En Benidorm no hace calor. En Benidorm, concretamente ayer, en la primera jornada del Low Festival, caía fuego del cielo a eso de las 6 y media de la tarde. Pero oye, si ya habíamos sobrevivido al desértico camino desde el piso hasta el recinto, no debía haber problema en aguantar el primer concierto del día desde las primeras filas, justo donde el sol era insalvable. Además, el encargado de abrir la tarde no era otro sino Ángel Stanich con su brujería del desierto, un concierto más que adecuado para ver al atardecer.
Eran las 7 y la cosa ocurrió tal que así: Sube Stanich. Suena Amanecer Canibal y está solo. Él y su guitarra. Empieza a meter hostias con el pie. Sube la banda. Sube la canción. Una bola de espinos se avista rodando por las últimas filas. Stanich se la saca gritando el “Down, Cannibal dawn, aplícate el business”. Ya nos ha ganado.
Stanich abre la boca y te desarma. Ya no tienes nada que hacer en ese duelo. La guitarra lleva el peso, la percusión es firme y el madrileño dispara un tema tras otro. Para mi hay dos canciones que marcan la diferencia. De las dos, la primera en sonar es Mezcalito. Todos los que estamos allí formamos parte de su mismo camino ácido, y Stanich nos lo agradece. Todos entonamos el “Y buscaré algo que probar por el camino”.
Para cerrar el concierto suena Metralleta Joe. Ángel Stanich tiene presencia más que de sobra para tocar en cualquier formato, pero allí, en el Matusalem, se sale. Nada más anunciar la última, el público se pone nervioso. El músico aporrea la guitarra y todos buscamos el momento de gritar el “Ya estoy cansado de hablar”. Ya somos bastantes más de los que empezamos el viaje, y el músico se baja al foso mientras canta, grita, masculla, predica y sentencia por “El tipo en quien confía el carnicero cuando quiere género fresco”. Además, le saco la mejor foto que he echado en mi vida. Eres enorme, Ángel Stanich.
El siguiente paso es asimilarlo, y para ello decidimos gastar algo de tiempo en visitar el recinto así como los variados puestos que se exponen por todas las instalaciones deportivas de Foietes. Lo cierto es que no ha cambiado gran cosa con respecto al año pasado, salvo la localización del market, ahora situado en la subida hacia la puerta de entrada al escenario Budweiser. Unos minutos después ya nos encaminamos al escenario Wiko, siempre repleto de buenas bandas con poco tirón pero muchas ganas de abrirse paso en el mundillo.
Al escenario suben Camión, aunque se refieren a sí mismos como /keimion/. Yo, que no he podido escuchar nada de ellos en casa antes del festival porque Google solo me muestra resultados de bandas callejeras que asaltan camiones en alicante, no tengo ni idea de qué me voy a encontrar. El concierto, por motivos que nos son apropiados de comentar aquí, me recuerda al de La Moto De Fernán que vi en este mismo escenario hace exactamente un año. La banda la integran tres… sujetos. El Sujeto 1 y el Sujeto 2 sostienen guitarras improvisadas con latas de ¿gasolina? El Sujeto 3 toca la batería. Todos hacen muchísimo ruido, cantan en inglés y se lo pasan de puta madre.
Tras el primer tema, y una vez comenzado el segundo, un sujeto al que denominaremos Sujeto 4, cresta punky naranja incluida, aparece de entre el público, se sitúa frente a la valla y lanza un escupitajo al Sujeto 1, que lo esquiva por menos de un palmo. El tipo se mete en el foso, un segurata intenta placarlo pero cuando llega a él, el Sujeto 4 tiene el micro en la mano y berrea como si le fuera la vida en ello. Nosotros, atónitos, somos incapaces de movernos.
La cosa no acaba aquí. Cuando acaba la canción, el Sujeto 4 se larga al backstage. Durante la siguiente, un Sujeto 5, vestido de oso panda, entra en escena con una botella de ginebra en la mano. Nos largamos de allí mientras vemos cómo la ginebra cae sobre la cabeza del Sujeto de la batería. Muy duro todo.
Nos dirigimos de vuelta al Matusalem, La M.O.D.A. está a punto de entrar en escena para poner la nota folk de la noche. Sobre el escenario, los 7 miembros de la formación, ataviados con pantalón negro y camiseta de tirantes blanca, como suelen hacer. A medida que baja el sol el público aumenta y los burgaleses salen a disfrutar del magnífico horario en el que les han puesto. Un acordeón, un banjo, vientos, batería, guitarras y la voz quebrada de David Ruiz.
De nuevo ocurre eso de que cuando un grupo está bien integrado, cuando disfrutan, el público también lo hace. La banda, con un gran telón con la imagen de un lobo en llamas tras de sí, nos transportan al bosque y a la primavera, la de su último disco, la del Invierno. Reconozco PRMVR y Los Lobos de último trabajo, encadenados con temas de su anterior trabajo como Suelo Gris y Los Hijos De Johnny Cash. Estas últimas sí me las sé y me permito cantarlas, y disfrutarlas, joder, que para eso hemos venido. Aunque tenga a la banda algo abandonada, en su momento me ganaron con lo de “perder la voz cantando una canción es la mejor medicación”.
A mitad de concierto nos dirigimos al escenario Jagermusic pues The Zephyr Bones estaban a punto de empezar a hacer su psicodelia. Si bien es un estilo más difícil de encontrar en el festival, no quedó queja alguna del nivel impuesto por la banda de Barcelona.
Los cuatro miembros suben a escena y se atrincheran cada uno detrás de su aparato en el minúsculo escenario encajado al costado del estadio que sirve de recinto para el escenario Budweiser. Cada uno por su lado, pero perfectamente integrados, destacan las guitarras con melodías de manual, del corte de otras bandas del rollo como Baywaves o My Expensive Awareness. Convencen y mucho, aunque el público es escaso. La noche se cierra y la banda, cómoda sobre el escenario, despliega su arsenal: melodías que te llevan de viaje, ritmos que se meten en los huesos y un altísimo grado de aprobación por parte del público. Chapeau.
Tras una parada para cenar escuchando a Love Of Lesbian de fondo, es hora de encaminarnos al escenario principal para pillar un sitio decente para los cabezas de la jornada, Belle And Sebastian. Llegamos a las primeras filas a ritmo de Algunas Plantas y Club De Fans De John Boy. Los lesbianos estaban encandilando a un público al que ya se tienen más que ganado, y que no dudaron en corear hasta el último tema del directo perteneciente al último disco, Planeador. Tras una despedida bañada en Purple Rain, la estampida es brutal.
A las 00:10 da comienzo el show de los escoceses, puntual. “Somos de Escocia, seguimos siendo europeos, nunca os dejaremos, os queremos”. Stuart Murdoch se sienta al piano para interpretar Nobody’s Empire rodeado de toda su banda. Si a alguien le pilla un poco frío, se le debe de pasar al instante, pues los siguientes temas en sonar son las geniales I’m A Cuckoo y The Party Line.
Belle And Sebastian vienen de tocar varios conciertos especiales por los 20 años que cumplen sus primeros dos álbumes, Tigermilk e If You’re Feeling Sinister por lo que a lo largo del concierto se dejan oír diversos temas de dichos álbumes.
El primer momentazo del directo llega con Piazza, New York Catcher, momento en el cual Stuart aprovecha para bajar al público a estrechar la mano a las primeras filas. El tema, que habían dejado fuera del repertorio en su anterior visita al festival en 2013, sale de la boca del frontman, en ocasiones a capella, en otras acompañado por la banda, para disfrute del público.
Minutos antes del final del concierto decido marcharme a ver empezar a Belako, en el escenario Matusalem. Los vascos entran en escena y empiezan a desfilar temas de Hamen, su último trabajo. Suenan Nomad y Mum. Vale, Mum ya la conocíamos antes, concretamente del EP Bele Beltzak Baino Ez. Tras Stop Contraditions llegan mis amigos de terminar de ver a Belle And Sebastian.
Dicen que ha sonado The Boy With The Arab Strab, y que Stuart los ha subido al escenario. Me enseñan fotos. Dicen que me he perdido lo mejor del concierto. Me lo quito de la cabeza, ahora solo hay post-punk.
Me concentro en los vascos. Los miro a las caras. Me transporto a 2014, a la carpa del BBK Live, donde abrían la tarde. Son los mismos. No han cambiado. Su música ha ganado, pero ellos siguen siendo los mismos cuatro chavales que suben a disfrutar de sus temas, que se compenetran a la perfección.
No, no son los mismos. Creo que Lander toca mejor la batería, y lo hace con la misma rabia. Cris está más suelta, se mueve por el escenario. Josu se suelta la melena. Lore se descojona con su hermano. Dan las gracias y encadenan Sea Of Confusion y Haunted House. En la última decidimos pegarnos de hostias. La gente se aparta y nosotros, que no levantamos dos palmos del suelo, empezamos a meter empujones a tíos de un metro de ancho. Una puta locura. Uno de ellos me da cerveza, yo doy las gracias. Él me dice que de nada, yo se las daba a Belako. No importa.
Nos vamos, la noche ya no puede mejorar más. Mañana más, y quizás mejor. Ya os contaré.