. El plagio ha sido involuntario, pero aquí va uno voluntario: que viva la ingenuidad, que viva la bobería. Y que viva el que ama y no es amado, el que es amado y no ama, el que no sabe cómo dejar de amar, el que convierte lo que para muchos es material de vertedero existencial en canción que vibra de emoción, el que demuestra talento y profesionalidad a partes iguales, el que sabe reírse de sí mismo y al mismo tiempo enfurruñarse por un pequeño tropezón.

 

El que no quiera escuchar Los días desierto puede no hacerlo. Yo solamente puedo decir al respecto que allá él, que se lo pierde. Sienta tan bien desembarazarse del artificio de vez en cuando y acordarse de que lo más puro del sentimiento está en lo sencillo…

 

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS 9/10

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