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Tricky: Trickynosis en Madrid

Hay ocasiones y personajes que fluyen entre las tinieblas y el poder de la expectativa. Son personas que se encuentran más cómodos en la oscuridad que en el brillo, pero aún así dejan su sello personal en cada lugar que visitan. Tricky dejó señas de ser un personaje de este tipo en su concierto madrileño. El teatro Barceló pudo disfrutar del directo más controvertido que se recuerda por estos lares.

Una impenetrable penumbra nos deja intuir las siluetas de los protagonistas con cierto retraso con respecto al horario establecido. No hay mucha conexión inicial con el público. Tricky es un tipo con un pasado complicado y pasa de ser amable, cortés o simpático. Va a su rollo y los que se encuentran en la platea lo saben. Es parte de su encanto.

Los temas con los que nace el concierto esconden la voz de Tricky en unos susurros que son apenas imperceptibles. Los problemas de sonido del cantante de Bristol durante el concierto llegarán a mosquear a más de uno. Lo interesante al margen de lo musical es la Trickynosis, una sensación extraña que nos es inoculada a través de una atmósfera absorbente e irresistible. El juego de luces tan oscuro como un apagón y los compases de los siempre tenebrosos temas de Tricky generan en el espectador un viaje profundo hacia ninguna parte.

Por su parte, la belleza de Kamila Bleax sustituye a la figura convencional de frontman en muchos de los temas. Una labor que descuida nuestro protagonista de hoy. Tricky sigue merodeando la zona de la batería de espaldas al público. Parece ausente, una sombra, pero de vez en cuando da señales de vida. Esos momentos en los que aparecen sus palabras te conducen hacia su propia oscuridad. Un fenómeno muy interesante lastrado por las deficiencias técnicas o el pasotismo humano. Nunca lo sabremos.

En algunas ocasiones, el genial artista nacido en el ghetto de Knowle West ofrece su rostro coronado con una rasta al público al mismo tiempo que se estira la camiseta y se rasca como si se tratase de un ritual vudú. En el fondo algo de hechizo tiene este recital extraño y confuso que estamos viendo. Muchos artistas se manejan mejor en el caos que en el orden. En ese bando suele estar el talento natural, algo que Tricky tiene por designios divinos.

La confusión desnuda ciertas carencias en directo de su recién estrenado LP, Adrian Thaws, aunque es probable que el problema sea eventual. Tricky insiste con gestos en que el público se venga arriba pero sus poses de espaldas y el sonido fallido de su micro le pasan factura. Suena algún fantasma del pasado como Notthing Matters o Karmacoma. Ambas son un eco espectral en el Barceló, sombras intensas y raras en medio de una noche única y difícil de explicar.

La gente se impacienta a ritmo de silbidos y gritos de ¡Estafa! pero todo continua imperturbable sobre la tarima. Entre los diferentes temas de Adrian Thaws se cuela un punto álgido del directo. Curiosamente coincide con el consumo de un canuto sobre el escenario por parte de Tricky. Una actuación marca de la casa, sin duda. By myself devuelve el protagonismo perdido al cantante de Bristol, que se viene arriba junto a un público maravillado y petrificado al mismo tiempo. Todos somos presos en esos instantes de una trickynosis colectiva que nos deja un sensación entre la crítica o el síndrome de Estocolmo. El sonido no mejora y el vocalista británico se cambia de posición para demostrar que el micro de Kamila si registra su voz. A pesar de ello, se regresa a su micro sin fuste para continuar con unos susurros que se continúan difuminando entre los melodiosos bajos de sus canciones y una guitarra precisa que salvan el sonido Bristol esta noche.

Tricky parece darse cuenta de que no es el día y tras unos bises breves abandona a una concurrencia feliz pero en parte insatisfecha. Ha durado solo 70 minutos pero el aura de Tricky y su espectáculo consiguieron envolvernos en un ritual hipnótico y único. Un impacto breve pero intenso de un universo extraño que presenciamos unos cuantos elegidos en Madrid. ¿Compensa esa sensación los fallos de sonido? A los más puritanos no, a los acérrimos de Tricky, sí. No obstante, todos ellos se llevaron esa noche a casa aquella oscuridad adictiva que flotaba en el ambiente del Teatro Barceló.

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