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Stu Larsen. Cosas que llenan

Hay ciertas cosas en la vida que llenan tus sentidos a pesar de su reducido tamaño. Son esas pequeñas cosas las que merecen ser vividas. Y contadas. Algo así de básico explica la pasión por la pureza del Folk. Una esencia jalonada por pequeños destellos en bares de recinto reducido donde vuela libre un espíritu encerrado en una canción. Ese Folk requiere de un marco como la Moby Dick para merecer ser considerado como tal. Únicamente añoro una densa cortina de ese humo tóxico que hace tiempo que prohibieron. El encanto no es igual desde entonces.

80 afortunados se apostan en frente de un humilde escenario carente de artificio. Lo que vamos a escuchar es la verdad de la vida. La única realidad que conocemos los que peleamos por encontrar nuestro mañana. Es algo que se cuece en la intimidad, un cálido susurro que te acaricia el alma. Los primeros acordes de Stu nos sorprenden en el acceso de la sala. Tras unas canciones perdidas nos encontramos con ese australiano con corazón de vagabundo y aspecto de holandés errante o saltimbanqui. Su sencillez sólo es eclipsada por su honradez. Sus historias son fragmentos de vida a la intemperie perdidas en la inmensidad australiana. Sobrecoge al público con cada acorde, les embelesa y les desnuda. Las emociones saltan por los aires cuando un estruendo atrona la escena.

Un fallo en el cableado lleva a una técnico a cambiar un molesto cable. El bueno de Stu responde con una naturalidad devastadora interpretando Fix you de Coldplay. La guasa del pelirrojo australiano termina por impregnar el ambiente de un buen rollo palpable. Somos una tribu en busca de redención y sabiduría callejera. Stu nos guía por los pasajes de su vida. Vagabundos, almas libres y derrotados por la vida se convierten en espejos dignos en los que mirarse.

El mundo es pequeño para Stu. De todos sus rincones surgen amigos de carretera. La pasión encendida por contar historias hermana a Stu con el folkie japonés Natsuki Kurai. Sus palabras y su canción homenaje a su colega nos recuerdan ese talento que con tan poco es capaz de provocar reacciones tan intensas. Ambos músicos tienen una conexión especial y hay mucho de la música de cada uno en la obra del otro.

San Francisco te llega muy dentro en directo. No es lo mismo escucharlo en el estéreo. Hay una comunicación muy personal entre el intérprete y el oyente en esta canción. El tema te transporta a un mundo nuevo en el que Stu sabe moverse a la perfección. Music is my Mistress, I Will Wait No More, Paper Sails o King Steet llenan el espacio vacío y lo transforman en acogedora intimidad. Son pequeñas joyas musicales que hacen grande a quien las interpreta.

Tras unos breves bises con homenaje a Curtys Mayfield incluido la sonrisa perenne del nómada australiano se inserta en nuestro cerebelo. Los 80 presentes se marchan con envidia sana añorando una rutina alejada de la ambición y el estrés. Esa es la vida de furgoneta y áridos paisajes que ha disfrutado un lobo de mar en tierra como Stu Larsen. Su doctrina es contagiosa y sus pequeñas cosas se han hecho grandes en mis recuerdos. Nada mejor que un vagabundo para mostrarte una nueva visión de la vida más honesta.

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