Este sábado le tocó visitar nuestra capital al reputado trío canadiense de hardcore punk METZ, fue en la Sala Lemon a las 21:30 (con su correspondiente retraso) y el público madrileño se mostró tan inconsciente como siempre.
En nuestra ciudad gran parte de los asistentes a este tipo de shows tienen una imperante manía de hablar que parece no terminar, hablar antes, hablar en los descansos hablar durante las canciones, hablar en medio de un potente riff… Uno se pregunta a que ha venido alguien, con lo tranquila y poco ruidosa que es la calle, o con lo barato que es el alcohol allí, y también se pregunta que se puede estar comentando durante 45 minutos sin descanso que sea tan emocionante como ver a una de las bandas punteras del género y que reside a miles de kilómetros.
Pero esto no es sólo una queja al público que fue -que además estaba frío como témpano mientras Alex Edkins preguntaba una y otra vez con desconcierto si realmente estaban disfrutando- es una queja para el que no lo hizo, porque en la sala cabía bastante más gente. La Lemon dio bastante la talla a pesar de su extraño diseño con una columna en todo el medio que hacía peligrar el más mínimo amago de pogo, el escenario a una gran altura, y su disposición horizontal, con gente viendo el concierto de lateral y apenas 10 filas entre el escenario y el final de la sala. A eso se le sumó cierta falta de definición en el sonido de la guitarra y el bajo, que hacían palidecer ciertos detalles técnicos que en los álbumes de METZ suenan perfectos y que en directo no podíamos ni diferenciar.
El concierto fue tan breve como la discografía de los canadienses, a los que no podemos echarles en cara es su falta de entrega, el directo fue eléctrico, lleno de hits, combinando canciones del debut y presentando a ratos su nuevo álbum, avisando, o simplemente con cortes vertiginosos que le hacían a uno perder el equilibrio. Abrieron con Hadache, seguida inmediatamente de Sipt You Out, donde ya esperaban tener al público en el bolsillo, pero no lo lograron (o coincidió una buena cantidad de gente que disfruta del hardcore en el mero estatismo). Los momentos en los que se consumó cierta complicidad entre público y artista fueron en Acetate, Wet Blanket y la intensísima Kicking a Can of Worms (de lo mejor que nos podíamos imaginar en vivo) que además enlazaron con otro tema. Con ellas destacaron por su intensidad Rats y The Swimmer, aunque la actitud sobre el escenario fue intachable y no hubo en realidad temas mal interpretados. Si hubiese alguna pega que ponerles a METZ diríamos Edkins no llegaba a todos los alaridos que pega durante sus álbumes, y en algunas ocasiones bajaba tonos de forma desordenada, los acortaba, o simplemente hablaba alguna línea sin ningún tipo de complejo, lo cual resultaba poco profesional o desmotivante.
Tal como vinieron se fueron, y a pesar de jugar con todo en contra el trío se marcó un gran directo, que aunque no estuviese a la altura de la mitifiación que recibe en la gira internacional, es bastante divertido y necesario de ver. Nos preguntamos con esto, como será verles en una ciudad en la que sean bien recibidos y tengan las cosas a su favor, en la que jueguen como locales y el público responda a lo que está viendo.