Seguro que decís, «¡Cómo molan estos chicos de Crazyminds que se han ido al Nos Alive«! Y sí, lo hemos disfrutado un montón.
Aunque el cartel era similar al de su hermano español BBK Live, la idea de dar el salto a otros horizontes era una idea alentadora. El abono tiene un precio similar a otros de su mismo nivel y como sin prueba no hay error o éxito, allá que nos fuimos.
El festival dura tres días, echamos de menos un poco de vida festivalera diurna como ofrecen otras citas nacionales, pero las tardes y noches eran tan intensas que más valía guardar fuerzas para estas horas durante día y aprovecharlas en la ciudad lisboeta. Situado a media hora en tren del centro de la capital lusa, el Nos Alive compite con otros eventos como el Super Bock o el Paredes de Coura.
A nivel general, el festival merece muy buena nota en muchos aspectos. En el nivel técnico, los conciertos sonaron muy bien en general, salvo alguna vez que el aire distorsionó un poco, la calidad fue suprema.
Nos gustó mucho la gestión de las filas, la variedad de gastronomía (mucho apoyo a la industria local, opciones vegetarianas y para alérgicos e intolerantes), precios populares, amabilidad a raudales, muchos baños y siempre limpios. Parecen cosas menudas, pero cuando estás pasando muchas horas en un sitio, es fundamental encontrarse bien, como en casa vamos.
Nos gustó algo menos esperar tanto para volver a casa, pero siempre es complicada la «operación retorno» y más cuando miles de personas van en tu misma dirección.
Tras este prólogo, nos centraremos en la música, que fue nuestra razón de ser en este maravilloso lugar.
Jueves 9
Nuestra primera toma de contacto con el festival fue el final de The Wombats, eso sí, de forma muy oportuna llegamos a poder escuchar su gran hit Let’s dance to Joy Division. Aunque sólo pudimos vivir una pequeña parte, nos fuimos contentos.
Decidimos integrarnos en la otra parte del festival, dondefutbolines, dj’s y otras cosas de entretenimiento nos amenizaron el camino hasta el escenario donde nos daríamos de bruces con Young Fathers, la banda de hip hop que proviene de Escocia. Con sólo dos discos, han sabido darle un ligero toque pop a este estilo. Nos convencieron.
Aprovechamos que nos habíamos instalado bastante bien dentro del meollo de gente que es este festival para poder vivir de cerca de Ben Harper y su banda y no decepcionó.
El cantante californiano va rodeado de un séquito impresionante y esto, unido a su destreza y polivalencia, nos dieron una clase magistral de música, pasando por el rock americano a sabores mucho más multiculturales. Y es que Ben Harper no viajaba solo, iba con The Innocent Criminals. El resultado final fue muy bueno y entretenido.
El siguiente concierto se desarrolló en el escenario Heineken, mucho más pequeño, pero por donde han pasado quizás los mejores conciertos del festival, salvo excepciones. Y allí nos esperaba Metronomy, esa pequeña gran formación que tan llenos de elegancia musical siempre se encuentran.
Con una puesta en escena más discreta que otras veces supieron animar al público al son de sus clásicos The Look o I’m Aquarius.
Tras el paso de los ingleses, tocaba tomar posiciones, y no sólo por Muse, sino porque antes pasaba otra gran banda: Alt-J.
Los de Leeds cuidan todos losdetalles al máximo, generando un clima hipnótico a base de los juegos de imágenes, un sonido delicado. Tienen un directo puro y elegante, alto lento para un festival pero que sería maravilloso para disfrutar en un recinto propio para este directo tan especial. Los acompañamientos de piano y voz recuerdan levemente a Sigur Rós, aunque todo lo que les rodea es algo más hype, pero muy bien trabajado sobre todo en vivo.
Abriendo con Hunger of the pine supieron dirigir perfectamente el ritmo de su espectáculo. Nos quedamos con ganas de verles en otro contexto más íntimo.
Lástima que no vengan de gira.
Turno para Muse. Sí, Muse. Unas 50.000 personas se congregaron allí para ver quizás la banda más popular de los últimos años, herederos del trono de otras grandes formaciones de las islas británicas. Hay quién vacila diciendo que Matt Bellamy es el Freddie Mercury del siglo XXI. Es un adjetivo muy osado, pero tiene una voz prodigiosa y una maestría a la guitarra que le hace, como mínimo, ser portador de grandes halagos.
Muse venía a presentar Drones en directo, álbum que les devuelve a sus orígenes más rockeros y deja un poco de lado esa magnificiencia que para algunos resulta pomposa y pretenciosa. Pero Muse sabía que no sólo presentaba disco sino que sus feligreses, que provenían de cualquier punto del mundo, necesitaba pegarse un baño de greatest hits. Y cumplieron.
Me hubiera gustado un sonido todavía más envolvente, pero la actitud de Matt, Dom y Chris fue de entrega absoluta y de devoción hacia las masas, regalándonos canciones como Starlight, Plug in Baby o nuevos singles como Death Inside. Cerrando con Knight of Cydonia, se pasearon cómodamente por su discografía (faltaron temas, pero 20 años de carrera son irresumibles) y no decepcionaron ni un ápice. El espectáculo, más ligero que en otras ocasiones, fue el acompañamiento perfecto a una gran noche.
Tras darlo absolutamente todo, nos retiramos, porque como se dice en la jerga festivalera «una retirada a tiempo, es una victoria para el día siguiente».
Viernes 10
Lo que parecía la típica jornada tranquila del festival, se convirtió en una noche bastante buena en cuanto a conciertos.
Abrimos la tarde, aún de día, con Bleachers. El grupo proveniente de Nueva York era una opción simpática para debutar nuestro periplo por los escenarios y se convirtió en prácticamente nuestro mejor concierto. Sólo tienen un disco, pero está lleno de buenas canciones. Tras dejar de lado a Fun por un tiempo, Jack Antonoff ha creado un concepto lleno de vida y guitarras por doquier.
Su directo, bravo y enérgico nos conquistó en absoluto, salieron con ganas de comerse el escenario y nos llenaron de fuerza para no dejar de bailar. Rollercoaster o I wanna get better o una atrevida versión de Go your own way de Fleetwood Mac, nos hicieron pasarlo genial, ¡No os los perdáis!
Cambiamos de tercio, en teoría a un grupo también animado, los australianos Sheppard, que al menos para nosotros, no cubren ni el expediente musical ni de entretenimiento, es una banda de un sólo hit y pasarán a la historia por Geronimo, no por su virtuosismo. Ni fú ni fá, la verdad.
Tras este hiatus que nos dejó algo frío, teníamos ganas de volver a partir la pista de baile y por eso nos fuimos corriendo a ver a The Ting Things. Personalmente tenía ciertas reservas frente al directo que nos podrían ofrecer los chicos de Manchester, pero resultó que fue un concierto lleno de conexión y electricidad.
Si bien es cierto que su último trabajo, Super Critical, no es una obra maestra, tienen canciones enormes que lucir en conciertos como los clásicos That’s not my name o Great Dj. Y la verdad que entre los extraños bailes de Katie y en general, el buen desarrollo del directo, nos lo pasamos especialmente bien. No fallaron.
Nos fuimos a ver a Mumford and Sons ya que queríamos ser testigos del cambio de sonido y la verdad es que tras haberlos visto en su pleno apogeo folk, les vimos algo fríos. Tocan bien porque son buenos músicos, pero faltó algo, ese cordón invisible poderoso que une a bandas con público. Faltó entretenimiento. No creemos que se merezcan una crítica envenenada de su directo, pero sí nos gustaría ver la maestría del anterior disco.
Tras este pequeño bache, volvimos al escenario pequeño, nuestro pequeño reducto de paz. Y es que nos esperaban los inmensos Future Islands. El que piense que esto es un fenómeno pasajero…Error.
Su directo es tan intenso que golpea, la ya consabida actitud de Sam Herring perfora el alma como con una taladradora, esa forma de cantar tan emocionante hace que uno salga del concierto como si le hubieran apaleado muy fuerte. Nos volvieron a emocionar y a encantar, muy al margen de reventar la carpa como Seasons (waiting on you), se hubieran merecido un escenario principal porque la calidad del sonido era muy destacable y ofrecieron uno de los mejores conciertos del festival. No merece ni destacar que el set list fue glorioso: A dream of you and me, The Chase, Sun in the morning…
Tras este concierto tan intenso, venía otro de órdago y es que James Blake llegaba a regalarnos la paz gracias a su sonido particular, a camino entre muchos estilos pero tan personal que sólo él y otros pocos elegidos, saben ejecutar. Abrió con dos de sus canciones más increíbles I never learnt to share y Limit to your love. La gente rompía en aplausos como si de una sesión de jazz se tratara, precioso. Además, presentó Radio Silence, canción que estará en su tercer largo.
Magnífico, gran futuro de auguramos.
Decidimos cerrar la noche aquí, flotando con las teclas de James Blake en una jornada en la que el pez pequeño se comió al pez gordo.
Sábado 11
La última jornada se presentaba algo ecléctica. Abrimos la velada con Counting Crows, que atrajo la atención de jóvenes generaciones y otros veteranos, supieron entretenernos y es que tampoco esperábamos grandes proezas pero estuvieron equilibrados y divertidos. Además, para ser un tipo mítico, el cantante se paseó por todo el festival cuál anónimo, sin molestarle nada ni nadie, ¡Nos gusta!
Dimos una oportunidad a Sam Smith ya que estábamos ya que era el reclamo principal, pero nos desplazamos a ver a Mogwai, que aunque para festivales sigo sin verlo, su sonido inmenso nos ayudó a volver a realidad de un concierto de música independiente. Siempre saben defender sus directos con arte y que es nadie puede decir nada malo de ellos.
y de bandas míticas iba otra vez nuestro querido escenario Heineken y en esta ocasión era el turno para The Jesus and the Mary Chain, interpretando en exclusiva Psycho Candy. Fue maravilloso volver a los años 80, a la oscuridad, sin ornamentación y mucha pureza, se desenvolvieron tranquilamente, a pesar de que fue el concierto donde había menos gente. Entendemos que suena a clásico, pero son básicos para entender la historia de la música actual y este disco es un must have.
El festival daba sus últimos coletazos y tras un Chef Faker correcto y confirmado a última hora, con muy buena calidad de sonido, nos fuimos a bailar con el terremoto de Harlem: Azealia Banks.
No es algo que me emocione ya sea porque no soy una devota del género musical que trabaja o ya sea porque no le encuentro el mérito vocal, pero Azealia Banks es fiesta y es locura. Al menos salimos con una mejor sensación y con las caderas dislocadas.
Se acababa el festival, pero el Nos Alive colocaba estratégicamente a los grandes herederos de Daft Punk: Disclosure. A la 1 en punto, miles de personas se arremolinaban y abandonaban en la cabina de clubbing al gran Erol Alkan para dejarse llevar por los grandes temas de estos chicos, ¡Gran broche de la noche!
Y aquí se acabó nuestro gran paso por el Nos Alive, una gran baza para vivir música en directo si a uno le apetece traspasar fronteras para disfrutar de lo mejor del panorama musical internacional a tan sólo dos pasos (y algunas autopistas de peaje) de inmensos conciertos.