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Metric saldan su deuda con el público madrileño de la mejor manera posible

Si 18 son los años que Metric llevan en esto de la música, 18 son también los que llevaban sin tocar en Madrid. Pero los canadienses se resarcieron este fin de semana con 90 minutos en la Sala But que bien valieron la espera. El motivo de la visita era la presentación de Art of Doubt (2018), el séptimo LP de la banda, con el que muchos han celebrado su retorno al sonido más guitarrero de sus orígenes en detrimento de la profusión de sintetizadores y bailoteos de sus dos anteriores trabajos. A medio camino entre el guitarreo y los teclados, ¿consiguieron sonar tan certeros y optimistas como en sus discos? La respuesta no es solo “sí”, sino que añade “incluso mejor”.

Además de la obvia presentación del nuevo trabajo, el concierto repasó temas de Fantasies (2009) que fueron, por supuesto, celebradísimos. Hubo canciones de Syntethica (2012) y Pagans In Vegas (2015) y algunas concesiones puntuales a sus trabajos más antiguos. Da igual, en realidad, porque parece que en la noche del sábado tocaran lo que tocaran a Metric todo les salía bien. Ya fuera el no parar de estribillos y subidones de su último disco, que cubrieron prácticamente la primera mitad del show, o momentos tan synthpoperos como Breathing Underwater o Artificial Nocturne.

Entre sintes y estribillos

Emily Haines se movía con una soltura envidiable sobre las tablas mientras su voz, pasado el primer tema, no flojeaba ni una vez. Acompañándola, la guitarra de un James Shaw en estado de gracia, creciéndose en cada riff (solo patinó un poquitín hacia el final) y haciendo las delicias del público más guitarrero. En el cuarto tema del setlist, Dressed To Suppress, los canadienses ya habían metido la quinta marcha, con un público completamente entregado al explosivo pero perfectamente medido tormentón de pop que se les echaba encima. Hacia la mitad del show, algunos fans entregaban desde las primeras filas una botella de cava a Haines y la banda cada vez parecía más cómoda ante el público.

Las canciones de Art of Doubt fluyeron como la seda, desde las oscuridades del tema que da nombre al disco hasta la emotividad de Seven Rules y pasando por el desmelene de Holding OutNow Or Never Now marcó un punto de inflexión en la actuación. Con el que es uno de los pelotazos más indiscutibles del nuevo disco, Metric se lanzaron a interpretar las canciones con las que nos capturaron a muchos, allá por los principios de esta década: Gimme Sympathy, Sick Muse y Gold Guns Girls. A medida que se acercaban los bises, las canciones del Fantasies imprimían velocidad al concierto y la guitarra de Shaw iba ganando protagonismo para acabar en un par de momentos bastante apoteósicos.

En los bises se pudo disfrutar de un par de clásicos de la banda como Combat Baby y Dead Disco antes de un emocionante cierre con Help I’m Alive, que arrancó sosegada y acabó por todo lo alto. Metric son una de esas bandas que si quisieran marcarse dos horas y media de canciones con sabor a hit, estribillos de los que ponen del revés incluso al más escéptico y de optimismo colorista, no tendrían que rebuscar mucho en su discografía. En este caso les bastó con poco más de hora y media para llevarse al público en el bolsillo. Y lo hicieron con un concierto al que lo único que se le podría echar en cara sería el no haber sucedido antes.

Honestidad, optimismo y disfrute

Lo cierto es que los canadienses elaboraron un sonido certero que funcionó de maravilla (al menos en la parte trasera de la sala, no respondo de cómo se oyera aquello en las primeras filas), con un setlist armado con sentido común, bien medido para satisfacer tanto a quienes hayan disfrutado de sus aventuras por el synth-pop como para los que asistieran buscando guitarrazos explosivos y estribillos para corear. Se apreció en el grupo un interés sincero por presentar un show disfrutable y divertido, cosa que consiguieron con creces.

Tal vez Metric hayan abandonado el interés por innovar o reinventar su propio sonido (creo que la última vez que lo intentaron fue con Synthetica), pero su pop, su rock alternativo cantable y su vitalidad confirman que siguen siendo una banda memorable. Solo esperamos no tener que esperar 18 años para volver a verlos. O, sin ir más lejos, que se dejen caer por alguna de las confirmaciones festivaleras que van desgranándose estos días.

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