LUGAR: Sala Apolo (Barcelona)
FECHA: 12 febrero de 2011.
Esta mítica frase que pronunciaría Barney Stinson en cualquier capítulo de Cómo Conocí a Vuestra Madre es justo lo que pensé yo antes de ponerme en marcha dirección sala Apolo la noche del pasado sábado. Y esto es precisamente lo que hubiera dicho este personaje de ficción, él o cualquiera de la vida real, ante la maravillosa exhibición que Hurts ofrecieron ante sus seguidores de Barcelona, que son muchos y de edades y estilos muy variados, por lo que se pudo comprobar teniendo en cuenta la larguísima y heterogénea cola ante las puertas de la sala. Aunque me consta que en Madrid, donde tocaban tan solo un día después, concretamente ayer noche, deben ser algunos más o deben estar más atentos porque agotaron las entradas para su actuación en Joy Eslava con bastante antelación.
Y no es para menos. La visita de Hurts no era de esas que te puedes perder, o sí y luego arrepentirse. Porque son un grupo difícil de clasificar y que despistan tanto a los amantes del indie como del mainstream, a partes iguales. Y es que a pesar de proceder de Manchester, cuna de grupos como Joy Division, Stone Roses o los mismísimos Smiths, de los que beben y se inspiran sin saberlo, sin apenas ser conscientes, Hurts, por contra, se declaran fans, abiertamente y sin pudor, de Gary Barlow o Kylie Minogue, con la que por cierto colaboran en su disco de debut y de la que incluyen tema en sus directos. Y por ello, porque desorientan al más pintado, parece que algunos no se atreven a ahondar en su música. Mal hacen desde luego. Debates aparte, estoy bajo su hechizo todavía y eso ahora es superfluo para mí, me atrevo a afirmar que estamos ante un grupo que rompe moldes y sorprende gratamente. Comenzando por su apariencia. Sí, lo sé. Sé que es bastante frívolo fijarse en el aspecto, pero cuando vais a un restaurante o a una pastelería ¿verdad que los platos os entran por la vista y os apetece o no coméroslos? La fachada vende y Hurts lo saben, y lo saben tan bien que han hecho de ella su principal seña de identidad. Adam y Theo, y en extensión toda su banda, cuidan todo hasta el último de los detalles y es de agradecer. De sobras lo vemos en sus elaborados videoclips, donde aparecen como auténticos dandys, con poses elegantes, refinadas, dramáticas y perfectamente bien vestidos. Eso es, precisamente, lo que los cientos de fans que se agolpaban en la larguísima cola a las puertas de Apolo (no había sala más apropiada y bonita en Barcelona para una evento tan elegante y distinguido, todo hay que decirlo) querían ver por sí mismos y en directo. Aparte, claro está, de escuchar en vivo, de la voz clara y poderosamente afinada de Theo Hutchcraft, vocalista y alma máter del dúo, las canciones de su álbum de debut Happiness.
Pero antes de que el espectáculo diera comienzo, quiero mencionar la actuación de los teloneros de los de Manchester. Ingrato trabajo el de telonero, muchas veces, y demasiado poco valorado por el público. En este caso los encargados de romper el hielo y preparar el terreno a Hurts eran una banda que tocaban en casa, en su Barcelona natal, a pesar de cantar en inglés. De sonido electrónico y oscuro a medio camino entre The XX, Portishead (a quienes versionaron con gracia para terminar su actuación nada desdeñable), Fever Ray o Bat for Lashes, lograron mantener atento al público. Una banda de agradable escucha que creó una atmosfera capaz de calmar las emociones exaltadas por las ganas inmensas de ver a Hurts. Y una banda que, por cierto, responden a un nombre que no podía ser más apropiado para la ocasión: Stendhal Syndrome. Y digo apropiado, apropiadísimo, porque es precisamente así como nos dejaron a todos los allí presentes los de Manchester. Con todos y cada uno de los síntomas con los que este síndrome se manifiesta. Elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones o desvanecimientos fortuitos pueden sufrir los enfermos cuando estos son expuestos a obras de arte particularmente bellas y exuberantes. Y más o menos así acabamos todos, creo, después de la actuación de Hurts en Barcelona. Impactados por la belleza colosal de lo allí acontecido.
Adam y Theo aparecían sobre el escenario con la elegancia y la galantería propias de un modelo recién salido de una sesión de fotos para la portada de Vogue o de un anuncio de perfumes. Aunque en el caso concreto de Adam, su indumentaria era más propia a la de un personaje recién salido de una fotografía realizada con daguerrotipo en el siglo XIX. Impresiona verles en vivo. No parecen de este mundo, ni de este siglo. Son elegancia, glamour, estilo y clase elevados a la máxima potencia. Pulcramente peinados, engominados, afeitados y vestidos. Ni una arruga en sus trajes, camisas del blanco más puro que podáis imaginar, cuellos perfectos y abrochados hasta el último botón, hacían estremecer. Ellos y su banda, violinista incluida. Todos de absoluto blanco y negro. Todo estaba perfectamente estudiado, cada detalle. Las proyecciones en cada canción, la escenografía. Todo resulta hermoso. Impresiona y emociona a partes iguales.
El público se rindió a los pies de Hurts pies nada más verles con sus poses hieráticas, solemnes y no es de extrañar. Pero sobre todo cayó vencido nada más escuchar la voz de Theo igual de limpia, pulcra y clara que sus trajes e inmensamente bella. Y es que los de Manchester se desenvuelven con magnánima elegancia sobre las tablas, con la seguridad de los sabios, con una delicada soltura. Las canciones, las melodías, por su parte, suenan sin defectos, no hay lugar al error. Y tras cada canción no falta un GRACIAS y una rosa lanzada al público. Rosas que descansaban sobre el piano de Adam y que indicaban a medida que se iban agotando que el tiempo también lo hacía. Hurts son una versión romántica, que no cursi, de las bandas. Ver a Hurts en directo no es asistir a un concierto convencional, es algo extraordinario, más próximo a ir a la opera que a un concierto de pop o de rock al uso. Algo que se ha perdido, pero que aun así no está obsoleto, su música es de lo más actual, y sigue conmoviendo de igual modo. Así lo aprecia y valora su público que no dejó de aplaudir un momento, de ahí la ovación y los canticos de una sala entregada.
Hurts repasaron su único pero aun así redondo disco con sumo cuidado, en el que incluyeron además una canción de su adorada Kylie Minogue, que en voz de Theo Hutchcraft mejora y mucho. El repertorio se abrió con Unspoken, Silver Lining y Wonderful Life y contó además con dos temas nuevos, Mother Nature y Verona. Pero se hizo algo corto, por poner un algún pero. Hurts acarician cada tema, cuidándolos y al tiempo haciéndolo con su público, al que miman como el mejor y más distinguido anfitrión. Mostrándose delicados y cálidos en las baladas, que son unas cuantas, pero tremendamente enérgicos cuando la ocasión lo merece. Pero eso sí, sin despeinarse y sin sudar un ápice siquiera.
En resumen, lo que hicieron los de Manchester el pasado sábado en Barcelona fue sin duda una clase magistral de savoir a fair, educación, distinción, estilo y clase con la que dejaron impresionados a todos. Emocionados y conmovidos y algunos con los síntomas incipientes del Síndrome de Stendhal volvimos a casa satisfechos después de la velada en Apolo. No se puede asistir a una dosis de belleza, exquisitez y talento tal, parece increíble, ¿verdad? Pero no lo es, creedme, soy testigo y doy fe que Hurts, dentro de su singularidad, son de verdad. Devotion…save me now!