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Madrid no está Muerta. Converse Make Noise 2014

El Converse Make Noise de Malasaña ha sido una mezcla de todo tipo de sensaciones, constantes subidas y bajadas, grandes momentos y también partes seguramente olvidables. Y es que apostar por levantar el panorama alternativo de la capital es tan atrevido y esperanzador como arriesgado, por tanto todas las grandes emociones de vez en cuando se ven manchadas por pequeños problemas e inconvenientes.
El panorama de la mañana fue por lo general bastante descafeinado, unos pocos madrugadores pudimos ir a la Tienda Cuervo y ver a las tres bandas que abrían la jornada musical:
Hardcute Ukelele. Nos dieron una lección de naturalidad y cercanía que ayudó a no desconcertarse por sus letras de humor negro y sus coñas que en ocasiones resultaban más personales que para el público. Tocaron El Ciclo Sin Fin, de El Rey León, entre otras versiones con letras modificadas ligeramente, traducidas al castellano, y tres o cuatro acordes.
El Dúo Divergente. Este “dúo” (cuarteto en el directo) se confirmó como uno de los grandes aciertos de la organización; a pesar del ambiente familiar, el horario y el local, pudimos disfrutar de la hipercarismática cantante que bailaba con las maracas y sin ellas como si lo hiciese por casa. A pesar de no hacer ni un solo acorde correctamente y llenar sus gritos rockanrolleros de gallos, transmitió una enorme sensación de comodidad a los presentes y nos divirtió durante los apenas 35 minutos que pudimos disfrutar de ellos, dando una lección de confianza y de cómo se completa una buena actuación, que en absoluto tiene que ver con hacerlo todo perfectamente, sino con transmitir al público todo lo que se desea, y que acabó tarareando melodías y cantando frases como “Eres muy mayor para ir en patinete”.
Celica XX. Una de las bandas que más nombre tenían en el festival y la que más inesperada era en este horario. El portento musical que esperas de meter a 6 músicos en un directo se va un poco cuando ves que uno únicamente toca la pandereta y que el bajista parece nuevo y hasta pierde los tempos. Por si esto fuese poco, el momento de “dar gracias al Make Noise” parecía casi sarcástico por la carencia de emoción que hubo durante los biensonantes pero espesos minutos que pudimos escucharles. El único trabajo que destacaría es el del segundo guitarra, aunque perdió un poco de credibilidad cuando entre sus compañeros estáticos comenzó a montar al amplificador.
Tras un parón para la comida en el que se comenzó a multiplicar la afluencia de personas vestidas de modernas por las calles de Malasaña (y eso que ya hay muchos así), la mayor parte se concentraron en el Fotomatón Bar aunque por lo general muy distraídas. Allí tocaron otras tres bandas, esta vez sí; para ir calentando el ambiente que comenzaba a supurar rock.
El Palacio de Linares. Aunque es muy fácil recurrir a hablar de influencias, era imposible no oír a Ella baila Sola al escuchar cantar a estas dos chicas madrileñas, aunque con un toque más rock. Los coros tan característicos del dúo noventero eran exactamente los mismos y sonaban igual de agradable. El único problema durante este buen directo fue que la gente que vino a la sala estaba distraída, y en ocasiones se oía demasiada charla y muy poco a las chicas, que a pesar de ello no se quejaron y tocaron su set sin chistar, que sonó más bien regular, por razones ajenas a las salas y la banda.
Jygüer. Comenzaron con un tema melódico dirigido por una flauta travesera y mucha emoción, fue suficiente para comprender por qué telonearán a Radio Moscow el mes que viene. Su rock psicodélico es potente y sucio, llevado magníficamente en casi todos los temas por el bajo, que por algo estaba adelantado durante la actuación. Además, es bueno ver cómo de entre el noise de Madrid (el género estrella de la capital) pueden salir otras influencias bien trabajadas. Aunque eran una de las bandas que mejores sensaciones habían dejado en la previa del festival, no fueron una de las más fuertes del festival, a pesar de hacer un directo convincente y entretenido, que hizo bailar y saltar a muchos asistentes a la hora de la siesta.
Juventud Juché. Cabe destacar el ver a tres personajes medianamente normales subirse al escenario de un festival alternativo, agarrar sus instrumentos, no dar ni una explicación de quiénes son ni que hacen ahí y ponerse a tocar un set enfermizo de punk noise con canciones de apenas 2 minutos y transiciones entre la mayoría de ellas, su precisión y coordinación era por momentos milagrosa. No se puede ser justo con esta banda si no se la ha visto en directo porque no hay color con el estudio. Llenaron de energía, ruido y canciones remarcables el aire de la sala haciendo callar a los pocos que quedaban hablando y dejando la sensación de que acabábamos de ver a una de las mejores bandas que iba a pasar el sábado por Malasaña. Inequívocamente, uno de los tres grupos con un futuro especialmente prometedor de entre los seleccionados por el jurado.
Aquí comienza la parte complicada;  C. Tangana es de lo mejor que ha dado el panorama del hip hop español en los últimos diez años, un género que hasta hace unos pocos, en Madrid andaba ciertamente de bajón. Por tanto, en torno a este fenómeno se está creando un movimiento que lidera el colectivo Agorazein con sus influencias actualmente de vertiente británica y creando armonía entre el pop y el hip hop a la vez que contagia esto a la tribu urbana del rap de la capital. Pero las cosas no son tan fáciles, cuando una banda hace lo que se hace en su zona sin entender los fundamentos del género y sin centrarse primero en enriquecerse de los orígenes de esta cultura, todo lo que hace suena vacío y sin emoción, aunque se trabaje la producción de manera meticulosa, y esto es lo que le sucede a Infinitum y lo que hace que, poco a poco, a pesar de ver un trabajo verdaderamente alentador en los otros pocos de los que tocaron en la Sala Charada, uno sólo vea 300 jóvenes disfrazados de C. Tangana y mencionando nombres como el de James Blake (que entraban ganas de tirarse de los pelos) mientras escuchan lo que podría ser una grabación cualquiera de Agorazein en un mal día.
Definitivamente, esta sala y lo que en ella sucedió fue completamente ajeno a lo que ocurrió en La Wurlitzer a partir de las 22:15, fue la única en la que se vio una cola real, gracias al aliciente de ver a Los Nastys y a Los Wallas de manera gratuita. Pero no era esto lo único que la gente esperaba; a más de uno nos sorprendió ver a las Deers de “teloneras” de Los Nastys después de escuchar su maqueta, repleta de calidad, pero falta de potencia para alimentar a un público hambriento de pogos y brincos, resulta que ahí estuvo la sorpresa que potenció el ambiente vivido aquella noche.
Deers. Salen al escenario Carlotta y Ana junto a Ade (de Orlando Djs)  como bajista y Ámber como batería. Las cuatro derrochan belleza, juventud y nervios, saben que están en uno de los momentos más importantes del festival y lo aprovechan al máximo, mientras la voz de Carlotta es más única y su manejo de la guitarra se dirige a los punteos y a cierta timidez, Ana tiene lo que se caracterizaría como una voz muy buena, mientras hace las líneas de acompañamiento de guitarra, se reparten el protagonismo y conforme el público comienza a entregarse a ellas, ellas responden de la misma manera, queda atrás el rock surfero inofensivo de su maqueta, aquí hay rock psicodélico, hay sonido de pedal y hay hits que hacen que los asistentes se muevan y bailen. En definitiva, por si no nos habían conquistado con su encanto lo hicieron con su talento, Deers; el mundo es vuestro.
Los Nastys. Con el público motivadísimo tras la marcha forzosa de Deers, que querían tocar más, llegaron los carismáticos y mil veces carismáticos Nastys, el bajista con un aire a Twin Shadow saludó diciendo: “Chicos, vamos muy colgados” e inmediatamente los dos vocalistas comenzaron a enloquecer la sala a gritos, el público comenzó a subirse a una plataforma del escenario y a lanzarse incluso golpeando los focos del techo hasta que intervino la seguridad del local, a lo que el cantante y guitarrista de la banda respondió saliendo a la misma plataforma y chillándole durante un rato en la cara al pobre gorila, que lo miraba atónito. La actuación la completaron las Deers volviendo al escenario a cantar Holograma con ellos, bailar y demás y el segundo vocalista escupiendo cerveza en los subidones lanzándose al público entregado entre pogos y gritos con su pandereta en mano. Fue sin duda la mejor actuación de la jornada con todo tipo de sensaciones y una intensidad colosal, Los “putos” Nastys son una de las bandas más prometedoras del panorama madrileño y nacional y ayer dejaron constancia de ello.
Los Wallas. Tras el nivel dejado por los Nastys, a los Wallas les tocó lidiar con un público casi de bajón y lo levantaron gracias a la cantidad de hits y a su fantástico sonido y su gracia sobre el escenario, tirando de los grandes temas que tienen a pesar de su poca fama y aprovechando la euforia general de la sala. Aun así, no fueron capaces de alcanzar el nivel de Los Nastys, pero dejaron unas sensaciones maravillosas entre los que quedaban por allí.
Lo que quedó patente en la sala Wurlitzer es que hay un movimiento muy sucio y divertido lleno de ruido creciendo en los suburbios alternativos de Madrid, promovido por pequeñas bandas que se comportan de manera muy familiar las unas con las otras y que disfrutan de mover a poca gente pero hacerlo a gran nivel. De ahí la genial ironía de tener a toda la sala llena brincando y gritando “Madrid está muerta” refiriéndose casi involuntariamente a otra parte de la capital, puesto que la sangre caliente recorría los cuerpos de todos los allí presentes.

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