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The Tallest Man On Earth se adueña de la Sala BARTS de Barcelona

Kristian Matsson, el hombre detrás de The Tallest Man On Earth, nos presentaba el año pasado su Dark Bird is Home, un cuidado trabajo en el que el obsesivo purista dejaba entrever una voluntad cada vez mayor por incorporar nuevos instrumentos a sus composiciones. Como marca la regla, se lanzó a la carretera para promocionarlo, y nosotros tuvimos la fortuna de encontrarnos con él en la Sala BARTS de Barcelona.

La noche empezó con The Tarantula Waltz, nombre de escenario del sueco Markus Svensson, un brillante compositor de folk con alguna raíz de country que ofreció una actuación completamente solo, acompañado de su guitarra. Si bien el público se mostró poco respetuoso en alguna ocasión, Svensson consiguió crear una bonita y frágil atmósfera, gracias a sus canciones con gusto a himno y a su muy manierista persona de escenario. Agradecido tanto con el público como con el mismo Matsson, tocó un corto pero intenso setlist que incluía la introspectiva Tinder Stick Neck, una canción sobre “estar muy asustado ante la posibilidad de morir”.

Una vez abandonó el escenario, las luces se apagaron y poco a poco fueron entrando Matsson y los suyos. El sueco contaba entre sus acompañantes con un violín, unos cuantos teclados, una batería, guitarra y bajo, dando a sus canciones una mayor plenitud musical. Si bien los arreglos no siempre parecían los más acertados, la fuerza que transmitía este conjunto en la gran mayoría de canciones era mucho mayor.

El setlist se inauguró con Wind and Walls y comprendió una extensiva parte de su discografía, desde sus más grandes hits (The Gardener, Love is All) hasta canciones más escondidas entre sus LPs y EPs más desconocidos (It Will Follow The Rain), pero al fin y al cabo no dejaba de ser un setlist de presentación de su nuevo material, el cual se llevó la mayor parte del tiempo del concierto.

Como era de esperar, Matsson se creció delante de su público y canciones que en sus álbumes podrían haber pasado desapercibidas se presentaban en el concierto como auténticos himnos. Timothy (probablemente una de las mejores canciones de su último trabajo) consiguió mover al público sin parar, e incluso que se alzaran algunas voces para preguntar “Why are you so complicated..?”. Lo mismo pasó con otras tantas, como la enérgica 1904.

Desde el principio el sueco consiguió entablar contacto con los asistentes, aprovechando su «posición elevada» (sus palabras) y un curioso carisma que le permitía ser ácido con las personas de la sala sin que nadie se molestase o se lo tomase a mal. Junto a eso, toda una serie de pequeñas bromas, como evitar decir “Spain” cerca del micrófono en King of Spain o tirar las púas hacia el lado opuesto al público a causa de la euforia excesiva de la gente por intentar cogerlas. En contrapunto con cuando tocó The Tarantula Waltz, consiguió silenciar a todo el público en un sinfín de momentos, siempre que lo creía conveniente.

Aún así, cuando más brilló Matsson fue en sus cara a cara con su público, acompañado a veces por un solitario guitarrista, que a la vez complementaba su voz con unos magníficos coros en falsete, y, finalmente, cuando consiguió conjurar a toda su banda en un maravilloso tutti en la desgarradora Dark Bird is Home, en la cual se unió también Svensson con su guitarra, llenando definitivamente el escenario de sonido.

Las luces se apagaron en el escenario y luego de un corto espacio de tiempo, Matsson y los suyos volvieron a la carga para tocar un bis de dos canciones de su Sometimes The Blues Is Just A Passing Bird: una muy acertada rendición de The Dreamer y un nuevo arreglo de Like the Wheel que incluía un coro de todos los músicos que lo acompañaban, colocados según rango de voz y con unos muy cuidados armónicos. Toda una delicia.

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