InicioConciertos - ArchivoYann Tiersen y su infinito encapsulado estallan en La Riviera

Yann Tiersen y su infinito encapsulado estallan en La Riviera

Una historia que recrea lo pequeños que somos en este mundo, y todo lo grandes que podemos llegar a ser. Llegar lejos entre susurros, un ronroneo que sobresale entre una marejada de evocaciones, cerrar los ojos mientras te narran un cuento, esto es Meteorites, y tal fue la sensación que Yann Tiersen supo muy bien cómo transmitir durante esas casi dos horas de concierto.

Podríamos hacer una lista de todas las cosas buenas y malas.

Pero si no somos más que vibraciones,

¿qué más daría?

Empezar un directo con el que quizá sea el tema más especial y emocionante de su último álbum es toda una seña de osadía, pero estamos hablando de Yann Tiersen, un músico que bien puede permitirse hacer lo que le dé la gana, pues pocas veces ha dado un paso en falso en su carrera.

Con macabros ritmos de caja de música circense y efectos de sonido de lluvia, Slippery Stones no dejaba que la estela de Infinity se desvaneciera. Al fin y al cabo, era la presentación del álbum y había que sacarle el máximo partido.

Un chasco para todos aquellos que se acercaran a la orilla del Manzanares a ver al francés y su banda de sobresalientes músicos para ver si caía algún vals de Amelie. Cualquiera que se conozca mínimamente los directos del bretón, sabrá que las bandas sonoras en su haber no tienen cabida en sus conciertos. Algo comprensible, hablando de un artista tan exigente y controvertido, que prefiera no dar más bombo a los temas que lo lanzaron al estrellato (ejem, Radiohead y su complicada relación con Creep,por ejemplo).

Dejándose ausencias afuera, los temas que sí estuvieron presentes dieron muestra de una carrera de lo más variada, frecuentemente tachada de experimental, como en tantas críticas (positivas en su mayor parte, he de aclarar) que ha recibido este Infinity. Sí, está claro, sobre todo viviendo Ar Maer Bihan en directo, que Tiersen no es un compositor del montón. Para hacer algo grande, hay que probar hasta dar con la fórmula correcta, aunque en esto del arte, no existe algo así.

Ensayos artísticos aparte, anoche asistimos a una completísima velada de presentación –textual- de disco, pues los diez temas que componen el álbum se encontraban en el setlist; diez pedacitos de infinito que Tiersen quiso que experimentáramos, diez pedacitos sin edulcorar, salteados entre otra decena de temas. Los vientos misteriosos, el ambiente lúgubre y místico de A Midsummer Evening, las percusiones metálicas y la intrigante voz femenina de Steinn, o Grønjørd y su capacidad para transportar a cualquiera a tierras escandinavas con solo cerrar los ojos y dejarse llevar por sus suaves compases dibujaron el símbolo del infinito por toda La Riviera madrileña en forma de ondas sonoras.

Hubo hueco también para el homenaje político y solidario al pueblo palestino por medio de la composición que lleva su nombre. Palestine vistió el escenario con los colores de su bandera, los focos reivindicaron en verde, rojo y blanco una injusticia sangrienta que parece no tener fin. Sin abandonar Dust Lane, su álbum de 2010, prosiguió este camino polvoriento con Dark Stuff antes de aventurarse con la muy aclamada La Dispute, silencio en la sala para poner los cinco sentidos en esta composición llena de melancolía y belleza que nos encogió el corazón a más de uno.

Volviendo a su primera etapa, la del álbum Rue des Cascades, publicado en 1996, con el tema que da título a dicho disco, sus toques personales de violín y acordeón endulzaron con ligereza el ambiente previamente cargado de tristeza y pasión.

El álbum más olvidado de la noche fue L’Absente, del cual no escuchamos ni un solo tema. Más pudimos oír, sin embargo, de Skyline: The Gutter y Vanishing Point, dos de sus temas más controvertidos y menos convencionales, con más batería el primero y más atmósfera indie la otra, demasiado cíclica quizá para un momento previo a los bises, pudo eternizarse ligeramente.

Con toda su artillería pesada de composiciones que denotaron su maestría al frente de varios instrumentos y esa banda a su altura, el francés recibió las ovaciones más sonadas de la noche en uno de los bises, que interpretó en solitario. Tras aparecer él solo al frente del piano para interpretar La Longe Route, terminó de conmovernos con Sur le fil, uno de los temas más conocidos de su repertorio, interpretado apasionadamente echando mano de su violín. Melancolía desembocada en Lights, más contemporaneidad, más positivismo para (casi, casi) terminar el recital.

Porque faltaba la guinda final, ese Le Quartier que pilló las luces del escenario a medio apagar y que empalmó los aplausos del tema anterior con ese final, apoteósico mas breve, que encumbraron al artista y sus músicos al reconocimiento propio de una estrella de rock. Quizá vivir la experiencia desde el patio de butacas de un teatro hubiera sido distinto, pero para Yann Tiersen, la palabra convencional no encaja en su vocabulario.

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