17.12. Tengo un agujero en el estómago que no me deja descansar y no sé si el japonés de antes intenta echar abajo el efecto del Omeprazol o si realmente estoy nervioso por el concierto de esta noche. Finalmente voy solo, lo cual no es algo que me emocione, aunque tampoco me asusta. Quiero decir, ¿debería? Hay noches que no vuelven, oportunidades que si las dejas pasar, desaparecen martilleándote la cabeza hasta volverte majara.
Touché Amoré, en sala, en Ámsterdam, debe de ser una de esas que no vuelven. Tiene que serlo por tres razones: porque es el momento que buscaba desde que decidí hacer este viaje, porque aún no sé lo que es la música fuera de las fronteras de mi país y porque el Is Survived By me toca algo por dentro.
20.07. La calle es completo silencio. El chirrido del tranvía frenando sobre un puente vacío asusta. En la puerta de la sala me uno a una fila de personas que espera en silencio su turno hasta que una mujer en la puerta me dice algo en holandés. Inconscientemente le suelto un «¿Qué?» y me lo repite en inglés.
Me pregunta si tengo el «membership«. Melkweg se localiza en una antigua fábrica abandonada y rehabilitada con dos salas de conciertos, teatro, bar… 4€ me permiten entrar al sitio durante todo el mes, aunque mañana me voy de la ciudad.
Incrédulo de que en el sitio cupiesen dos salas de conciertos de ese calibre, subo las escaleras y me meto en la pequeña, completamente abarrotada y agitada por el show de los teloneros.
Sin ir demasiado lejos, el grupo plantea un rock con tintes de metal que pronto cala en las primeras filas convertidas en pogo. Al cabo de dos canciones pierdo la atención y pienso en los de Los Ángeles.
21.00. A Jeremy Bolm lo llamaron durante su gira de 2015 para comunicarle que su madre había fallecido. Por si el dolor por la propia muerte no era suficiente, el hecho de haber estado de gira fuera de casa fue devastador. La causa fue un cáncer en estadio cuatro que da nombre al último disco (Epitaph, 2016), un álbum en el que Touché Amoré te golpean con letras angustiosas y cargadas de dolor.
A las nueve en punto suben al escenario los cinco miembros para dar lugar a poco más de una hora completamente catártica. Suena Flowers To You, tema que abre Stage Four y el público se convierte en una masa moldeable dirigida por los movimientos de Bolm. Sin embargo, no es hasta que presenta New Halloween cuando me doy cuenta de lo que tengo delante: una voz frágil y casi de pito que abandona un cuerpo menudo, vestido completamente de negro. Pienso que jamás va a terminar la frase, que se va a romper de un momento a otro. Pero la termina, y la batería marca el comienzo, y una energía completamente indescriptible inunda la sala en forma de gritos desgarradores.
«Somehow it’s already been a year
you keep finding new ways
to make yourself reappear
I hope you never leave me be
I haven’t found the courage
to listen to your last message to me.»
No sé si entrar a seguir reventándome los pies o seguir flipando. El sonido de la sala es impecable y Bolm sigue jugando a su juego, a ese de ser de cristal pero volarte la cabeza tema tras tema. A ese de demostrar que se puede hacer un Carrie & Lowell desde el post-hardcore y poner la piel de gallina a consta de poner en juego tu garganta, medio estómago y hasta la última gota de sangre que te corre por dentro.
Suena Harbor y pienso que jamás había vivido algo así. Es mentira, puedo recordar unos cuantos conciertos a este nivel, pero aquí hay algo más. Quizás sea la ciudad, la gente que me rodea o el ambiente que se respira. Lo que sí sé que jamás he vivido es el silencio que se crea cuando Bolm habla. Nos cuenta que hace unos años ya tocaron en esta ciudad, cuando nadie los conocía. Antes de cerrar el concierto su voz exhausta intenta poner en palabras qué es Stage Four:
This record that just come out, Stage four, deals a lot with losing somebody and I know I’ve met a lot of people that has also lost somebody and I can connect with that. It’s something I’ve been thinking about this entire tour, every single day… If you’ve gone through that and somebody says «Just keep it time, man. You’ll get over it. You’ll get over it. You’ll get over it.»… That’s bullshit. You will never get over it.
Un sentidísimo aplauso abraza las palabras de Bolm, visiblemente emocionado. A continuación suena Non Fiction y yo me alegro de que en el mundo existan personas así.
22.05. Sólo tengo que cruzar Ámsterdam, un martes por la noche, bajo un frío silencioso y rodeado de un silencio jodidamente frío. Me echo la mano al bolsillo y me tranquiliza sentir el ticket del guardarropa.
Durante el camino de vuelta me vienen a la mente las personas con las que me habría gustado vivir esto. Pienso en que necesito expresarlo, aunque sea al llegar al hotel, aunque sea a mis amigos. Pienso en qué sería capaz de hacer por mostrar al mundo el agujero que deja en el pecho la pérdida de un ser querido. Pienso en que un tipo lleva siguiéndome dos calles. Y pienso en lo que se siente al despertar en una habitación minúscula en una ciudad gigante.
22.30. Llego al bar del hotel y a mis amigos les están pegando una paliza al billar. Me preguntan que qué tal el concierto. No sé qué decirles. Tampoco estoy seguro de que fueran a entenderlo, y creedme si os digo que la culpa no es suya.
What’s left is only bittersweet. For the rest of my life, admitting the best is behind me. Now I’m drunk and afraid, wishing the world would go away.
Ya sabéis cómo acaba.
00.08