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Los Coronas y Arizona Baby en México DF: juntos, separados o como ellos quieran

 El pasado 13 de marzo, Corizonas desembarcaron en México para una pequeña gira de siete días con la actuación en el Festival Vive Latino como cita principal. Sin embargo, para su primera fecha en tierra azteca, decidieron separarse amistosamente y actuar como Arizona Baby y Los Coronas en el Centro Cultural de España de México DF en un concierto gratuito que atrajo a más de trescientas personas.

 

Con puntualidad mexicana (media hora tarde), apareció el dúo de Arizona Baby con su vocalista Javier Vielba sonriente y animado, elevando su cerveza ante el murmullo del público que se quejaba, entre dientes, de que no hubiera barra en la sala. Las dudas y posibles recelos duraron lo que tardaron en arrancar con decisión Muddy river y prometer que nos tenían que contar algo.

 

Se percibe algo genuino y honesto en la música de Arizona Baby. No son de de Nashville ni de Austin, pero tampoco lo necesitan para armar con cariño un sonido que recoge las esencias de la tradición estadounidense picando aquí y allá del folk y el country. Con su último EP, The Truth, The Whole Truth and Nothing but The Truth (Subterfuge, 2012), continúan por los mismos senderos tal y como se vio en el concierto con The end of the line o Rock & roll mesiah.

 

Ingredientes básicos para una receta eterna: un buen cantante y una buena guitarra. Arizona Baby tienen ambos. La canción oculta de su LP, Seconds to None (Subterfuge, 2009), demostró que detrás de su frondosa barba, Vielba esconde una voz convincente y con peso. Sentado a su izquierda, el “Señor Marrón” (Rubén Marrón) dio evidentes ejemplos de su brillantez a las cuerdas en el ágil y preciso punteo de Dirge. El dúo tan sólo recibiría la ayuda esporádica de la batería de Roberto Lozano “Loza”, de Los Coronas, como en Where the sun never gets.

 

Los mejores momentos llegaron con las versiones. Triunfaron con una insospechada adaptación de Kraftwerk (The model), que elimina los sintetizadores de los alemanes para convertirla en una delicada balada folk. Mejor aún fue su versión llena de intensidad del clásico Sixty tons, que popularizó Tennessee Ernie Ford y que también cantó José Guardiola, y que narra la dura vida de un minero. Curiosamente, sería la única que cantarían en castellano. La despedida llegó de la mano de una acelerada The truth, que parecía prever lo que vendría a continuación.

 

México le sienta bien a Los Coronas. El público mexicano se muestra, en ocasiones, desafiante y casi agresivo en los conciertos: grita a los artistas, les dice que se callen si hablan demasiado, piden canciones (y se enfadan si no las tocan) y bailan hasta la extenuación. Y en el fondo, este ambiente le iba como anillo al dedo a Los Coronas, que salieron perfectamente conjuntados con sus camisas rojas y sus sombreros de cowboy.

 

No disimularon sus intenciones: “Venimos a usaros como conejillos de indias para probar nuestras nuevas canciones”. Así arrancaron con todo cortes de su último trabajo, Adiós Sancho (Tritone Records, 2013), como la homónima, deudora del sonido más típico de los spaghetti western, el radiante surf rock de Miss Álamo y la sorprendente La leyenda del solitario, con su peculiar homenaje a los ritmos flamencos.

 

Sin embargo, no acababa de prender el polvorín de Los Coronas. Muy serios y casi contenidos, tuvo que acudir al rescate Javier Vielba para cantar, arrebatador y eufórico, una estupenda versión de La hiedra venenosa, single de un grupo mexicano de los años 60 llamado Los Rebeldes del Rock. El empujón de Vielba surtió efecto y Los Coronas dieron un paso al frente. Se marcaron una abrasiva Polk Salad Annie (original de Tony Joe White), amagando incluso con atacar Suzie Q de la Creedence Clearwater Revival, y entonces se desató el verdadero espectáculo.

 

Comenzaron entonces las coreografías, los duelos de guitarras, los ritmos frenéticos, las poses retadoras, los gritos y las palmas. El altísimo nivel instrumental de la banda está fuera de duda, pues ya son más de veinte años navegando con mucho estilo las aguas del surf rock y el rock and roll instrumental. Eso sí, el concierto confirmó especialmente el filón que tienen con Yahven Reichkalov, el trompetista de origen ucraniano que estuvo deslumbrante en todo momento. Secret agent man sonó impecable al igual que Flamenco de Los Brincos y, en medio del juego, incluso se permitieron rondar un pasodoble. El público formó “pogos” y exigió el resto al entregado grupo.

 

La respuesta definitiva llegó en los bises. Ya como Corizonas, cocinaron Wish you were here de Pink Floyd al estilo country y también habría tiempo para Shakin’ all over. Pero, sobre todo, redondearon la noche con una tremenda versión de Supernaut de Black Sabbath, con apariencia rock pero irresistible espíritu soul. Así terminaron casi tres horas de concierto en las que Arizona Baby y Los Coronas deslumbraron al público mexicano por separado, juntos, revueltos o, simplemente, como ellos mismos quisieron en cada momento.

Texto: David Villafranca
Fotografía: Laura Robles

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