Lugar: Madrid, Sala Joy Eslava
Fecha: 24 de marzo de 2011
La sala repleta hasta los topes, gente tranquila e impaciente por ver al maestro de ceremonias, tras el escenario sobrio una lona con la ilustración del asturiano Adolfo P. Suarez como único decorado.
Y es que hay que ser Nacho Vegas para poder hacer lo que Nacho Vegas hizo el jueves en Madrid. Hay que ser Nacho para mantener a novecientas personas en silencio y comiendo de tu mano sin decir una palabra hasta la décima canción, y arreglarlo con un sencillo «Buenas noches que antes me he olvidado». Hay que ser él o estar muy loco para no mostrar ni un atisbo de emoción en una hora y tres cuartos de concierto. Salvo una breve mueca de incredulidad con sonrisa socarrona al oír un grito que sobresale del público: ¡Olvídate de ella Nacho!
Pero hay que conocer la carrera de este cantautor para saber que lo que pasó el jueves fue simplemente que cerca de mil personas encajamos durante casi dos horas en el imaginario de Nacho. No hubo bailes ni gritos, ni grandes muestras de devoción sonora. Pero la emoción contenida retumbaba por toda la sala.
El concierto fue in crescendo. El cantautor de Gijón abrió con poca energía cantando Cuando te canses de mi y Cosas que no hay que contar pero poco a poco fue ganando en intensidad y presencia. De La Zona Sucia sonó casi todo, destacando la excepcional interpretación de La gran broma final y el final energético con El mercado de Sonora.
Del Manifiesto Desastre sobrevivieron en directo Detener el tiempo y Dry Martini S.A. Por otro lado, parece que Nacho ha revisado últimamente su discografía a fondo y eso es una suerte, porque el concierto estuvo plagado de guiños a sus minis y a los trabajos colaborativos con Bunbury y Christina Rosenvinge (presente en el concierto, en forma corpórea, aparte de la emocional). Del primero sonó Va a empezar a llover y del segundo la enorme Me he perdido.
De entre las perlas recuperadas, destacar como momento casi místico a Nacho en el primer bis y en solitario cantando La canción del extranjero, excelente versión del tema de Leonard Cohen y emoción a raudales.
En el plano instrumental cabe destacar el buen trabajo de Xel Pereda y Abraham Boba (que ha ganado protagonismo poco a poco). Xel se marcó un conciertazo y a ratos sirvió la energía extra que le pudo faltar a Nacho. También puso la nota curiosa lanzando por los aires, al acabar, una guitarra que le dio varios problemas durante el concierto.
En resumen, los fieles de esa religión de taberna y smoking room que escribe Nacho disfrutamos de una liturgia más, y nos quedamos con ganas de volverlo a ver cuando la gira esté más rodada. Pero nos fuimos de Madrid con muy buen sabor de boca y con los oídos y las venas un poco más sucios de música de verdad.