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Marvin CDMX o el Premio Cervantes

Será por esto de que La 2 de TVE se agitó con la entrega de un Cervantes durante dos años consecutivos y de corrido a literatos del otro lado del océano, pero el acercamiento está en el aire. El pasado martes el Funhouse de Madrid tenía aires de hermanamiento, a saber; buen rollito, profesionales de la juerga – pues era martes-, parones técnicos bailongos y a El Meister como maestro de ceremonias en una velada a cargo de Marvin CDMX.

Dicho esto, antes de que maten al mensajero -o mensajera-, explico por qué las paredes siempre atestadas con instantáneas de TTSyndicate, Fuzztones y otros tantos, fueron ayer lo que Alcalá al Premio Cervantes; Quiero Club, lo que Octavio Paz a la literatura mexicana (un acierto seguro), y El Meister lo que… El Meister fue El Meister; representante por la parte peninsular y sorpresa muy grata.

Y tienen que disculparme por eso de que voy a empezar por el final pero, fue entonces que hubo un punto y aparte en la biografía de esta servidora… y es que una es más de patillas y bigote que de barbas colganderas, al margen de toda referencia político-histórica.

El caso es que Javier Vielba se ha quitado –al menos por un rato- el guardapolvos, ha cruzado la frontera y me ha gustado. Y he de decir que no ha sido fácil y que ha sido una conquista lenta, curtida en el fragor de la noche y a golpe de comillas. Quiero decir con esto que empezaron gustándome más sus referencias y terminó por convencerme al hacerme mover los pies y agitar la melena en giros locos.

No sé que me atravesó primero el corazón; si sería la alusión al padre del Esperpento por aquello que suscribía “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza” o la versión de Autosuficiente, por aquello de que una es muy fan, contra todo pronóstico, y de que se ha puesto de moda cantarle a Parálisis Permanente.

En cualquier caso, Autómata empezó tirando a electro-protesta y terminó siendo el culmen perfecto a una noche de equilibrios con tintes disco al más puro estilo Battiato.

Y sí señores, equilibrios, porque si a mí me costó encajar el punk rock duro de Los Viejos con el eclecticismo psicotropical de Carmen Costa; allí pocos parecieron despeinarse; un poco de pogo por aquí, unas cabezas al viento por allá y mucha zapatilla al doble bombo. Dicen desde Marvin CDMX que “Navigare necesse est” y así lo hacen hasta la última de sus propuestas o, lo que es lo mismo, hermanamiento.

De hecho, el calificativo de psicotropical puede que suene raro a los que se fueran para casa rodeados de viejos vinagres y con el aullido ratonero metido en la cabeza, pero yo les juro que hubo contoneo leve de cadera y que vienen del mar. Es martes. Sí. Juventud divino tesoro.

Precisamente eso derrocharon desde Quiero Club; juventud y belleza de las que se pactan con el diablo. Bonitas las camisetas, bonita ella y bonito ese aire como de quien acaba de salir del instituto. Divertidos desde el remake audiovisual de Time to pretend (MGMT), sólo puedo asegurar que, más que verlos, hay que vivirlos. Si Chvrches fuera hispanohablante querría ser Quiero Club.

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