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Placebo: 20 años de sombras muy luminosas

El sábado amanecía gris y lluvioso en Madrid y la gente parecía vagar por las calles de la capital con más pena que gloria. Todo parecía prepararse para el concierto que Placebo ofrecería en el WiZink Center por la tarde.

Horas antes de la apertura de puertas se pudo ver a un gran número de fans haciendo cola para intentar conseguir primera fila y tener a sus ídolos lo más cerca posible. Pocos me parecieron, pero llovía, es entendible que la gente quisiera apurar al máximo bajo techo. Entre esas manos que sujetaban los paraguas se podían ver números escritos para mantener un supuesto orden en la cola, números que una persona o varias habían creído conveniente escribir bajo su propio criterio y adquiriendo una autoridad que nadie les había otorgado. ¿En serio es necesario seguir haciendo eso? Bajo mi punto de vista no, pero bueno, no he venido aquí a hablar de moralidad.

Como iba diciendo, los nervios se podían sentir, y se manifestaron en cuanto abrieron las puertas y todo el mundo empezó a correr todo lo que el personal de seguridad les permitió. Una estampida en toda regla y un baile de posiciones que demuestra que los numeritos no sirven para nada.

Tras una espera relativamente corta aparecían en escena los artistas invitados, Digital 21, entre los cuales podíamos encontrar a Stefan Olsdal, bajista (y mil cosas más) de Placebo. Un grupo de música electrónica fusionada con violines y otros instrumentos clásicos que fueron capaces de poner a bailar y calentar el WiZink para lo que se venía a continuación.

Con absoluta puntualidad británica, se encendían las pantallas de los visualEs del escenario para poner un vídeo que repasó los 20 años de Placebo, mientras sonaba Every You Every Me. Terminado el vídeo, aparecían en escena los protagonistas de la noche, Stefan Olsdal y el enigmático Brian Molko para abrir la velada con una canción que llevaban tiempo sin tocar porque ellos mismos habían empezado a odiarla, Pure Morning. El espectáculo había comenzado.

Hicieron repaso por toda su carrera, y no hay disco que dejaran sin tocar. Loud like love, Jesus Son, Soulmates, Space Monkey fueron algunas de las canciones que sonaron haciendo repaso por su larga trayectoria. Con un Brian Molko simpático atreviéndose con el español y un público entregado que le cantó el Cumpleaños Feliz, la noche iba rodada.

Special needs, Too many friends y Song to say goodbye, que son mis tres favoritas, también sonaron, pero el momento emotivo de la noche llegó cuando los británicos interpretaron Without you I´m nothing, acompañada de imágenes de David Bowie con Molko, imposible no ver alguna lágrima caer.

Pero no todo iban a ser lágrimas, el concierto también tuvo su nota reivindicativa, y tras el primer encore sonó Nancy Boy, momento en el que Stefan cambió su bajo habitual por uno con los colores de la bandera del colectivo LGTB. Seguida vino Infra-red, acompañada de visuals de una cajetilla de tabaco que mostraban el rostro deformado de Donald Trump acompañado del mensaje “Seriously harms you and others around you” (Te hiere a ti y a todos los que te rodean). Tras esto se fueron del escenario para no volver, o al menos esa impresión daba porque cuando parecía que todo había acabado, volvieron a aparecer en escena para cantar su particular versión de Running up that hill de Kate Bush. ¿La verdad? No se me ocurre mejor forma de acabar un concierto de Placebo.

Todo había terminado, la oscuridad desapareció y entre la luminosidad pude encontrar caras de absoluta felicidad. Por cosas como estas amo la música en vivo. Por cosas como esas el sábado empecé a adorar a Placebo en directo.

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