Imagine we wake up tomorrow and nothing’s happened
Think of what we’ll never know
One night of love, and I’m one full of doubt
De la mano de Madgarden, el polifacético multiinstrumentista y compositor francés Yann Tiersen se encontró de vuelta en la capital tras su paso por La Riviera el pasado octubre. Cabría decir lo que cambian los espectáculos en directo de este gigante de las melodías apacibles y la crítica social camuflada en arpegios de guitarra o suaves armonías de piano. Mientras que el concierto que ofreció en otoño, además de haberse dado en recinto cerrado, fue más intenso, con más emociones concentradas, el de ayer fue un concierto algo más liviano. Corto, o al menos, fue la sensación que dio cuando los músicos se retiraron de escena. Lo cierto es que la hora y media de show corre rápida cuando los temas son largos, hipnóticos y se enlazan unos a otros.
Desde que comenzó la gira de Infinity, su más reciente álbum (2014), Tiersen ha dado inicio a sus conciertos con el tema que cierra el disco (y que se ha citado previamente en esta misma entrada), Meteorites. Un delirio onírico que envolvió al público que ayer se acercó a eso de las nueve y media al Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid. La grave voz que narra las historias de amor comprimidas en sus seis minutos de duración (más breve en formato concierto) resonó por el escenario, hasta que el genio galo hizo aparición y se sentó al piano, acompañándole después toda su banda.
Minutos después, Slippery Stones y sus inquietantes ecos, que parecen narrar una historia de misterio, sufrió una interrupción en su sonido. Un pequeño susto que, por suerte, no volvió a repetirse en todo el concierto. Problemas técnicos aparte, la voz femenina que protagoniza Ar Maen Bihan, trajo consigo una melodía más electrizante, con guitarras y baterías cuya fuerza in crescendo vio cómo empezaba a ponerse el sol. Pero más allá de los misticismos musicales, la crítica sociopolítica que tan reconocible ha hecho a este compositor, estaba por llegar. Qué sentimiento de empatía y apoyo demuestra Palestine a dicho pueblo. La luz evoca los colores de la bandera palestina a través de los focos, en un pequeño viaje a través de Dust Lane, el minimalista disco que Tiersen publicó hace cinco años; entre los temas de este disco que pudimos escuchar anoche en directo se encontró Dark Stuff, así como Chapter 19. Melancólicas y con el acordeón por bandera (interpretado por el compositor mediante un pequeño teclado adaptado para lograr este sonido tan característico de su repertorio), simbolizaron el oasis entre la calma y la tormenta que oscilan en el último disco del artista.
Silencio absoluto. Suena La Dispute. Móviles en mano, toda la audiencia quiere inmortalizar este momento propio de banda sonora. El triste violín que guía la música se encuentra con el no mucho más alegre acordeón; es, por así decirlo, un diálogo con la tristeza y la melancolía (valga la redundancia).
Xilófonos, violines enloquecidos y ritmos propios de una caja de muñecas: La Crise, al igual que prácticamente todas sus composiciones, crea el ambiente más propicio posible, hablando de concordancias en cuanto a título y experiencias sensoriales. Crisis, esperanza, miedo, ¿recuperación?, parecen decir los instrumentos, a priori tan atormentados como si de seres humanos se tratase.
De vuelta a Infinity, el verdadero protagonista de la noche, Steinn, In Our Minds y Lights, entre otras, volvieron a poner el toque intimista en la noche madrileña, antes de que se diera por acabado el recital. Con una fluidez asombrosa, el francés y su banda caminaron hacia la recta final, ante los aplausos de un público entregado a la música que nos regalaron.
Pero como siempre, el final estaba cerca pero no era inmediato. Tras aparecer Tiersen de nuevo en el escenario, solo, volvió al piano para interpretar La Longue Route, de nuevo otro momento atrae-móviles, merecidamente, todo hay que decirlo. Una maravilla que apareció en el momento más mágico de la noche.
Las ovaciones recibidas por Sur Le Fil, ese violín prodigioso que envuelve al oyente entre cuerdas y arco y concluyen en dulce melodía de piano; fueron el broche final a una noche más azul que de costumbre, calurosa, pero evocadora de las frías tierras heladas a las que nos transporta Infinity. Porque, ¿qué es la música sino un viaje hacia lo lejano, y, a la vez, hacia donde más en casa nos sentimos? Es en ese medio camino entre esos dos destinos donde la belleza de la música de Yann Tiersen puede escucharse; como un eco que se acerca a nuestros oídos para no irse jamás.