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The Cinematic Orchestra: lecciones de jazz a cámara lenta

Hay que reconocerle a Jason Swinscoe y los suyos una especial habilidad para cambiar de muda. De alma camaleónica, la banda londinesa The Cinematic Orchestra tiene en el jazz su tronco común, sin embargo es capaz de moldear el viejo de estilo de Coltrane y compañía hasta convertirlo en ardor rítmico, negritud soul o pop almibarado. Sólo así se entiende que la madrileña Sala Joy colgara el cartel de no hay billetes con varios días de antelación. No, no es que la mayor parte del público que acude a los conciertos de la orquesta británica atesore en su colección la obra completa de Louis Armstrong, Duke Ellington y Chick Corea. Tampoco que los músicos sobre escena sean fieles seguidores de las enseñanzas de Miles Davis y Archie Shepp. Sin embargo es ese espíritu iconoclasta, obviando rayas estilísticas, tomando de aquí y allá, el que permite a The Cinematic Orchestra salir airoso.

Durante la hora media que duró su set en Madrid, la formación se paseó sobre el alambre de un repertorio a ratos elegante y silencioso, furioso y alocado en otros. Demostraron oficio en los pasajes minimalistas (Breathe) y se desmelenaron con soltura cuando tocaba enseñar músculo sinfónico (Twhart). También hubo tiempo para invocar el legado de Portishead (Eye for an I) y convertirse en simple banda de jazz al servicio de la improvisación (Ode To The Big Sea). De paso la banda adelantó varias piezas de su próximo trabajo, el primero con material nuevo en casi una década. Menú redondo.

Con una docena de músicos sobre el escenario, su líder Jason Swinscoe ejerce de director de orquesta, aplaca los nervios y clava el tempo, añade unos teclados por aquí y devuelve al redil al músico despistado. Él es el encargado de convertir esa prole disciplinada, aunque con ansias de libertad, en un sonido amable, ruidoso y pomposo. Desde el saxofonista con pinta de haber salido de un club de Brooklyn al teclista de pelo distraído, pasando por la cantante de calor soul y el percusionista con más nervio que feeling, juntos conforman un pelotón diverso, que avanza a cámara lenta dejando que el peso de cada nota termine por asegurar la victoria.

Y es que, a pesar de esa apariencia caótica e improvisada, todo está bien atado en la música de The Cinematic Orchestra. Los acordes, los golpes de piano, los ritmos sinuosos, ocupan cada uno su lugar en este juego de cartas marcadas. Tan sólo Man With The Movie Camera, aquella pieza que dio a conocer a la banda en 2001, da espacio para que los músicos transiten caminos vírgenes. El resto del repertorio se basa en la contención, la convicción de que existe un orden por debajo del caos. Incluso los silencios, esos momentos tensos que tanto gustan a Jason Swinscoe, resultan en ocasiones artificiales, medidos para que el espectador aguante la respiración durante un par de segundos.

Nada de esto evita, a pesar de todo, que su música resulte apetitosa y nutritiva. Especialmente cuando se deja seducir por las mieles del soul orgánico. Más sonrojante cuando copia producciones dignas de un disco de Adele. Mucho mejor cuando rescata nuestros recuerdos de los años dorados del trip-hop que cuando se estrella con una concepción del nu-jazz que roza lo progresivo. Ligero cuando adopta maneras de big band de jazz. Cargante cuando se deja llevar por arreglos cinematográficos a lo Disney. Por suerte, él mismo parece ser consciente de sus propios excesos y, cuando llega el momento de recuperar su mayor éxito, To Build A Home, abandona su atalaya y deja a sus invitados que tomen las riendas. Allí un Grey Reverend a solas con su guitarra acústica da una lección de sencillez folk e interpretación austera. Recordándonos, una vez más, aquella vieja lección que casi nunca falla: en ocasiones menos es más.

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