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M83 en el Festival Jardins de Pedralbes: La delgada línea entre lo sublime y lo ridículo

Los de Anthony González aterrizaron en Barcelona después de posponer su concierto de Madrid por causas logísticas dispuestos a defender su Junk, un trabajo que, para el que esto suscribe, no está a la altura ni tan siquiera de la experimentación del irregular Digital Shades vol 1 o de sus dos primeros trabajos, en los que, pese a que González todavía estaba buscando su sonido, compositivamente eran mucho más arriesgados e innovadores que la revisión de lo más granado de la caspa de los 70-80.

Pero cuando tenemos que someternos al escrutinio del directo, estas disquisiciones deben quedar en segundo plano y debemos centrarnos en el conjunto de lo mostrado ayer en el Festival Jardins de Pedralbes. Que M83 toquen en este festival, una versión en miniatura de lo que es el Starlite marbellí, debería darnos algún tipo de indicación sobre el tipo de público al que Anthony ha conseguido llegar. Su propuesta es capaz de funcionar en un BBK y en una reunión del postureo cool pijo-hipster de Barcelona y, ha pasado de actuar en un Razzmatazz (como hizo hace ya cuatro años en la presentación de Hurry Up We’re Dreaming) a actuar en festivales como cabeza de cartel. Y todo gracias a la que se ha convertido en la canción más obvia de su repertorio y que le ha llevado, a su pesar, a una fama y a una responsabilidad musical que no ha sabido digerir: Midnight City.

Empezar el concierto con Reunion es un valor seguro y colocó al público en el estado adecuado para ir entrando en la propuesta de M83, nada más empezar ya nos levantó de los asientos a corear y es una demostración de que Anthony sabe que su actual éxito se debe principalmente a ese Hurry Up We Are Dreaming. Colocar Do It, Try It, el mejor tema junto con Go! de Junk, después fue, tal vez, apostar sobre seguro: nos sacamos pronto de encima un tema controvertido cuando todavía tenemos que calentar a la audiencia y la verdad es que la parte final del tema con esa explosión que lo libera del tedio funcionó. Aunque se diluyó ante la épica electrónica de Steve Mcqueen y que encajó como un guante en la siguiente, un We Own The Sky que dejó de lado la parte más electrónica para incluir una jam de corte funky setentero más cercano al sonido de Junk que, pese a lo bien orquestado, acabó por hacer perder fuerza a un tema que crece, sobre todo en esa repetición del final in crescendo en lo que es una apoteósis de electrónica orgánica y emocional. Sin tiempo para la pausa, Anthony González y los suyos nos deleitaron, ahora sí, de nuevo, con esa épica de electrónica shoegaze y dream pop que es Intro, de su Hurry Up We Are Dreaming, haciéndonos recobrar la magia que ese interludio en We Own The Sky nos había arrebatado en parte.

Tras este prometedor inicio de concierto, Walkway Blues hizo que muchos nos sentáramos de nuevo en los asientos, mostrando la disparidad entre discos, incluso en sonoridad, pese a los intentos de la banda de unificarlos. Lo mismo pasó con el siguiente tema ese Ok Pal, que por influencias y estilo, está algo más cerca de Junk que del disco al que pertenece y que tiene sentido dentro de un proyecto doble, pero que en el setlist planteado esa noche, lo que hace es ahondar el agujero que Walkway Blues ha abierto. Y, si bien, esta se puede entender como el interludio que sirve para bajar algunas pulsaciones un concierto de hora y media, enganchar Walkway Blues, Ok Pal, Road Blaster y una versión de Sitting mucho menos shoegaze y mucho más synth-pop a lo OMD, en la que el riff de teclado cobra un protagonismo excesivo; pues al final acabó lastrando la parte media del concierto que se nos volvió monótona, aburrida y lo que es peor, sin alma.

Wait nos permitió recuperar la esperanza. Pese a su ritmo pausado y lento, la perfecta reinterpretación del tema en directo, sabiendo jugar con las intensidades y las luces del scenario, dejó a Anthony González en el altar al que muchos pusieron/pusimos tras la perfecta trilogía de Before The Dawn Heal Us (un disco prácticamente olvidado en el setlist pese a contar con himnos como Moonchild, Don’t Save Us From The Flames, o Farewell/ Goodbye), Saturdays=Youth (del que tan sólo recuperó dos temas) y Hurry Up We Are Dreaming. Tras la intensidad contenida de Wait, fue tiempo para el lucimiento del nuevo fichaje, Kaela Sinclair, que ya había demostrado su talento en algunos coros y en las voces femeninas de We Own The Sky. La sublime interpretación de Oblivion eclipsó la de la cantante original, la también espectacular Susanne Sundfør y nos dejó temblando de emoción. Y de golpe, otra hostiaza de realidad con la risible Bibi the Dog, que contó con la presencia de Mai Lan intentando defender un tema sonrojante como pocos. Go! sirvió para mejorar un poco más, y lo cierto es que no es difícil mejorar tan bochornoso tema, con un Jordan Lawlor reconvertido en Steve Vai y con Mai Lan, ahora sí, interpretando un tema que podrá gustar más o menos, pero que es, por lo menos, una canción y, desde mi punto de vista, la mejor de Junk ya que reconoce las influencias y busca amalgamarlas en un sonido con un punto de originalidad. La obvia Midnight City, un tema al que la excesiva sobreexposición mediática ha acabado por quemar, volvió a levantar a un público vacilante y sirvió de paso previo al colofón final que, la unión de Echoes of Mine y Outro supuso. Estos dos temas finales sirvieron de catarsis extática y nos reconciliaron de nuevo, de manera completa con los chicos de Anthony González al que empezábamos a mirar un tanto apesadumbrados por culpa de esa irregular parte media del concierto.

Tras tremenda manifestación de lo bello y lo sublime a la manera mencionada por el griego Longino y, tras un breve descanso, cita de nuevo para el ridículo con Laser Gun, que encaja perfectamente como banda sonora de una serie de dibujos de DIC Entertainment de Jean Chalopin. Esta vuelta al tedio fue el inicio de lo que, para mí, fue uno de los peores bises que se pueden hacer teniendo un repertorio tan alucinante como el de M83. Tres temas que son como si hubiéramos seleccionado el shuffle en una playlist de Spotify. Sin conexión anímica, ni sonora, ni temática, ni estilística entre ellos pasamos de Laser Gun, al techno dance de Colours pero con un enfoque y unos arreglos estilísticos mucho más cercanos a la Ibiza de finales de los 80-primeros 90, y donde predominaron sonidos que parecían extraídos de un sampler de Loco Mia. Pese a eso es imposible no rendirse a la energía del tema pero, de nuevo, cuando estábamos todos de subidón, acabar con Lower Your Eyelids To Die With The Sun, equivale un poco a cuando te has venido arriba en un club y de golpe se encienden las luces y suena la canción de cierre del local. Nada que objetar ante un tema de la entidad del mismo, pero lo irregular del setlist, nos dejó en un estado extraño que al final hizo que el tema no luciera como se corresponde.

En definitiva, al final lo que nos llevamos, tras una meditada reflexión sobre lo visto el lunes 11 de julio es que, con la cantidad de temas de brutal calidad que ha sabido realizar M83 a lo largo de su carrera y con diferentes influencias y estilos, no es de recibo que el francés siga intentando defender lo que es, a todas luces, un disco mediocre, por no decir malo, y que siga sin recuperar temas como Don’t Save Us From The Flames, Kim & Jessie, New Map, Skin Of The Night, Moonchild o On a White Lake, Near a Green Mountain. Al final las canciones de Junk palidecen ante la calidad del resto de temas que, en muchos casos se ven arrastrados y lastrados por la irrelevancia de los mismos, haciendo que al final desluzcan y que el resultado sea un concierto irregular y con algunos momentos de auténtico sonrojo. Y eso, si hablamos de una banda como M83, no debería pasar.

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