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Morcheeba: La homilía del arcángel negro.

morcheeba

 


Foto: Paty Rey.

3 de diciembre de 2013.
Sala But (Madrid).

 

La ciudad te envuelve en su halo de indiferencia habitual. Ella, tan colmada de encantos superficiales, desemboca en el manantial de la música eterna. Muy próximo a la parada de metro de Tribunal en Malasaña. En el interior del templo que acoge ese valioso tesoro se agolpa una multitud deseosa de entonar viejos cánticos a la divinidad noventera de la fertilidad. Las multitudes copan una superficie circular de nombre But. Su disposición se antoja fundamental para generar un ambiente de club de los setenta que recuerda tiempos mejores. Las chicas de la planta de arriba bailan despreocupadas antes de contemplar el renacimiento de Venus.

Los talentosos sacerdotes de la diva aparecen en escena. Todo se puebla de pantallas lumínicas. En un futuro cercano acudiremos a conciertos cuyo escenario sea ocupado por una pantalla gigante de revelado digital de fotos.

Ella se abre paso entre las pantallitas y se transmuta en una hermosa escultura perfilada en ébano proveniente de las zonas más recónditas del espíritu humano. Su vaporoso vestido deja al descubierto unas piernas interminables que hablan con dulzura de amor y esperanza. Ella son mil mujeres. Puta y santa. Casta y libertina. Súcubo y arcángel. Todas las coristas quieres ser Skye y seducir mediante su poderosa magia blanca.

La luz de su sonrisa ilumina Make believer, donde refleja la bella oscuridad Trip Hop de su glorioso pasado en un tema extraído de su último trabajo. Sus profundos ojos oscuros se posan sobre una sala donde las sombras de los ausentes sorprenden. No obstante, ella es compresiva y sabe que las almas de los infortunados que no pudieron pagar el coste de las entraditas mora en esos huecos hirientes. La realidad social abusa cruelmente de la hermosa ficción que trata de entonar Morcheeba.

No hay marcha atrás. La mente abandona el cuerpo. No hay juez ni veredicto. Te encuentras en las inmensidad rodeado de una tímida multitud ajena al fin a sus miedos y desesperanzas. La voz de la diva se bifurca en varios brazos que mecen tu alma. Sientes paz, luz y gratitud. ¿Existe realmente esa felicidad o es pura mascarada? Never an easy way, Part of the proccess o The Sea elevan mi espíritu hasta fundirse en las palabras de Skye. Las estridencias acústicas del gran Ross Godfrey y su desafiante guitarra se postran ante su musa de piel oscura. El sonido, inmejorable. Los hermanos Godfrey sonríen en su nueva aventura junto a Skye.

Todos ellos son músicos contrastados que mutan en chamanes conductores de melodías. Los conjuros de Skye se disuelven en una increíble fase del concierto hacia la que nos dirigimos sin remedio. La nostalgia se cuelga del brazo de Gimme your love. Tras escuchar su primera estrofa el público despierta de su letargo espiritual y comunica con la divinidad de ébano que preside el altar de la But. Ella se acerca a sus devotos seguidores, les guiña un ojo y les apacigua. Se trata de la verdadera comunión, aunque sin hostia y con cerveza en lugar de sangre. Nuestra devoción aumenta a través de salmos que entonamos con devoción: Shoulder Holster, Otherwise y Crimson.

De repente, todo se torna confuso convirtiendo un evento místico en una fiesta pagana descontrolada de pasión y subidón. Suena Let’s Dance de Bowie y los sentimientos a flor de piel estallan enviando su polen en todas las direcciones de la sala. Skye conoce sus encantos, sabe introducir pausas dramáticas, elevar el listón de su prodigiosa voz para después susurrarte y maneja todos los trucos escénicos. Tales habilidades convierten un cover presuntuoso en una pieza de coleccionista que suena diferente y fresco. La diversión se refleja en los rostros que nos rodean. Gracias Morcheeba.

Los recuerdos se agolpan en mi mente. Suena Trigger hippy y explota el escaso raciocinio presente en la sala, consciente de lo efímero del momento. Blindfold y Release me now echan el cierre del concierto. La divinidad se marcha custodiada por sus sacerdotes. Muchos aguardan su regreso protocolario. Yo no. Los espectáculos tienen un principio y un final. Sin embargo, los músicos siempre vuelven. El ego de las divinidades no permite coitus interruptus en el placer de gran parte de sus devotos seguidores.

Tras un breve refrigerio regresan con sus últimos salmos a modo de medley. Uno de los temores compartidos por muchos de que la publicitaria y ultra-comercial Rome wasn’t built in a day apareciera en los bises se cumple. Eran infundados. En directo la estridencia se apodera de un tema bientencionado y lo convierte en una bomba de energía que posee tu cerebro. I’m fall apart, Rome wasn’t built in a day y Face of danger se fusionan y los feligreses enfervorecidos acompañan con sus cuerdas vocales la melodiosa voz de nuestra diva.

Una vez se marcha Morcheeba regresamos a nuestra vida terrenal en donde los ángeles negros no son guías sino demonios que nunca se marchitan. Afortunadamente la música de estos trip-hoperos nos sitúa por encima de esa realidad. Descubrir la existencia de la dulzura encerrada en un cuerpo de mujer no sucede cada noche. Sin duda, su voz seguirá guiando mis días grises y en la memoria siempre tendré reservado un hueco para esa homilía pagana llamada Morcheeba en la que únicamente eché en falta One Love Karma.

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