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Redd Kross y Los Planetas refuerzan su leyenda en el cierre del Primavera Club

Foto: Mariano Regidor

Si la primera jornada, en lo musical, estuvo marcado por las solventes actuaciones de bandas como Toy, Deerhoof o The Vaccines y las demostraciones de poderío de Mark Lanegan o Swans, el sábado dos nombres por encima de todo concentraron las expectativas y las ilusiones: Redd Kross y Los Planetas. Y en fin, hubiera sido un placer pasar por encima de las imposiciones municipales en forma de recortes de aforo y centrarse en analizar si los hermanos McDonald están a la altura de su legado tras grabar su primer disco en quince años, o bien si Jota y compañía son capaces de ofrecer la regularidad y la consistencia que tantas veces les ha faltado sobre un escenario. Pero no, es ética y humanamente imposible volver a ignorar el vodevil de la Sala Terneras, que además en esta segunda jornada se cobró un mayor número de víctimas, ya que allí tocó la californiana banda, grupo de culto para miles de seguidores y principal reclamo del festival para un buen puñado de asistentes. Crazyminds, a base de tesón y de paciencia en la cola, pudo colarse en el escenario y presenciar el concierto, pero no así un nutridísimo grupo de asistentes que se quedaron fuera de una sala semivacía, y que desde la lejanía, desde la puerta, se debían conformar con divisar a su adorado grupo, escuchar de fondo las canciones y ver a unos afortunados cubriendo las cuatro o cinco primeras filas, siendo generoso, del escenario. Steve McDonald, en un detalle que le honra, y de paso anunciando una gran primicia, comunicó dirigiéndose a los descorazonados fans de la puerta que muy pronto regresarían a tocar en esta ciudad. Aunque, en este sentido, los más solidarios y vulnerables a la injusticia fueron Cats On Fire, que al final de su actuación cogieron los intrumentos y salieron a la gélida noche madrileña para dedicar una canción a los pobres rezagados.

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Pero antes de ellos, y después de Tuya, proyecto liderado por David T. Ginzo y cuyas canciones sonaron realmente bien en escena, Kyle Field, bajo el nombre artístico de Little Wings, brindó una de las actuaciones más desconcertantes y estrambóticas del festival. Maquillado y con una pinza en el pelo, enchufando algunas de canciones grabadas en los altavoces y ofreciendo un desacomplejado e indisimulado playback, saltando del escenario y dando vueltas por la sala vacía ante el estupor de los asistentes, quitándose los zapatos y luciendo con orgullo unos matadores calcetines rojos, el bueno de Field podría haberse quedado en un chiste de dudosa efectividad si no fuera porque, cuando se tomaba en serio el concierto y aparcaba sus excentricidades, cuando desconectaba el playback y se ponía a cantar, el tipo exhibía una voz honda, de cierto aire crooner, bastante notable. Hacia el final de la actuación, se sentó en mitad de la sala, invitó a los asistentes a acercarse a él y hacer lo propio y, en una estampa que se podría haber reproducido en el salón de cualquiera de los allí presentes, tocó con su acústica una canción llena de sentimiento. Un tipo entrañable, Kyle Field. A continuación, los finlandeses Cats On Fire ejecutaron un concierto más que correcto, demostrando ser una especie de The Smiths folkies bastante certera y compenetrada. Sus canciones, pese a la marcadísima influencia, sonaban con aplomo, con rotundidad, con una seguridad que no suele ser habitual en esta clase de grupos tan derivativos. El andrógino cantante, Mattias Björkas, posee un extraño carisma, inspira una rara mezcla de ternura e inquietud. Su citado detalle de salir a la calle a tocar, además, redondeó una interesante actuación.

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Y bien, llegó el momento más esperado, y controvertido, de la jornada. Los autores de una cumbre del powerpop como Show World, allá por 1997, irrumpieron ante menos, muchos menos fans de los que merecían estar allí rindiéndoles pleitesía. Cabe destacar aquí que la banda, a la que le sobra oficio y pasión, no se dejó llevar por el ultraje y derrochó entusiasmo en la ejecución de todas y cada una de las canciones. Abrieron fuego con Stay Away From Downtown, uno de los pildorazos más estimulantes de Researching The Blues, dignísimo disco de retorno. Con sus largas melenas lisas y excepcionalmente conservados para estar cerca de convertirse en cincuentones, Jeff y Steve demostraron estar en una forma envidiable y, con más de treinta años de carrera a sus espaldas, continuar siendo los discípulos más aventajados que jamás hayan tenido Cheap Trick. Su combinación de melodías poppies y fraseos dulces con salvajes guitarrazos funciona tan bien como en los lejanos años de Third Eye o Phaseshifter, según se pudo comprobar. Nuevos temas como Uglier o Researching The Blues, por ejemplo, entroncan con los Redd Kross más salvajes de esos discos, y fue esa faceta visceral la que más protagonismo adquirió en la función. Se echó en falta las sutilezas melódicas de Show World, hubiera sido una bendición escuchar una canción pop tan impecable como Mess Around, pero los McDonald, definitivamente, prefirieron parecerse más a Motorhead que a los Beatles y, de hecho, según avanzó la actuación, más parecieron desbocarse. No faltaron, por supuesto, clásicos como Annie’s Gone, Linda Blair o Crazy World, además de una canción nueva particularmente bien tocada (Choose To Play), para provocar el delirio y contentar a los cien afortunados.

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Los Planetas, a todo esto, tocaron a la vez que Redd Kross, en un solapamiento horario bastante irritante, pero como sobrepasaron las dos horas, existió posibilidad de ver casi medio concierto de los granadinos. Y la impresión fue bastante buena, de grupo muy asentado y con mas aplomo escénico que en sus inicios. Pero sobre todo, lo que se respiraba entre el público era la sensación de estar ante una leyenda de la música española del último cuarto de siglo, de un grupo que podrá gustar más o menos pero que ha marcado las vidas de miles y miles de treinteañeros en nuestro país. Y claro, muchos de ellos estaban allí, visiblemente conmovidos y alterados, en especial cuando sonaron canciones referenciales de la banda como De Viaje o Un Buen Día, con esa frase para la posteridad: «He leído en el Marca que se ha lesionado el niñato«. Las proyecciones visuales del fondo del escenario, a diferencia de otros conciertos donde son meramente anecdóticas, aquí en cambio eran especialmente rotundas y hermosas, escogidas con muy buen gusto, y fue bonito ver docenas de balones Tango volar por las pantallas mientras Jota narraba un gol de Mendieta. Pero tal vez el momento más emotivo y enternecedor de esta recta final tuvo lugar con No Sé Cómo Te Atreves, de su último disco, Una Ópera Egipcia, con Marina, la vocalista de Klaus & Kinski, acompañando los lamentos de Jota en una preciosa letanía. Poco después, el concierto terminó y el Primavera Club bajó el telón. Horas después del bochorno, Gabi Ruiz, director del Primavera Club ha anunciado que en 2013 este festival no se celebrará en España, sino en Francia y Portugal. Tampoco se ha mordido la lengua analizando la polémica: «Nuestros responsables políticos velan por nuestra seguridad igual que un pirómano con una lata de gasolina«. También insinúa que algún día volverán. Sería bonito y saludable que sucediera pronto, porque esta espina es de las que no se olvidan.

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