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TACHENKO: Talento natural para el pop

tachenko

Foto: David Villafranca.

13 de diciembre de 2013.
Sala Copérnico (Madrid).

 

A mitad del concierto, Sergio Vinadé de Tachenko se preguntó feliz “por qué monté un grupo” con el gesto canalla que le da esa perilla marca de la casa, como si fuera un forajido del Oeste que acaba de robar un banco y tiene el botín guardado en el camerino. El público de la Sala Copérnico no contestó, quizá demasiado ocupado en bailar y sonreír con cada canción, pero es justo responder ahora a Vinadé: con el talento natural para el pop que tienen los chicos de Tachenko, sería un delito no haber montado un grupo.

Como telonero inesperado salió Guisante, el proyecto de Rafa Domínguez, guitarrista del desaparecido Huracán ambulante de Bunbury y productor del último disco de Tachenko.  Con material publicado el año pasado, el LP Envasado en hechos reales, Domínguez se presentó acompañado de David García “Libi” y Alfonso Luna  al  bajo y batería respectivamente. El oficio de Guisante a las seis cuerdas quedó patente: sutil cuando se lo propuso, potente cuando quiso.  Gaviotas en el café o la intrigante Judy Garland dejaron una buena impresión.

Tachenko no estaban este año para perder el tiempo. Tomen nota de sus logros en 2013: flamante LP El amor y las mayorías, EP La fuerza sexy casi de estreno y gira que ahora retoman. Prendieron la mecha con Campos de Marte, vibrante inicio también de su último disco, y Hacia el huracán, ambas cantadas por Sebas Puente. Los zaragozanos tienen un inagotable filón con sus dos cantantes, Vinadé y Puente, y no es ninguna barbaridad decir que tienen los coros más afinados del pop patrio. Si había dudas, las acallaron empalmando Las cárceles y Mundo apache. “Pinta bien el concierto”, dijo Vinadé y nadie le llevó la contraria.

Más piropos, esta vez por las cuidadísimas melodías, como el suave descenso en el estribillo de Mi amor, las mayorías. Y aun así, lo que parecía esperar el público, en torno a un centenar, era que los maños pisaran el acelerador. Libi, Luna y los teclados de Domínguez se refugiaban en segundo plano, pero se soltaron conforme avanzaba la noche. Entonces llegó como un tiro Suerte y relámpago, un chute de pop sin aditivos, una descarga eléctrica directa al cuerpo, y todo el mundo se puso a saltar con versos como “(tienes) la fuerza sexy, del no pasarán”. Las letras de Tachenko derrochan humor y originalidad, aunque otra cosa no podría esperarse de los herederos de El Niño Gusano. Cuesta imaginar una declaración de amor más honesta (también ingenua) que la de Escapatoria, otro single que sonó rotundo: “Por mucho que te digan por ahí, me gustas más que el resto”.

En el fondo, hay algo entrañable en Tachenko. Pueden ser sus letras, sus melodías, su espontaneidad sobre el escenario, el buen rollo que transmiten, su acento aragonés (ellos mismos se reían en el concierto de sus expresiones mañas), o la mezcla de todo ello, pero es indudable que enganchan a la gente. Quizá así se explica que tocaran Afganistán y Amable, de su ya lejano primer disco, y el público las cantara sin problemas. Más recientes son Vendaval y Dame una pista, una pareja ideal para el baile antes de los bises donde cayeron una deliciosa Tírame a un volcán (qué comienzo: “Píntate los ojos para mí…”) y el triunfo final de El mundo se acaba. Tachenko se despidieron de Madrid con un “hasta luego”, quien sabe si como una promesa de pronto regreso, pero por si acaso los seguidores del grupo tomaron medidas inmediatas: el asalto al puesto de merchandising fue ordenado pero contundente.

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