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Los 90 han vuelto. ¡Viva Suede!

Quiero empezar esta crónica dejando una cosa clara. El concierto de Suede del sábado no era un concierto cualquiera. Era reencontrarme con una de las bandas que definieron mis gustos musicales allá por los 90. Era recordar cómo estuve ahorrando durante semanas las pagas que por aquel entonces me daban para poderme comprar el magnífico Coming Up. Era revivir aquel concierto en que los vi hace ya demasiados años y que apenas recuerdo. Y era cobrar consciencia, una vez más, de que los grupos punteros de mi adolescencia ahora son las nuevas “viejas glorias” y que sí, me guste o no reconocerlo, me estoy haciendo viejo poco a poco.

Y precisamente, si hablamos de hacernos viejos, el sábado llegué a una conclusión bastante clara. Yo quiero llegar a los 46 años como Brett Anderson. Y otra que colea en mi mente desde hace tiempo y es que, salvo contadas excepciones, es difícil encontrar ahora mismo tipos tan carismáticos como lo eran Anderson o sus coetáneos Jarvis Cocker, Damon Albarn y Noel/Liam Gallagher. Sí, soy un nostálgico del pop británico de los 90. Y reivindico esa gran época que tuve la suerte de vivir cada vez que puedo.

Centrados de nuevo en el concierto del sábado pasado, Suede llegaban a la madrileñaSala La Riviera con su primer disco en 10 años bajo el brazo, Bloodsports, y todas las entradas vendidas. Por supuesto, la media de edad del público, o al menos el que yo tuve cerca, era más cercana a la treintena que a la veintena. ¿Cómo respondería la banda? ¿Están en plena forma? Los precedentes inmediatos de su actuación en Barcelona presagiaban una gran noche. Y vaya si lo fue…

Tras una actuación de unos Teleman que me resultaron totalmente insustanciales, la banda actualmente formada por Mat Osman, Simon Gilbert, Richard Oakes, Neil Codling y, por supuesto, un Brett Anderson ataviado con camisa blanca, llegó al escenario decidida a hacerlo suyo. Y prácticamente lo consiguieron desde el principio.

Los londinenses arrancaron con Daddy’s Speeding, primera canción extraída del clásicoDog Man Star, para después centrarse en su última obra, aquella que venían a presentar, con Barriers, Snowblind y It Starts and Ends With You. A estas alturas, y eso que sólo llevábamos cuatro canciones, la camisa de Anderson ya estaba completamente desabrochada, estado en el que quedó ya hasta el final, y el público totalmente entregado.

Si además, la siguiente canción es Trash, poco más hay que decir. Y, además, en la mejor ciudad del mundo en estos momentos para interpretar una canción con este título, cuando olas de basura se amontonan en nuestras calles gracias a la brillante gestión municipal. Escuchar de nuevo este himno en directo fue indescriptible. Qué canción señores. Es de esas a las que no cambiarías un solo acorde. Magnífica. Y más si a continuación siguen con Animal Nitrate, Killing of a Flashboy, The Drowners o la deliciosaFilmstar. Era volver a los 15-16 años de nuevo. Recuerdos…

Con Can’t Get Enough se decidieron a visitar, aunque brevemente, su Head Music de 1999 (también habría tiempo para She’s In Fashion, en una preciosa versión acústica), pero desde luego, olvidaros de encontrar rastros del denostado A New Morning aquí. Y casi es mejor así…

Era entonces momento de dejar que la intensidad decayese ligeramente para entrar en un espacio de tranquilidad que nos fuese encaminando hacia el final del concierto. Para ello, The Asphalt World y las versiones acústicas de Oceans y Still Life fueron casi perfectas.

Así pudimos coger aún más fuerzas para el gran final. Un trío formado por So Young, Metal Mickey y Beautiful Ones no puede fallar. Dos de mis tres canciones favoritas de la banda, ahí, esperándome al final. Magnífico. Con Beautiful Ones, toda La Riviera coreó como si el mundo se fuese a terminar.

El mundo no sabemos, pero desde luego el concierto estaba a punto de hacerlo. Tras la ya mencionada She’s In Fashion, llegó el broche de oro con la mítica New Generation. Banda satisfecha y público con una sonrisa de oreja a oreja. Con un Brett Anderson en un magnífico estado de forma. Con un sonido por encima de la media de lo que se suele escuchar en la sala. Con un resultado redondo.

Feliz con la experiencia, concluí mi reencuentro con una de mis bandas de cabecera. Pero, cuando acaban, no puedes evitar hacerte una pregunta. ¿Será la última vez que les vea? Espero que no…

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