Hay un tiempo indefinido entre el pasado y el futuro en el que forjan nuestras ilusiones y anhelos. Hay artistas que saben hacernos volar en ese marco temporal a través de algo tan profundo como la nostalgia de tiempos mejores o soñados. La música de Xoel López es el mejor antídoto contra esta era de desengaños y pactos políticos. Sus letras te trasladan a parajes indómitos que solo existen en nuestras sensaciones. Esa capacidad te aleja de la cotidiana realidad para construir un recuerdo de algo mejor. Como buen migrante, Xoel sabe cómo hacer volar la mente para sentirte en casa, que en su caso y el nuestro, está diseminada por diversos lugares. Por eso, es interesante dejar reposar unos días la experiencia para contarla en plenitud.
Por ese motivo, Xoel es un músico que conecta rápidamente con un público ávido de sueños lejanos. La morriña festiva de Paramales fue una catársis entre ambos con la fabulosa atmósfera del Price como escenario. Todo comienza en la vida de Xoel con un estallido. Su puesta en escena sencilla pero vitalista fue el detonador de un cúmulo de sentimientos que flotaban en el ambiente. La gente sentada ante esa dosis de optimismo y con muchas ganas de bailar se pone de pie, primero de manera tímida y tras el paso de las canciones, con una devoción más cercana a una antológica verbena que de un concierto de folk convencional.
El gran mérito de Xoel quizás sea ese: convertir en verbena los parajes evocadores de sus experiencias más íntimas. Se puede hacer música profunda y divertida y el ejemplo lo tenía ante mis ojos en aquel instante en el que el Price no soportó sentado el empuje de una banda de siete músicos más engrasada que la maquinaria corrupta de los partidos políticos patrios. Sus paisajes sonoros son un intenso collage de folclores del mundo barnizados con arreglos pop destinados a perdurar en tu mente. Un Price abarrotado está con ganas de sentir y las butacas se abandonan para bailar al son de los temas de Paramales, interpretado por un Xoel encantado de presentar de manera íntegra su nuevo disco junto a su nueva banda.
También nos encontramos con algún tema disperso de Atlántico. Pasan los minutos como una fotografía de lo que fuimos pero aún queda mucho por sentir en una noche para evocar esos lugares tan propios de Xoel que inundan el Price con mucha naturalidad. Soñamos despiertos durante más de 2 horas. Lejos del protocolo de los 90 minutos habitual en la mayoría de los previsibles conciertos a los que acudimos, Xoel alarga su catarsis madrileña sin aparente esfuerzo. Su tranquilidad y la ruidosa paz mental de la que hace gala producen una conexión permanente sin la necesidad de atrezzo, visuales o coreografías horteras.
La sencillez escénica del músico gallego nos introduce mejor en ese estado alterado de conciencia exclusivo de los temas de Parameles. La banda se despide por primera vez para cumplir, esta vez sí, con el protocolo de los bises. A su regreso todo sigue igual. Las butacas vacías, la gente de pie, aguardando la dosis de morriña festiva del hombre tranquilo. Y en esta prolongada fase del directo se produce un regreso, como en todas las canciones de Xoel. Un retorno a aquellos temas que consiguieron activar tu corazón en tiempos oscuros. Un breve repaso a Tierra o a Hombre de ninguna parte producen un estallido en el lugar. El público se termina de venir arriba. ruge y baila como nunca había visto en este templo madrileño. Yo lo único que quiero es que me saques a bailar eleva aún más la temperatura de la sala. Un miembro de ese público enfervorecido aprovecha su cercanía al escenario para colar una petición que Xoel no había incluido en el repertorio. Con su bondad habitual, el gallego cambia el repertorio para repartir felicidad absoluta entre los asistentes.
Sus píldoras de nostalgia bien entendida se terminan dejándonos como cualquiera de los paisajes en sus canciones; un poquito más solos. No importa, queda la fiesta final. La banda se despide con un homenaje al hombre llegado de las estrellas y que ha vuelto a ellas recientemente. Suena Let’s Dance y Xoel se marca un baile Bowie muy estiloso, junto al resto de sus brillantes músicos. A veces, encuentras artistas que llenan tu espíritu con sus canciones y el escenario con su presencia. Cualquiera de los asistentes al directo de Xoel en Madrid le situarán en esa categoría. Afortunadamente y a pesar de su dilatada trayectoria musical, estamos viviendo el principio del camino trazado por Xoel López. Su música nos seguirá regalando veladas tan sensitivas como aquella. Al igual que en sus canciones, en las puertas del Price se sentía una nostalgia reconfortante, un volver a sentir emociones necesarias y una conexción trifásica con ese autor sencillo con mil aristas en su alma.