InicioConciertos - ArchivoNeil Halstead vs The Velvet Underground & Nico: Osadía en terreno propio

Neil Halstead vs The Velvet Underground & Nico: Osadía en terreno propio

 


Sólo dos acordes de guitarra necesitó la voz de Neil Halstead, siempre dulce, siempre aterciopelada, para acariciar el comienzo de Sunday Morning y despejar los fantasmas. Porque podía haber escépticos, claro; no todos los días alguien decide afrontar de principio a fin The Velvet Underground & Nico. Incluso para Halstead, que ha escrito páginas memorables con Slowdive y Mojave 3, las suspicacias estaban justificadas ante un juego, cuando menos, atrevido y lleno de riesgos.

Pero tras maravillar con una sublime versión de Sunday Morning ya no quedó ni una duda. Si se trataba de un juego, Halstead sabía que debía llevar la partida a su terreno: el del pop ensoñador, las atmósferas nebulosas y los coros radiantes. Tal fue el impacto de la primera canción que el público quedó en completo silencio y el cantante llamó la atención. Acompañado por una banda más que competente, Halstead limó todas las asperezas de I’m Waiting For The Man y, una vez limpia, dejó al descubierto un esqueleto pop que siempre estuvo ahí.

Con Femme Fatale llegó la inevitable nostalgia: todavía somos muchos los que echamos de menos a Mojave 3. De ninguna manera podía Halstead desperdiciar un material tan melódico y brillante y la bordó, como haría después con I’ll Be Your Mirror. Las dos guitarras se buscaban y entretejían en el eco, siempre bajo control, y los coros de la teclista redondeaban una sensación de pop mayúsculo, que con There She Goes Again recibió un pequeño impulso rítmico en una versión que recordó a la que tan bien hacía R.E.M. en sus comienzos.

No obstante, la verdadera prueba de la noche era ver cómo saldría de los cortes más complejos y agresivos de Reed y compañía. Es cierto que a Venus In Furs le faltó la característica y extravagante viola de John Cale, pero Halstead supo sacar el laberinto sonoro de la canción. Parecía que no podía (ni debía) competir con la fiereza de Reed y optaba por un perfil más bajo, más discreto, aunque eso le alejara del significado rupturista y arrebatador del disco. Más airoso salió de All Tomorrow’s Parties, cargada de misterio, y de Heroine, un viaje narcótico tan ondulante e intenso como la original. Pero, ay, Halstead no acababa de morder, de hincar el colmillo. Las canciones de The Velvet Underground pedían, quizá, un punto más de provocación, de intención, de salirse de la vía, pero Halstead sabía a lo que quería jugar. No debía imitar sino trasladar el disco a su estilo, casi siempre marcado por la contención. Sólo en European Son se permitió el lujo de apretar el acelerador, pero quedó a kilómetros de distancia de la enloquecida jam original.

No obstante, el público disfrutó de lo lindo, embelesado con la belleza de las armonías de Halstead y su carácter afable. Tras una hora escasa, la banda abandonó el escenario y Halstead acometió los bises armado sólo con su guitarra y su frondosa barba. Canciones acústicas, delicadas, tiernas y de inspiración folk como Tied To You, Hi-lo And In Between o In Love With A View, otro precioso tema que rompió el corazón de los amantes de Mojave 3.

Al final resultó una noche de placentera belleza, cierta osadía artística y palpable talento en la que Neil Halstead homenajeó con respeto pero originalidad unas canciones que ya casi tienen 50 años; unas canciones que permanecen deslumbrantes, pero que fueron vestidas de otra manera, trasladadas a otro territorio, barnizadas con la acogedora voz de Halstead, aunque se echara en falta más audacia y riesgo para llegar a la excelencia del original. Así, no fue el disco como lo recordábamos, pero sirvió para que nos acordáramos de algunas razones por las que lo amamos tanto.

 

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