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SOS 4.8 (Sábado): The Libertines, victoriosos ganadores

El día amanecía grisáceo, lo peor que le puede pasar a uno/a cuando va a un festival al aire libre, sin resguardos. Una extraña incertidumbre al no saber si hará calor, frío o todo lo contrario.

Como auténticos jabatos, nos fuimos a disfrutar de Nudozurdo, que le habían asignado el horario más trágico que te pueden dar en el SOS 4.8. Menos mal que la propuesta de los AperitivoSOS había dado un empuje a un recinto todavía algo fantasmagórico. Así que la tropa de valientes nos fuimos a pleno sol a disfrutar del directo de Leo, Ricky y Meta.

Aunque no son generosos en palabras sí lo son musicalmente y juegan con esas atmósferas cargadas creadas solo con la maestría de tres grandes músicos. La voz chirriante de Leo provoca un pequeño sentimiento de angustia en algunas ocasiones, que ve la luz final si enlazamos las letras. Una vez más, pusieron a prueba su talento infinito, esas melodías que se cuecen a fuego lento.

Como nos cancelaron a Zygmunt Bauman en el apartado de Voces tuvimos que cambiar los planes y volcarnos al 100% en la música, lo cual no nos supuso un esfuerzo adicional y nos sirvió para familiarizarnos con ese curioso elenco de bandas desconocidas y abrir nuestras mentes a nuevos universos.

Nos quedamos a los pies del escenario de Kassasin Street donde la energía era apabullante, un derroche de aspavientos provenían del escenario a golpe de electricidad. Avalados por sus brutales directos, no dudamos en dejarnos llevar por esa corriente eléctrica. Creo que supieron sorprender e innovar, saliendo del molde de la integridad que muchos cultivan.

Tenía mucho interés por ver a My Expensive Awareness como anticipo al Jagermusic Tour que los llevará a ciudades por toda España. Eran muy vírgenes en el tema festivales, y se notó, al menos durante la primera mitad de concierto.

Después de 20 minutos de concierto algo rígido empezó a llegar más gente y entonces los maños hicieron lo que sabían, y lo hicieron muy bien. Los mejores temas de su repertorio sonaron de libro, Up And Down o Do you Wanna Be Rich? eran lo que estebamos esperando, y tras reconocer que nunca se habían enfrentado a un espacio tan grande, consiguieron lo que todo músico busca: transmitir. Si además de transmitir, tus ideas son buenas, pues tienes un gran concierto plagado de neopsicodelia y dos voces bien enlazadas que atraían a los primeros Sosers de la jornada.

Nuestra siguiente peregrinación fue para ver a Nueva Vulcano que aunque se justificaron hasta la saciedad que estaban desentrenados en materia de directos, a nosotros no parecieron que estaban en plena forma, sin ningún titubeo.

 

 

Con nuevo EP debajo del brazo, los barceloneses supieron captar la atención y dar un gran recital de rock puro aderezado con muy buen trabajo a la percursión. No faltó Te debo un baile, gran clásico de la formación. Salimos satisfechos porque cuando hay buena ejecución, salta a la vista y al oído.

Nos pasamos a Second ya que con la excusa del nuevo disco, siempre hay algo que descubrir en los matices. Además jugaban en casa y esa conexión con el público local se masticaba a leguas; de hecho sentimos que es una banda muy querida.

Aunque llevaban tres años sin sacar álbum, aprovecharon para mezclar canciones de su recién estrenado Viaje Iniciático, más eléctrico y dejando la parte más pop a un lado, siempre recurren a canciones cuyo índice de coreo va a ser alto como Rincón Exquisito o Rodamos. Sean se entregó como siempre en cuerpo y alma, trepando por los escenarios y desgañitándose por su gente, siempre digno de admirar. La verdad que aunque fue un concierto correcto, siempre vencen y dejan buen sabor de boca. No fallan a la fórmula.

Pero los siguientes eran pesos pesados y no queríamos perder la oportunidad de visualizar de cerca a The Libertines, el grupo que más ampollas ha levantado de largo. El cuarteto de Londres tras diez años separados, lanzaron su tercer álbum el año pasado, dejando detrás un legado de historias turbias, enfados y kilos de sustancias psicotrópicas.

Pero tras su bonito episodio en el cual recogen a Pete Doherty de su clínica de desintoxicación en Thailandia parece que los chicos gamberros del siglo XXI se han entonado y han decidido apostar por una actitud más positiva.

El público era una vez más algo heterogéneo hasta el punto de pensar que había gente que estaba esperando a cualquier banda excepto a una banda de post punk londinense. También estaba ese perfil de gente que minutos más tarde usará el selfie recién hecho para marcarse un postureo máximo porque estaban viendo a The Libertines.

 

 

Desde el minuto uno mis esquemas se rompieron y vi algo diferente, una luz en su música, menos crápulas  y  mucho más  profesionalidad de la que cualquiera podía esperar. Todo el mundo esperaba a una panda de mamarrachos en escena de los que no saludan, se ciñen al setlist y se van sin decir adiós y a poder ser os escupen.

Pero no, The Libertines es una banda generosa y agradable con su público, agradecidos de que estuviéramos allí, intensos y explosivos, caóticos en todos los aspectos pero creando su propio sonido, el que les encumbró en sus comienzos. Está claro que a Pete le ha machacado la vida en su propia cara se veía un halo de felicidad, como si hubiera visto la muerte tan cerca que estuviera orgulloso de haber resucitado.

Aunque el carisma y peso lo lleva el guapo de Carl Bârat, saben respetar sus protagonismos y no paran de vacilarse el uno al otro, lo que no significó que el concierto quedara desatendido. Un bajista que toca como la old school manda y un batería que aporrea a la velocidad de la luz son los ingredientes para que su directo fue puro y creíble. De hecho, notamos casi un cierto sobre esfuerzo por parte de la banda para huir de los fantasmas que les persiguen y que la audiencia allí presente solo se fijara en la música. Pero el público, frío como un témpano y con ganas de carnaza, no entendió nada vista la reacción de las redes sociales poniendo a la banda de vuelta y media por un lamentable espectáculo.

Sonaron temazos como What Katie Did, Can’t Stand me now, Times por Heroes o el clásicazo Don’t Look Back into the Sun. Más de 20 canciones,  tocaron La Bamba, tiraron besos al público, la banda se retiró para volver a ponerse Carl al piano y Pete a la vez para entonar Changes de David Bowie, cuando les echaron del escenario con bastante poca ética cuando además se trataba de un precioso homenaje a este genio londinense que nunca volverá.

Entendemos los protocolos, pero desafortunadamente no los compartimos. Las normas están para romperse.

Resumen: Fue el concierto más generoso de la noche, donde vimos a una banda que parece salir del letargo mediático y prefiere usar las manos para canalizar todo el talento que en escena supieron representar. No hubo escándalo, no hubo morbo, hubo mucha música. Un 10, chicos.

Con las fuerzas bajo mínimos nos acercamos a ver a Of Montreal, ese tipo de grupos que te despista y no sabes si te gusta o no o cómo serán sus directos. Llenos de color aunque algo hieráticos en escena para el arco iris que se gastaban, los norteamericanos dieron un concierto correcto pero tampoco algo inolvidable. Digamos que hay muchos grupos de este perfil cuya música perece con facilidad y por muchos discos que saquen, no llegan a progresar. Eso sí, tienen un puñado de canciones guapas de los años 2005 y 2007 que sonaron como Gronlandic Edit o Heimdalsgate Like A Promethean Curse. Lo único que veo como pega es que no deja mucha huella en vivo, pero es un fallo generalizado de muchas bandas.

Decidimos cerrar la noche y por una vez un grupo nacional pisaría el escenario Estrella Levante (a excepción de Amaral) y ellos son Triángulo de Amor Bizarro, salvadores de la música independiente en nuestro país con esa atronadora potencia, sus guitarras sucias y este punto tan británico de principios de los noventa.

 

 

Con su flamante nuevo disco, los gallegos sacaron a relucir ese noise pop que les encumbra y aunque a veces el sonido era tan potente que se generaba una bola sonora donde no se distinguía nada pero al poco se arregló y dieron un concierto antológico. Lo dicho, auténticos mesías.

Un paseo por el domingo

El domingo es un mal día. Para mí no es otra cosa que el comienzo de la siguiente semana.Esto, llevado a un festival, se traduce en regreso a casa por parte de los asistentes que no son de Murcia o paracetamol y sofá para los que no tienen varias horas de viaje de vuelta.

Pero qué error más grande sería pasar por alto la última (media) jornada del SOS. Sin el mínimo rastro de resaca porque la juventud es el más preciado regalo de la vida, a las 12 clavadas estábamos en primera fila para ver a los ganadores del TalentoSOS murciano Alien Tango.

Con menos de una decena de conciertos en su jovencísima trayectoria ahí estaban, levantando el vuelo, dejando claro que ese puesto se lo han ganado a base de un sonido propio y original. Un repaso de media hora por sus aún escasos temas, dejando para el final la genial I Don’t Wanna Die, esa mezcla explosiva de música tradicional rusa, glam, surf, The Beatles… sí, todo eso sonó ante un público escaso debido a la hora.

 

 

No os preocupéis, a este ritmo de crecimiento pronto se dejarán ver por otros festivales.

La jornada de domingo se encaminaba hacia el colofón que supondría Ángel Stanich pero,señores del SOS, ¿un domingo a las 5 de la tarde? ¿era necesario? Me quedé en Bosco, una de las propuestas más interesantes que han salido de la región. Bosco sonó a Bosco. Una mezcla de ska, rock progresivo… no, esperad. Una mezcla de psicodelia y poesía… lo mismo tampoco era eso.

Lo que estaba claro es que cuando David Moretti bajó al público a hacer su típico Sirtaki (círculo de fuego) con el concluyen todos sus conciertos, los que estábamos ahí no pensábamos en etiquetas sino en celebrar que «estar vivo es quitarse el cinturón y buscar problemas«. Y así terminé el SOS 4.8, en un remolino de gente exprimiendo el mosto de la vida a ritmo de ska.

Y con mucha pena dejamos correr esta novena edición del SOS 4.8, donde queremos decir los pros y los contras:

A favor: Menos masificado, gastronomía rica y pensando en todos (muy bien que haya opciones veganas y celiacas), la distribución de los dos escenarios principales, compromiso de la ciudad con los festivaleros.

En contra: Cerveza a precio de sangre de unicornio, poca consideración con The Libertines. Proponemos conciertos en el centro de la ciudad para amenizar las mañanas.

Una vez más damos la enhorabuena a la organización y nos vemos en la 10º edición, ¿Sorpresas?

PD: Doy las gracias públicamente a mi compañero Alejandro Olivo por ayudarme de nuevo a sacar este artículo adelante.

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