El sábado el público todavía tenía fresco el recuerdo de la fiesta del día anterior, y no tardó en pasarse por Apolo y el Teatro Latino a disfrutar de artistas como Hazte Lapón, Jessica Pratt o Sant Miquel.
Nosotros, por nuestra parte, nos pasamos por el Teatro Latino a ver a Fraser A. Gorman, que había abandonado su guitarra acústica en pos de un sonido más eléctrico. Sus canciones de folk con un deje a surf-folk australiano cobraron una nueva vida, ayudadas de un sonido más compacto y lleno, con numerosos solos en los que Gorman demostró que no era guitarrista solo de nombre. En un momento, su banda abandonó el escenario, momento que él aprovechó para decir que haría una versión de una banda que le gustaba mucho, y quiénes podían ser estos sino Wilco, de los cuales Gorman tomó prestada Passenger Side, en una versión que poco tenía que envidiar a la del grupo de Tweedy. Fraser se mostró en todo momento muy simpático y una elección perfecta para arrancar la noche en un ambiente de buen humor.
De allí nos fuimos a la Apolo, donde alcanzamos a ver a Samantha Crain, recostada en su guitarra explicando la historia detrás de su primera canción de la noche. Y así empezaron los arpegios de Elk City, una canción con una melodía tan agridulce como la historia que explica, de esperanzas truncadas y sueños rotos con final feliz. Y a ella encadenó la segunda parte, Kathleen, una deliciosa balada con un frágil falsete capaz de hacer llorar al más duro de los corazones. Durante todo el concierto se mostró dispuesta a conectar con su público, explicando anécdotas y haciendo bromas por igual sin que el idioma fuese una barrera importante y que la atmósfera del concierto se viera en nada deteriorada, sino enriquecida por la proximidad de una cantante con un armamento de letras, voces y guitarras para endulzarle el alma cualquiera. Absolutamente recomendable en caso de que decida pisar por segunda vez territorio español.
Y luego, algo que solo podía pasar en un festival tan diverso como el Primavera Club, llenaron ese mismo escenario cinco hombres disfrazados de una especie de policías kitsch, en una suerte de ironización reversa del ACAB, de la que tampoco estamos enteramente seguros. Efectivamente, se trataba de Mike Krol y compañía. Arrancando sin mediar palabra con Suburban Wasteland, el que podría ser el hermano garrulo de Nathan Williams cegó al público del Primavera Club con intensos riffs cargados de distorsiones muy sucias y una actitud que podría recordar a lo que pasaría si cruzases al cantante de Wavves con Michael Cera: una suerte de ente torpe de un indudable carisma, siempre en el límite incierto entre la ironía y la inconsciencia más absoluta. El éxito fue rotundo y el público del Primavera se entregó cada vez con menos reparos al sonido de garage-rock y noise-pop hasta el punto que se formó un gran mosh-pit en el medio de la sala saltando al ritmo del asalto imparable de las dos guitarras del grupo de Krol, que tampoco perdió oportunidad de bajar del escenario, fuese con pandereta o micrófono, para hacer de la experiencia global algo aún más completo.
Y con los últimos acordes de Krol y compañía coincidían los últimos golpes del set de Container, al cual llegamos a último momento pero con el tiempo suficiente para apreciar sus implacables ritmos industriales de alta densidad. Los bajos vibrantes dejaban poco sitio a la armonía pero aguantaban piezas con entramados y texturas decididamente interesantes y eso se reflejaba en el público, que se esforzaba por bailarlo, algunos con más efusividad (y éxito) que otros.
Los platos se desmontaron lentamente y apareció toda una legión de sintetizadores, pads e incluso un kit eléctrico a la espera de que Shura tomase el escenario. La londinense y su grupo, herederos evidentes de Warpaint y de la tradición pop de los ochenta, se apoyaron en toda una serie de texturas a través de capas de sintetizadores y guitarra para hacerse con el escenario delante de un público que ya se lo había cedido desde los primeros acordes de Nothing’s Real, canción con la que abrió. Ella se mostró realmente simpática, con una gran capacidad para conectar con el público que se hizo patente tanto en sus intentos de hablar en castellano como a la hora de entregar sus temas más populares (2Shy, por ejemplo). Aún así, Shura no deja de presentar un catálogo aún muy dependiente de sus influencias, aunque pudo demostrar que cuanto más se aleja de estas, más interesante se vuelve su actuación. Además, su persona en vivo ayudó al público a entrar en el show sin reservas, rematándolo con un explosivo final de la mano de White Light.
Y así siguió la fiesta, ambas salas de Apolo retomaron su condición de pistas de baile, la [2] con DJ Coco y su ecléctica mezcla de hits y no tan hits de la escena alternativa y la no tan alternativa, y con DJ Fra y su asalto de música dance con raíces indiscutibles en la escena alemana. A ellos los siguieron Ninos du Brasil, Daniel Gon y un reprise de DJ Fra para rematar la noche a la espera de lo que traerían los artistas del domingo.
FOTO: Eric Pamies / Primavera Sound