Llegar al recinto Guillermo Amor y oler a caja de cartón con agujeros para que los gusanos respiren es todo uno. Hay humedad y calor. Ha sido un día duro, de esperas, de colas de coches y de perderse a un Iván Ferreiro, primer plato fuerte del festival. Pero no hay problema, tenemos tres jornadas por delante, empezando por Brett Anderson y terminando por Putilátex; así lo vivó yo.
Para mí, Suede es uno de los grupos clave, y la voz de su cantante una de las mejores para sustituir a Bowie si el camaleón no aparece. Lo demás son canciones: Trash, He´s gone… Muchas de ellas las puedo escuchar entre un público extasiado y sudoroso –por un lado- o con perritos calientes en mano –por el otro-. Sí es seguro que por los oídos de todos ellos –atentos y despistados- pasan The Drowners, Killing of a Flash Boy o Can´t get enough. Todas ellas sublimes, magistralmente interpretadas por un dandy de la canción. Cuarenta y cuatro años de Brett Anderson balanceando un micrófono encima de un escenario, provocando, como ya hiciera en el Sos 4.8. de 2011. So Young, The wild youngs y New Generation allanaron el camino para lo que fue una explosión: Beautifull ones. Esta canción está hecha, desde mi punto de vista, para hacer sentir agraciado al que la escucha… Y tras ella, Saturday Night, que cerró uno de los mejores conciertos de la jornada –el otro, el de los suecos The Sounds-.
Mientras tanto, en el escenario pequeño –Lower- ya estaban We are Standard haciendo de las suyas. Sobre todo, lo que hicieron fue presentar Great State, su último medio-larga duración. Hubo varios momentos en los que me acordé de ese concierto del fin del mundo, con unos Standard haciendo bailar al público, aunque esta vez sin coros gospel. Clásicos como Other Lips, Other kisses o The last time, canciones ya consagradas de los de Getxo, y las ya siempre presentes en los directos de la banda: su eterna versión de la Velvet –de todos sus conciertos en los que he estado, no ha faltado en ninguno ese Waiting for my man– y la chillona Dont let the children play around.
Entre concierto y concierto, tiempo para valorar que el Low Cost es ese tipo de evento hacia el que caminan la mayoría de los festivales –que los hay y a porrones-. Se trata de macro-conciertos que, obviamente -y eso nadie lo duda-, buscan el negocio tratando de satisfacer las necesidades estéticas de un público más o menos exigente. Este perfil de exigencia es minoritario en el Low Cost, pero tiene sus necesidades cubiertas: buen sonido, buen cartel, cumplimiento escrupuloso de horarios etc. Pero este festival –y creo que demás hermanos- no es solo eso; y sobre todo es todo lo demás: un festival para ir y decir que has ido; ir actualizando tu perfil de Facebook y/o Twitter con fotos de los escenarios repletos, y cuanto más tarde sea, mejor. Triste o alegre, pero así. Lo que le ocurre al Low Cost es algo tan peculiar y exótico que hace que sea único; y es que se celebra en la localidad más hortera y mostrenca del país: Benidorm. Y puede ser horripilante o bonito, aterrador o cálido, pero sin duda es un lugar al que hay que ir, al menos, una vez en la vida.
Supersubmarina es un grupo que no me gusta. No digo que su calidad sea distinta a la de otros grupos que me encantan. Simplemente, los jienenses me dan un poco igual. De todas maneras lo intenté, ya que nunca los había escuchado en directo. Y esto es como lo de Benidorm: al menos una vez en la vida. Y con eso me sobra. Los nuevos “vetustasmorla” tocaron LN Granada, El encuentro y Ola de calor entre otras. Es un grupo que cosecha éxito, un grupo muy Low Cost, tal vez no propio de esa “minoría exigente con las necesidades cubiertas” que mencionaba antes, pero sí dirigido al público general del festival, con una propuesta muy digna. En mis venas, Supersubmarina y Magia electroviral fueron otras de las canciones que ofreció este grupo con un cantante muy Brandon Fowers. Me gustó mucho una canción inspirada en una de mis películas favoritas: Solo en casa. El tema en cuestión se llama como el McCulley Culkin de la cinta: Kevin Mc Alister. Otra de las que sobresalieron fue Puta Vida.
El broche de oro lo pusieron The Sounds, a los que escuché en la lejanía pero con mucha atención. Entre el directo de los suecos y el de Suede, los mejores espectáculos de la noche. Calidad. La rubia Maja Ivarsson en la voz y Felix Rodriguez a la guitarra, muy majos, animaron mucho el cotarro recordando lo que fueron con Living in America desde 2002 hasta 2005: una influencia de baile. Con el bajo de Johan Bengtsson, la síntesis a cargo de Jesper Anderberg y la batería de Fredrik Nilsson brindaron un sobresaliente espectáculo con Tony The Beat, Dance With the Devil o la propia Living in America como joyas de la corona.
Fin de fiesta con uno de los 2manydjs –el otro estaba enfermo- haciendo literal el nombre de la formación y ganas del día siguiente es lo que hubo desde las cinco en adelante.
Síguenos en Facebook: