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Sónar de Noche: la eterna pista de baile

Cuando se pone el sol, la magia nocturna empieza a entrar en el cuerpo de la gente y a provocarle unas ganas increíbles de bailar hasta que, pasadas unas horas, vuelva a salir la luz. Es increíble como parecen dos festivales distintos, el Sónar de Día con el Sónar de Noche y, aún y así, tener una cohesión magnífica que los une y de los dos hace uno. La Fira Gran Vía, pasadas las 8 de la noche, se convertía en la eterna pista de baile (y la más grande del mundo) con la presencia de algunos de los mejores artistas y DJs del momento.

Viernes, 15 de junio

Justo estabamos entrando en la noche y el recinto ya lucía mucho más lleno que en otras ocasiones. La razón era simple: Gorillaz. Hacía mucho que no se dejaban ver por tierras nacionales y, concretamente, era la primera vez que tocaban en el Sónar. Gente de todas las edades, pues si algo ha conseguido el grupo de Damon Albarn es conseguir el aprecio tanto de jóvenes como de otros más veteranos. Reconozco que su directo me daba un poco de miedo debido a las expectativas que uno se va haciendo a lo largo de los años. Pero todos estos temores se desvanecieron pasados un par de minutos del concierto. La fuerza de Gorillaz brilló con toda su fuerza y dejó deslumbrados todos los presentes en aquel SonarClub. Un setlist muy bien escogido, entre los sencillos más recientes y los clásicos que los fans tanto quieren, manteniendo un ritmo incesante para no enfriar el público, y un Albarn eufórico y empático que no dejaba de acercarse a los fans para cantar con ellos y saludarlos. Mi cuerpo aún tiembla en recordar la estampida que provocó Little Simz cuando salió a cantar Garage Palace.

Pero los sets cargados de energía positiva no se acabaron aquí. Por un lado, Preditah pinchó una sesión con toques de los clubes de los ochenta que te hacía quemar la pista de baile sin saber como parar. Una mezcla del house con disco, r&b e incluso soul, que le daba a la aparente frialdad de los beats simples una calidez humana que tan difícil parece algunas veces en las sesiones de club. Y, por otro lado, Bicep dieron una masterclass de la electrónica y de hasta dónde pueden llegar dos personas que han sido aficionados al género toda su vida. Principalmente tocaron los temas que forman su primer álbum, también llamado Bicep, electrónica en toda su esencia que, con unos toques psicodélicos que le dan más color a su espectro musical, toquen el interior de los oyentes provocando su emoción.

Pero no toda la noche estaba formada de artistas con mensajes positivos. También vivimos el directo que nos presentó Yung Lean, dos años después de actuar en el Sónar de Día. El artista y sus fans son conocidos como «Sad Boys» (chicos tristes), y con esto os podéis hacer una buena idea de por dónde van los tiros. A diferencia de la otra vez, que jugaba con la carta de la sorpresa, en esta ocasión sus composiciones trap/rap poco esperanzador, se acababa haciendo repetitivo y un poco difícil de disfrutar a esas horas de la noche. Más tarde, dejamos aparcada la tristeza y abrazamos la melancolía. Pero con ritmo. Otro repetidor en el Sónar volvía al festival para celebrar sus 25 años. Bonobo llegó con su banda para presentar en vivo su último disco, Migration, una colección de hits de electrónica downtempo para huir de la ciudad y viajar hasta una solitaria (y tranquila) naturaleza de colores azules.

La noche terminó con dos veteranos de las mezclas y los platos. Primero una sesión, casi de fitness, a cargo de Diplo. Los cambios de ritmo potentes y marcadas que salían de sus platos enloquecían a los asistentes, que no sabían si bailar, saltar o hacer flexiones. Obviamente no faltaron temas producidos por él para algunos de sus muchos proyectos (Jack Ü, Major Lazer…). El house mezclado con el pop y, especialmente, el moombahton. Y, finalmente, Helena Hauff, una de las reinas indiscutibles del techno, se subió SonarPub para pinchar una sesión que se acabaría convirtiendo en una de las mejores de la celebración de los 25 años de Sónar.

Sábado, 16 de junio

Si el día anterior, Gorillaz no había decepcionado como cabeza de cartel, en esta segunda jornada del Sónar de Noche, LCD Soundsystem se salió de los esquemas y regalaron uno de los mejores directos que recuerdo en los últimos años del festival barcelonés. La locura del punk con la mezcla adictiva y bailable del dance que usan, en directo triplica su fuerza y eficacia hasta niveles difíciles de imaginar si no se vive. La banda de James Murphy tocó un repertorio de hits vibrantes, sin dejar descansar entre canción y canción, y mezclando algunos de sus temas del American Dream con todos esos himnos que los convirtieron en una de las mejores bandas de lo que llevamos de siglo. Además, muy diferente de la faceta que luce cuando está pinchando, Murphy, en el escenario se convertía en una bestia carismática que vivía las canciones hasta el punto de hacerte creer que eres tu quien se encuentra dentro de ellas. La locura del Dance Yrself Clean con la emoción del All My Friends fueron, para un servidor, el clímax absoluto de esta celebración de los 25 años del Sónar.

Pero no solo vivimos de euforia esa noche; el baile fue otra de las estrellas. Calentamos con el directo de la productora TOKiMONSTA, quien nos preparó una sesión house vertebrada por la esencia del hip&hop mientras iba combinando temas propias, remixes de bandas del momento como Migos y proyecciones retrofuturistas llenas de colores vivos. Y seguimos con la auténtica sesión interminable de unos de los genios nacidos en casa: John Talabot. Él productor demostró tener el poder absoluto de ser capaz de parar el tiempo con su música. El set que preparó era tan hipnótico que perdías la noción del tiempo y solamente te preocupabas en bailar, siguiendo los beats constantes de un house con toques de ambiente que aún lo hacían más placentero al oído. Ojalá siempre hubiese un Talabot en el que huir y poder bailar sin preocuparte de nada.

Del baile a los experimentos. Y, obviamente, al encontrarnos en un festival como el Sónar, con un gran peso visual. Primero con la siempre transgresora Fatima Al Qadiri, quien llegó para presentarnos en directo su proyecto más reciente, Shaneera. Uno de sus mejores trabajos hasta el momento y un directo que no dejaba de sorprender por el valor único del material que estabas viendo. La música de club se mezclaba con el grime y la música contemporánea árabe, mientras intentaba romper con la construcción binaria de la identidad de género. Un poco después, vimos los últimos experimentos de Thom Yorke en la que iba mezclando las distintas texturas que se pueden apreciar de sus composiciones electrónicas con las que se extraían de las composiciones de colores que vivían en los audiovisuales que los envolvían. Un viaje a otra dimensión, más tranquila, que quizás se hubiese disfrutado más en el SonarHall del Sónar de Día.

Y el festival lo despedimos de la misma forma que la noche anterior, con lo mejor del techno internacional en la actualidad. Primero con un B2B que era la primera vez que se producía detrás de las mesas, Ben Klock con DJ Nobu. De ellos dos salió una sesión frenética que sirvió para animar los ritmos musculares y coger fuerza para lo que acabaría siendo la última gran explosión de los 25 años del Sónar: Laurent Garnier. Si en el artículo dedicado al Sónar de Día ya os contamos la maravilla que fue vivir el set que preparó para el cierre del jueves; ahora descubrimos que el genio de los beats tenia un as escondido en la manga. No sabemos si era a raíz del cansancio acumulado, de la tristeza que ya terminase otro año más del Sónar, pero la adrenalina que se soltó a lo largo de esas últimas horas, bajo los mandos de Garnier, pasará a la historia como uno de los cierres más épicos del festival.

Fotos: Ferran Cano

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