Lugar: Sala Razzmatazz, Barcelona.
Fecha: 13 de noviembre de 2010
DARLO TODO. Esta expresión debió inventarla Jonathan Pierce, vocalista de The Drums, después de alguno de sus conciertos. Porque resume en tan sólo dos palabras lo que este hombre, esta bestia, hace sobre el escenario.
El sábado 13 de noviembre, la Sala Razzmatazz se transformaba en una especie de festival otoñal en el que, como suele pasar en este tipo de eventos, se solapaban dos grandes bandas procedentes ambas, curiosamente, de los EEUU: Vampire Weekend y The Drums. Decidirse por una de ellas no era fácil y como de momento el don de la ubicuidad es bastante difícil de alcanzar, aunque ya nos hubiera gustado a muchos, debimos decantar la balanza, aceptar las consecuencias y decidirnos, cual humanos que somos, por una de las dos opciones. Yo también me arriesgué, como todos, y aposté todo a The Drums. Pero no, no me arrepiento, para nada.
A pesar del miedo y el estado de estupefacción que dejó sobre todo Patrick Cleandenim, uno de los teloneros de los de Brooklyn, junto con los divertidos Two Wounded Birds, especialmente por su atuendo: lentillas blancas, tez mortecina cual vampiro, gorro ‘cordobés’ y de un riguroso negro impoluto y absoluto que acentuaba todavía más su esquelética figura, que bien podía haber salido de cualquier pesadilla antes o después de navidad de Tim Burton. Justo después de este impacto estilístico y de su intento, a mi parecer frustrado, de ser el nuevo David Bowie, junto con la ‘bajona’ que inyectó entre la muchedumbre que nos agolpábamos en la 2 del Razzmatazz, aparecieron por fin y puntuales a la cita Jonathan Pierce y los suyos. Haciendo gala de su inhumana energía dieron caña desde el minuto uno de concierto. Y no, no pararon hasta el final, en casi un poco más de una hora de espectáculo, y no duró más porque ese superhombre que de niño debió caer en una especie de marmita como Astérix, hubiera caído desfallecido sobre el escenario de haber estado más horas poniendo su cuerpo al límite y dejándose la piel y la voz.
Desde la segunda fila, donde pude contemplar en primerísimo primer plano todos sus movimientos, casi salpica su sudor que no era sino la consecuencia lógica de que Mr. Pierce o Super-Pierce, concededme esta licencia, disfruta con lo que hace y sabe transmitirlo al público. Nadie, esperad…NADIE, mejor en mayúsculas, se mueve como sólo él sabe hacerlo. Coreografías surrealistas, un tanto cómicas a veces, a la par que elegantes, (incongruente sí, pero así es) llenas de carisma y que son ya la seña de identidad del grupo, se enlazan al ritmo de cada canción. Poses exageradas, recargadas, extremas, dramáticas acompañan sin desentonar todos y cada uno de los temas de la banda. Grandes canciones que ya son éxitos, que todos disfrutamos, como el archiconocidísimo Let’s Go Surfing, el Best Friend con el que abrieron y se pusieron al público en el bolsillo, Forever & Ever Amen, y así todas y cada una de las canciones de su único álbum, excelente y brillante, que no tiene desperdicio alguno, fueron minuciosamente repasadas por The Drums y gozadas a partes iguales por los miembros de la banda y su público. Temas que entremezclan el pop de los 60 con reminiscencias post-punk en un trance de energía extrema que por poco no hace temblar la 2 de Razz.
En definitiva, desconozco qué tal lo hicieron los Vampire Weekend, misma hora, mismo lugar, me tendré que conformar con leer alguna crítica en la prensa especializada (y sobre todo la del concierto de Madrid que publicamos hoy mismo en Crazyminds), sólo sé que los de Brooklyn estuvieron espectaculares, que lo han vuelto a hacer como ya lo hicieron en el pasado Primavera Sound, arrasar y demostrar que con un solo disco en el mercado son capaces de equipararse a grandes bandas. Había un 50% de posibilidades de fallar en la apuesta pero no, creo que no lo hice, aposté seguro a caballo ganador y es que haberme perdido a The Drums me hubiera dolido en el alma. Forever & Ever…The Drums…Amen!