Fecha: 31 de mayo de 2012.
Lugar: Sala Café Berlín (Madrid).
Madrid. Callao. Calle Jacometrezo. Son Estrella Galicia traía a la Sala Café Berlín a dos de los grupos que más están dando que hablar en los últimos tiempos, en lo que se refiere a electrónica indie, indietrónica o como tenga usted a bien llamarlo.
Esos seres hechos de válvulas termiónicas que se colocan delante de sintetizadores, cajas de ritmos, workstations, cables, pads, baterías, y crean sonidos, música, expresión. Detrás, una pantalla donde proyectar su música en imágenes. Experiencias multimedia. Multipantalla. Bailes estereotipados, hipnotizantes, repetitivos, autoestimulantes.
Abría la noche Lasers, de quien te hemos hablado en varias ocasiones. Lasers, nominados recientemente a mejor disco de música electrónica en la 4ª edición de los Premios de la Música Independiente. Vote usted aquí. Lasers presentaban su Juno. Su trabajo que les ha llevado a la nominación a los premios y a rodar carretera arriba y abajo, con múltiples paradas y fonda.
Lasers parte de la melodía. Una melodía encubierta en ambientaciones cósmicas y algo de dream pop. Voces pregrabadas en bucle. Batería en directo. Acompañados de una Vj a sus espaldas. Parten de la melodía para construir sus programaciones de electrónica de sonido balearic, cercana al baile. Con poco público en un principio o sentado, se fue llenando con Solar System o su brutal Tech Noir . Desde lo cósmico al ruido, manteniendo la melodia. Electrónica de esparcimiento, de viaje. Música para espacios más grandes, para horas más tardías. Para traslaciones interiores y exteriores.
Tomó el relevo The Suicide of Western Culture. Toda una metáfora de la situación actual de países occidentales. Quien dice países dice donde los países esconden el dinero. En fin. TSWC llevan al límite sus canciones. Lo saben casi más fuera de este nuestro país que aquí. A la distorsión. Y juegan con ella. Electrónica de distorsión. Partiendo de canciones populares o melodías para llevar su sonido a la distorsión, al ruido, al baile. Fue cuando el público se decidió firmemente por el baile y el desparrame.
Larga vida a la electrónica.
