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Rufus T. Firefly: un campo de preciosas magnolias

¿Sabéis de esos días en los que parece que el mundo conspire contra ti y te da por pensar que nada lo puede arreglar? Seguro que sí, a todos nos ha pasado. A mí, la última vez que me pasó fue el pasado sábado y, con esa sensación de tener ganas de todo menos de ir a un concierto, me presenté en el Ochoymedio para asistir al concierto de Rufus T. Firefly.

El panorama fue que nada más entrar me encontré con el comienzo del bolo de sus artistas invitados, una gente que, tal y como describió luego Víctor Cabezuelo, me parecieron, a priori, muy freaks. No juzgo, os prometo que pienso que todas y todos somos personas freaks de algo, pero bueno, ese es otro debate del que ya hablaremos. Me encontré con gente encima de un escenario que llevaban máscaras con cuernos simulando ser ciervos, o algo por el estilo. Me asusté, no os lo voy a negar. Pero me ganaron poco a poco, musicalmente me parecieron muy buenos y lentamente consiguieron calentar a los asistentes para lo que venía después. Me parecieron tan buenos que me voy a guardar su nombre para mí, para que no me lo robéis. (Pausa dramática) Es broma. Lo sé, soy muy gracioso. El caso, que el nombre de la banda que empezó a arreglarme un poquito el día es Basanta. Echadles un vistazo porque no os van a decepcionar.

Tras esto vino el correspondiente cierre de telón para el cambio de instrumentos y todas esas cosas que nos parecen un coñazo y que poco tienen que aportar, pero sorprendentemente todo pasó muy rápido y tras amenizarnos la espera con grandes éxitos del indie patrio, la cortina se abría para descubrir a los magníficos Rufus T. Firefly.

En escena aparecieron Víctor, Julia, Carlos, Miguel y Rodrigo para dar comienzo al bolo con un tema que me pareció perfecto para abrir boca, Tsukamori. Ahí estaba Víctor con su pelazo, su americana de brillantes dorados y todo el misticismo que envuelve a este chico. Lo tiene todo para triunfar, destacando el talento que guarda esa cabeza y que aún tiene mucho por exprimir.

Si tuviera que resumir el concierto en una sola palabra, la palabra elegida sería “arte”. Lo demostraron haciendo un recorrido por canciones del nuevo disco como El halcón milenario, Espectro o Cisne negro, pero no olvidaron sus raíces con temas como Incendiosuicida, Pompeya o El problemático Wiston Smith, canción a la que le tengo un cariño muy especial.

Después de hacer una versión de Lucy in the sky with diamonds, con todo el cariño y el respeto que se merecen los Beatles, se despidieron cantando Nebulosa Jade, y desaparecieron para hacer un encore. (O bis, como lo queráis llamar)

Reaparecieron en el escenario Julia, para seguir a la batería, y Víctor sentado en el teclado. ¿Y el micrófono? El micrófono fue para Alice Wonder, una chica de la que el grupo es muy fan y cuya voz es algo milagroso, para interpretar Canción infinita, que se convirtió en uno de los momentos más mágicos de la noche.

Antes de terminar, me gustaría hacer mención especial a Julia. Flipante lo de esta chica a la batería. El sábado entré con un solo ídolo con baquetas en la mano, que es Eric Jiménez, batería de Los Planetas. El sábado salí de allí con dos, Julia Martín, es increíble lo que puedes conseguir a la batería.

Ya con la banda al completo para dar las últimas pinceladas al cuadro perfecto de magnolias y elementos de la naturaleza que nos habían pintado a lo largo de la noche, interpretaron los dos últimos temas. Magnolia, tema que da nombre a su último disco, fue el preámbulo para un final perfecto. El último tema con el que cerraron el concierto fue Río Wolf, tema de su último trabajo y que dejó al público noqueado, sin tiempo para reaccionar. Chapó.

Después de esto solo me queda decir “¡Hasta un niño de cinco años sería capaz de entender esto! … Rápido, busque a un niño de cinco años, a mí me parece chino”. Si algún miembro del grupo lee esto lo entenderá, y el resto si queréis saber qué pinta una frase de Groucho Marx aquí preguntadme, que encantado os responderé. Rufus T. Firefly, sin palabras, gracias por arrojar luz y vitalidad a días grises.

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