Siempre es interesante presenciar el nacimiento de un fenómeno. Ver desde los inicios como un grupo se convierte en algo así como un mito. Y poder ser testigo de ello en una sala, mejor todavía. A las 22:30 del domingo, Superorganism subían al escenario de Apolo para demostrar que existen, que su música es real, y que van a dar mucho de qué hablar.
Cuesta (mucho) creer que Orono, la frontman del grupo, tenga 17 años. Tiene la apariencia de una niña pequeña pero una voz madura que encaja tan bien en la música de este grupo plurinacional como lo hacen los samples que lanzan en sus temas. Arrancaron con dos de los temas que ya habían mostrado en las plataformas de streaming: It’s All Good y Nobody Cares. Quizás les faltó algo de volumen (y de confeti, vista la puesta en escena con audiovisuales multicolores) para darle todavía más fuerza a sus temas. Perdón, a sus hits. A partir de ahí tocaron cuatro temas nuevos que siguen por la senda de lo que ya conocemos: melodías repetitivas a base de sintetizadores, samples y unos coros (y sus coristas) que son, junto a Orono, el alma de la banda. Cerraron con ese nuevo himno que ya es Something for your M.I.N.D. Su despedida del escenario fue como un “hasta luego”. Mucho nos extrañaría no verles de nuevo en primavera.
Pero la última jornada del Primavera Club también nos dejó actuaciones notables, como la de los británicos Low Island. Se les ha comparado con el sonido de Radiohead, algo que no compartimos, pero talento no les falta. Su synth-pop es bailable pero muy refinado. Combinan los sintetizadores con las guitarras sin perder un ápice de sus señas de identidad sonoras y por momentos suben la intensidad de sus temas sin llegar a ser cargantes.
También irradiaron talento los catalanes Intana, liderados por Núria Moliner. Su sofisticado folk logró exprimir al máximo la acútica de la sala principal de Apolo. Presentaron su álbum debut What if (Satélite K, 2017), un trabajo que les ha valido el reconocimiento del público y de la crítica. Serenos en todo momento, lo cuidaron todo al detalle, cada nota sonó en su sitio y cada melodía cautivó a los allí presentes.
En la 2 de Apolo tuvieron lugar actuaciones más disruptivas. Por un lado Happy Meals montaron una pequeña fiesta (recordemos, domingo por la tarde) con su pop electrónico y una Suzi Rodden desbocada que se sentía más cómoda paseando por el público que cantando desde el escenario. La de Cocaine Piss fue una actuación más previsibles. Los belgas se plantaron en Barcelona con el punk más duro como estandarte y no lo dejaron de ondear hasta que no sudaron hasta la última gota.
Mención especial para Keems, una de las bandas más jóvenes y desconocidas del festival. Su tryaectoria hasta ahora es corta, pero cuentan ya con dos EPs: Tartle (2016) y The Shapes of Things to Come (Binary Motions Records, 2017). Sobre el escenario quedó patente que en el poco espacio de tiempo que hay entre sus dos trabajos, los catalanes han madurado muchísimo su sonido, presentando ahora un rock expansivo que luce mucho más que sus anteriores temas.