Siempre es un placer reencontrarse con los ídolos de la adolescencia. Y es que, por muchos años que pasen, cuando vuelves a escuchar su música en directo, no haces sino revivir sensaciones y sentimientos que retrotraen en el tiempo. Aunque, afortunadamente para él, ha sabido conectar con un público joven que probablemente ni siquiera llegó a disfrutar de su carrera como compositor y cerebreo creativo en Oasis, en La Riviera nos dimos cita unos cuantos treintañeros para los que Noel Gallagher fue parte fundamental de nuestra adolescencia y que queríamos ver cómo el británico está sabiendo envejecer con estilo y una sabia gestión de su carrera.
Sin histrionismos y con un carisma que llena todo el escenario sin necesidad de aspavientos, Noel Gallagher comenzó su concierto en Madrid atacando directamente a la yugular de los asistentes, interpretando uno de sus principales singles de su carrera liderando a sus High Flying Birds, Everybody’s on the Run. Ese recorrido por sus dos discos, especialmente ese Chasing Yesterday que venía a presentar oficialmente, se vio adornado por pequeñas piezas de Oasis, principalmente canciones «menos conocidas» pero auténticas joyas como Talk Tonight, Sad Song, Half The World Away o Listen Up.
A lo largo del concierto, este nuevo Noel Gallagher, que se mostró bastante hablador con el público, especialmente en temas futbolísticos, ya fuesen del Real Madrid o de su querido Manchester City, siguió mostrando sus nuevos temas de forma impecable. Sonaron The Death of You and Me, You Know We Can’t Go Back, Ballad of the Mighty I, The Mexican o If I Had a Gun… antes de un cierre absolutamente precioso con una canción superlativa, quizá una de las mejores de la discografía de Oasis con interpretación vocal de Noel, la emocionante The Masterplan.
Pero eso no parecía ser suficiente para algunos de los asistentes, que reclamaban insistentemente que el de Manchester tocase Live Forever, una canción que en ningún caso podíamos esperar en el setlist. Tras esperar pacientemente que el público corease el estribillo a plena voz y zanjar su petición con un lacónico «I don’t think so» («No lo creo»), el británico sabía que el as que se guardaba en la manga para el final de concierto no dejaría a nadie indiferente ni insatisfecho.
Para empezar, un personalísima reinterpretación de su megahit, Wonderwall, adaptado a la voz y estilo propio de Noel que, para ser sinceros, no convenció a todo el mundo, acostumbrados a la original. Después, uno de sus mejores singles en solitario, AKA… What a Life!, para finalizar con su canción, aquella con la que cualquiera le identifica de inmediato: Don’t Look Back in Anger. Perfecto cierre.
Después, despedida y la esperanza de que le volveremos a ver. Incluso de que la próxima vez quizá comparta de nuevo escenario con su hermano, diferencias aparte. Para entonces, todos seguiremos sumando años. Y de nuevo, volveremos a rejuvenecer durante un par de horas. Vuelve pronto Noel.