InicioConciertos - ArchivoNick Cave: La filosofia del martillo

Nick Cave: La filosofia del martillo

21 de mayo de 2015.

 

Auditori del Forum, Barcelona.

 

A dos años de la última visita de Nick Cave en Barcelona, en el marco del Primavera Sound, el australiano volvió a pisar fuerte, esta vez en una cita intima y cercana (quizás demasiado cercana) en un Auditori del Forum con sold out, y completamente entregado.

Demasiado cercana porque Cave decidió romper con el concepto de concierto en un auditorio. Nada de corbatas, ni manos en la barbilla contemplando al artista, y tampoco una relación aséptica entre público y banda.
El australiano animó a que el público se acercara al escenario, y así fue; primero fueron tímidos fans en trance que iniciaron un goteo de público que acabó siendo una marea.
Así lo quiso y así fue. Pero no fue suficiente, en el cuarto tema Nick escaló sobre carne y butacas para plantarse hasta la cuarta fila y elevarse en medio de un auditorio convertido en un baño de masas.

En lo musical, la grandeza de los Bad Seeds está fuera de toda duda. Después de perder guitarrista y decidir no buscar un sustituto, se encuentran con un formato más reducido, pero como siempre con un Warren Ellis multiusos capaz de tocar el violín o rasgarlo, guitarrear o tocar la acordeón, o un Thomas Wydler enorme en la batería… Como siempre, el grupo es un reloj suizo.

Abrieron con Water’s Edge, de su último trabajo, del que cayeron una orgiástica Higgs Boson Blues, que fue el desencadenante de que Cave se desatara, una acelerada Jubille Street, We No Who U R en el bis y la ceremoniosa Push The Sky Away con la que se cerró el concierto. Todas sonaron engrandecidas en el directo y dieron muestra de que el último álbum del australiano puede convertirse en un clásico futuro dentro de su discografía.

Entre estos temas, unas versiones a piano de The Weeping Song, The Ship Song o Into My Arms interpretadas para tocar la fibra sensible, emocionantes hasta la médula. Y de la vertiente más visceral, una From Her To Eternity, que quizás fue de las veces que mejor ha sonado en directo, y Tupelo o The Mercy Seat dando esa faceta agresiva de los primeros pasos de los Bad Seeds.

Esta gira se presentaba como un evento único e irrepetible. Nick Cave no es un bocazas, nunca lo ha sido. Rompió moldes, adaptó el espacio a su manera, descontroló al público pero a la misma vez lo domó a su voluntad. Estuvo agresivo, cercano, sonriente a veces, sentimental con unas canciones, intimidante en otras, y sobretodo enorme.
Lejos queda su etapa de negación hacia el público; con la edad adulta ha llegado a necesitar a su audiencia, a disfrutar de ella. Y le da igual que sea un festival con 10.000 personas de público o un auditorio, él quiere su dosis de carne, y nosotros adoramos sus huesos.

Quizás este descontrol no fuera del agradado de todo el público, sobretodo de los que tenían asientos en primera fila, lo cual es comprensible. Pero… no nos gusta Nick Cave porque ataja lo establecido, básicamente por todo lo contrario. Si quiso desmontar el concepto de auditorio es algo que no nos debería sorprender viniendo de él, y que algunos celebramos. La parte de público que no le gustó puede ir a escuchar opera o jazz en recintos similares, donde los artistas son divinidades que no tocan el suelo y que no quieren ni rozar a su público.

spot_img