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Rosenvinge presenta disco en el Let's Festival

CHRISTINA ROSENVINGE

FECHA: Sábado 26 de febrero.
LUGAR: Salamandra (Hospitalet de Llobregat)

Este fin de semana, Barcelona hervía en distintos puntos de la ciudad. Más allá de las esperadísimas actuaciones de Love of Lesbian en el Razzmatazz, el viernes empezó el Let’s Festival, en la Salamandra. Una programación que dura hasta el próximo 12 de marzo y que consta de interesantes propuestas como La Bien Querida, Odio ParísCuchillo.

Para mí, ayer se servía el plato fuerte. Desembarcaba en la ciudad Christina Rosenvinge con su último trabajo, titulado La joven Dolores. No era tarea fácil la que tenía entre manos. En 2008 publicó Tu labio superior, un álbum que la situó en una reformulada propuesta de la escena indie nacional. Y ahora, su nuevo álbum debe comprenderse como un complemento, una continuación de la anterior propuesta.

Ayer, su puesta en escena fue como acostumbra. Sobria, recatada. Rosenvinge habla bajito cuando se dirige al público, lo que mantiene una atmósfera de intimidad permanente. Frente a una concurrencia respetuosa con su propósito, Rosenvinge fue presentando los temas principales del nuevo disco, como Eva enamorada, Weekend o La idiota en mi (mayor).

La ingeniería que sostiene los nuevos temas es extremadamente más solar y amable que la del disco anterior, en el cual predominaban los desencuentros y las tormentas emocionales y reinaba la oscuridad. Anoche también sonaron La distancia adecuada, Nadie como tú o Negro cinturón y la comparación entre las respectivas perspectivas fue inevitable. El nuevo disco está repleto de luces. Tal vez porque fue creado, básicamente, en el retiro de Rosenvinge en Formentera. O, tal vez, porque su trabajo resulta como la vida misma: llena de luces, pero también de sombras.

Durante su buceo por el reverso luminoso, Rosenvinge ha tejido un disco formado por 11 temas tranquilos, de riqueza literaria y melodías excelentes. Público y crítica se han rendido ante él, pero, para ser sinceros, debo reconocer que, personalmente, no me ha atrapado como lo hizo en su día Tu labio superior.

Aun así, ayer Rosenvinge, una vez más, llenó el escenario con esa combinación de niña tímida y mujer fatal a la vez. Lo llenó con forma, pero también con fondo, porque la ejecución musical y vocal fueron espectaculares. Es de recibo reconocer y aplaudir el trabajo artesanal y de calidad que Christina Rosenvinge y sus músicos nos regalaron anoche.

De modo que, en términos generales, los que ayer no estuvieron viendo a Rosenvinge en el Let’s Festival se equivocaron al dejar pasar la ocasión: apenas quedan diosas auténticas –como lo es ella– en el mundo de la música.

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