Tres décadas después de su debut, Texas están viviendo uno de los momentos más tranquilos de su carrera, lejos de los focos que la prensa puso sobre ellos como nuevas promesas del rock británico a finales de los años ochenta y de lo que significó ser unos superventas a finales de los noventa, con esa seguridad característica de quien es conocedor de su talento para componer canciones de alta costura y la confianza que da tener una cantante al frente con tanto carisma.
También su público parece más curtido, sin pretender a estas alturas descubrir nada nuevo de la formación y disfrutando en los conciertos de sus viejos temas como si fueran nuevos. Actuaciones como la que la banda ha ofrecido este sábado 25 de noviembre en una abarrotada sala Razzmatazz, primera de las dos paradas consecutivas en nuestro país de la gira europea con la que está presentando en directo Jump on Board, el álbum de estudio que publicaron a principios de año. Un concierto que ha comenzado de manera enérgica con Halo, uno de los temas más destacados de White on Blonde, el álbum de 1997 con el que empezaron a definir esa característica mezcla de rock de radiofórmula y soul de discoteca que tanto éxito les ha dado.
Estilo que sigue intacto en Let’s Work It Out, el primer sencillo de su nuevo trabajo discográfico, un tema agradable y reconfortante, pero carente de la garra y la fuerza de sus antiguas grabaciones. No en vano, como han demostrando acto seguido con When We Are Together e In Our Lifetime, años atrás se desenvolvían mejor entre sonidos más sofisticados. Una pegada que no han logrado tampoco con las guitarras punk de Tell That Girl, otro de los temas de su último álbum, pero sí con Everyday Now y Thrill Has Gone, dos grandes canciones del Southside con las que han recordado cómo en sus inicios eran capaces de crear composiciones tan melodiosas como adultas.
Un sonido adulto que, sin embargo, tras una larga carrera en la que se han mostrado más interesados en componer temas con más clase que sustancia, no les define tanto como el de The Conversation, el sucedáneo de country–soul que da título a su penúltimo trabajo. O el de Can’ t Control, otro de los temas disco incluidos en Jump on Board. Dos canciones que han precedido a la versión de Tired of Being Alone, de Al Green, que Sharleen Spitieri no ha abordado con la guitarra, sino con el teclado. Y a So Called Friend, una de las primeras canciones en dejar de lado en los noventa la profundidad de los primeros años de la banda, que la de Bellshill ha cantado con un seguidor treintañero que ha subido al escenario en el momento surrealista de la noche.
Combinación de sensualidad y sobriedad, del sentimiento del soul y el desenfado del rock, de una voz cálida y unas guitarras sencillas, Texas fueron en su día quizá los primeros grandes representantes del nuevo soul británico. Una banda con la voz de Sharleen Spitieri como gran reclamo, sin desmerecer a los cinco músicos que la han acompañado, dos de ellos teclistas. Un quinteto que ha sacado a relucir su gran oficio con éxitos como Summer Son, el fantástico rompepistas de finales del siglo pasado con el que la dicharachera cantante ha puesto a bailar a toda la sala. Pero también con canciones recientes como Midnight, que ha precedido a una versión acústica a trío de In Demand. Un repertorio de dos horas al que han puesto el broche con tres clásicos como I Don’t Want a Lover, Black Eyed Boy y Say What You Want, y un encore reservado a otro de sus himnos, Inner Smile, y a la versión de Suspicious Mind con la que cierran todos y cada uno de sus conciertos.