El domingo del Low Festival fue una jornada con altibajos. Esta edición del festival ha mantenido un nivel bastante bueno en cuanto a directos aunque si echamos la vista atrás cuesta encontrar un concierto al que colgarle la etiqueta de memorable. Pese a ser domingo, la afluencia fue bastante buena, llegando incluso a tener lugar el concierto más multitudinario de la edición: el de Vetusta Morla. Pero vamos paso a paso.
Para los que nos espera la vuelta a casa el lunes por la mañana tirando de temprano, se hace obligatorio dejarse caer por el recinto desde primeras horas de la tarde. Con dicho pretexto y con un escenario en mente, el Wiko, a las 19:00 estamos entrando por la puerta del festival por última vez en esta edición. Las Ruinas, que se autoetiquetan como heavy-pop, están comenzando a amenizar la tarde de domingo a base de temas de todos sus álbumes. El concierto, dejando de lado la calidad o lo interesante de la propuesta de los barceloneses, da de sí unas buenas risas. –¿Ha dicho “en tu club de fans sólo está tu madre”?– Sí. –¿Ha dicho “te invito a un cubata de Fairy”?- Que sí.
A la música de Las Ruinas no hay que exprimirle ningún tipo de jugo. No esperas que despierte nada en ti. Pero joder, molan un pijo. Jaime, al bajo y los coros, lleva puestos una camisa y bañador a juego con estampado de langostas. Para incidir en el mensaje, una langosta hinchable empieza a volar sobre el público. ¿Qué cuál es el mensaje? Ni idea, pero parece que la gente se lo pasa bien. Los últimos temas en sonar, como Ramón y Cajal o Cerveza Beer, los escuchamos desde el césped. El sol es insoportable y el concierto empieza a sonar un poco monótono. Si bien la propuesta es similar a la de Novedades Carminha, la actitud de los músicos no alcanza a la de los gallegos, que no habían tenido problemas en contagiar su humor al público del día anterior.
Los 15 minutos que separan a Las Ruinas de Xoel López no dan para mucho. Nos damos una vuelta por el recinto y pasamos junto a la carpa de #compartirmomentos, donde están llevando a cabo una campaña de concienciación contra el VIH. Nos dicen que tienen pufs, ventiladores, wifi gratis y cantidades ingentes de preservativos. No pensamos movernos de ahí en un rato. ¿Sabíais que al año se dan 3.500 casos de contagios de SIDA en España? –Alejandro, la música.- Sí, eso, perdonad.
Entramos al escenario Budweiser cuando ya han sonado un par de temas de Xoel López. Tras situarnos a media distancia resulta bastante fácil dejarse llevar por el gallego y su música con aires oceánicos. Y es que, si hay algo que no le podemos quitar a Xoel López, esto es que suena bastante a mar. Entre canciones de sus álbumes Atlántico y Paramales, el músico da paso a uno de su anterior grupo, Deluxe. Suena Historia Universal (El Amor No Es Lo Que Piensas).
Lo cierto es a mitad de concierto empezamos a aburrirnos, lo que nos lleva a tomar asiento sobre el césped del recinto. Justo a continuación, el músico decide concluir uno de sus temas con un solo de guitarra que, para mi opinión, parece metido con calzador en una atmósfera en la que cuesta encontrarle algún sentido. Supongo que con un grado más de ánimos el concierto debe ser más fácil de sobrellevar, pero en la tercera jornada de un festival, Xoel consigue todo lo contrario a sorprender.
Tras Xoel López toca cenar, tomar alguna cerveza y volver al Wiko a por uno de los conciertos que más ganas tenía de que llegara de todo el festival. Llegamos aún en la prueba de sonido y me coloco a la mínima distancia posible que me separe de Pablo, que pide más bajo. Se marchan. El público empieza a llenar el espacio frente al escenario. La afluencia es bastante buena, a pesar de que Marky Ramone va a empezar su sprint a través de todos los éxitos de Los Ramones en poco más de media hora.
El problema al hablar del concierto de Pablo Und Destruktion llega cuando a uno se le da mejor sentir que escribir. Objetivamente puedo contar que diez canciones/poemas/obras conforman un setlist perfectamente equilibrado, con temas de todos sus trabajos. El asturiano sale, acompañado de su banda para estrenarse en el Low Festival. A sus espaldas y a su derecha lo escudan la batería y el bajo. A su izquierda, Sara, a la viola, le dedica una mirada de auténtica devoción. Junto a ella, sentado, un tipo sostiene una guitarra y un arco. Su forma de darnos la bienvenida es con Los Días Nos Tragarán. Pablo Und Destruktion hace las veces de predicador y sus discursos se convierten en canciones cargadas de crítica social. Suenan Extranjera, Pierde Los Dientes España y Mis Animales.
Subjetivamente pienso que la voz de Pablo me entra por cada poro de mi cuerpo y cambia de sitio todos mis órganos. El corazón y el estómago se unen en uno solo, que recibe de lleno cada puñalada que Sara asesta a la viola. Suena Limonov, Desde Asturias Al Infierno. Me acabo de dar cuenta de que no estoy solo, hay público, y corean la canción, que da paso al tramo final del concierto. El asturiano, para mi sorpresa, cierra el directo con Busero Español y, por razones que no vienen al caso, se me hace un nudo en la garganta cuando la palabra Montpellier sale de su boca.
Le pido el setlist a Sara, que casi se mata al intentar dármelo, y nos marchamos intentando devolver cada cosa a su sitio.
Al llegar de nuevo al escenario Budweiser y ver en las pantallas «Próxima Actuación: Vetusta Morla» es cuando nos damos cuenta de que realmente vamos a verlos. Lo cierto es que no sabemos cómo plantearnos el concierto. ¿Primeras filas? ¿Media distancia? ¿Grada? A día de hoy, Vetusta Morla es una banda que sigue ahí. No los buscas, pero cuando tu camino se cruza con el de ellos, ahí estás, retrocediendo en el tiempo. Vibrando con esos temas que significaron tanto en cierto momento de tu vida.
Optamos por acercarnos bastante y, cuando vemos aparecer a Guille y a Pucho, que empiezan a cantar Pequeño Desastre Animal, nos deshacemos de cualquier duda. Tras el tema, entra la banda y suena Lo Que Te Hace Grande. Podría decir que los dos primeros temas son ampliamente coreados por el público, pero, joder, es que nos las sabemos todas. Siguen con La Deriva y Golpe Maestro. Nos dejamos la voz en el estribillo final de ésta última. Un escalofrío nos recorre a todos.
El directo de Vetusta Morla está cuidadosamente estudiado. Pucho baila de esa forma tan peculiar y contagiosa. Están todo el tiempo arriba. Bajan la intensidad con Una Mosca En La Pared pero en seguida vuelven a subir con Maldita Dulzura. Hace tanto tiempo que no la escuchábamos que nos permitimos discutir sobre si es la mejor canción de la banda. No, por poco.
A mitad de concierto la efusividad de la gente nos empieza a agobiar, por lo que decidimos subir a la grada a terminar de verlos. Subimos a ritmo de Copenhague. Al llegar vemos gente. Mucha gente. Sí, sin duda es el concierto más multitudinario de esta edición del Low Festival. Pucho confiesa que están cerrando una etapa, que necesitan abrir una nueva. Quizás hable de un giro en el sonido de la banda, el cual ya resulta necesario.
El final del concierto se convierte en uno de los momentos más destacados del festival, le pese a quien le pese. Suena La Cuadratura Del Círculo. La gritamos. Suenan los primeros compases de Los Días Raros. Nos miramos. La piel se me eriza, porque esa canción me cambió la vida. Al terminar nos marchamos con cierta tristeza por aquellos recuerdos. Nos dirigimos a la salida tras dar las gracias a la banda por su música, por sus letras y por habernos salvado tantas veces. De fondo se oye Un Lazo En El Ventilador.
El cierre del Low Festival llega de la mano de los de Gerard Alegre. El sonido ochentero de El Último Vecino consigue reunir frente al Wiko a una buena cantidad de público. Mientras bailamos los temas tanto de Voces como de su anterior disco debut, consigo quitarme de la cabeza la desigual noche que cierra el festival y disfrutar con las maneras del excéntrico Gerard. También suenan Culebra, Columna y Estatua o Tu Casa Nueva. Nos vamos, cansados, pero bastante contentos.
Tras reescribir tres veces el final de la crónica no tengo nada claro si decir que el festival ha estado jodidamente bien o si el hecho de tener unas expectativas bastante bajas ha influido en mi experiencia. Quiero pensar que he sido justo hablando de mis vivencias en cada concierto que he visto y sentido. Quiero pensar que alguien se ha entretenido leyendo las que son las primeras crónicas de festival de mi vida. Y quiero pensar también que el año que viene volveré al Low, con las mismas personas con las que lo he vivido este año, y con la posibilidad de volver a poner por escrito cada escalofrío, lágrima o salto que he dado. Porque al fin y al cabo, de esto va un festival, ¿no? De juntar en tres días a un buen puñado de músicos con los que estar dispuesto a olvidar todo lo que no sea tan puro como la misma música.