Fecha: 22 de octubre de 2011
Lugar: Teatros del Canal (Madrid)
Mientras otros grupos sienten vértigo ante el peligro, huyen de las aventuras arriesgadas y se cobijan en viejas fórmulas, la historia de Standstill parece seguir avanzando sin miedo, en busca de nuevas cotas que conquistar en el panorama nacional. No se trata simplemente de un sonido enérgico y compacto, ni de unas canciones que se han convertido ya en parte de la banda sonora de muchos. Los directos de los barceloneses no se pueden medir por el mismo rasero que el resto. Si los últimos meses les hemos podido ver presentando las canciones de su último disco dentro del espectáculo audiovisual Rooom, su última pirueta tiene como protagonista a la Bonaparte Ensemble, una decena de músicos de viento, cuerda y percusión capaces de trasladar toda la fuerza del directo de Standstill allá por donde pasan. Ya lo hicieron hace un tiempo en su Barcelona natal, y el sábado pasado era el turno de la reválida madrileña.
Con los Teatros del Canal de fondo, Standstill dieron rienda suelta a sus instintos más primitivos, a sus canciones más directas y viscerales. Por allí pasaron El hombre araña, Hay que parar, Elefante, La familia inventada y unas cuantas más que este redactor fue incapaz de retener embriagado como estaba con la propuesta total de las barceloneses. Canciones que se anudaban unas con otras dentro de un continuo trasiego de músicos en constante mutación, capaces de pasar de la percusión más hiriente a la sensibilidad más naif en cuestión de segundos. Y en el centro de la escena un Enric Montefusco encargado de desenredar la madeja de las palabras, jugando en ese laberinto de textos en el que uno siempre quiere perderse.
Dicen que Adelante Bonaparte, el último disco de la banda, es el proyecto más personal del cantante, una auténtica demostración de su duende compositivo. También, todo sea dicho, es uno de los álbumes más arriesgados de los últimos años dentro del panorama nacional, un trabajo en el que se ven inmersos casi una decena de músicos en una propuesta que raya lo sinfónico. Quizás por ello, fue el gran protagonista de la velada madrileña, a sabiendas de que el ropaje a base de vientos y cuerdas le venía como anillo el dedo. Aunque tampoco quisieron faltar a la velada los temas de Vivalaguerra, el LP que encumbró a Standstill, hace ya cinco años, como una de las grandes bandas independientes de nuestro país. La energía de ¿Por qué me llamas a estas horas?, los aires kraut de La mirada de los mil metros o la intensidad de 1,2,3 sol vinieron a demostrar por qué Vivalaguerra y Adelante Bonaparte son hijos del mismo padre. El uno potente y sin concesiones a la galería, el otro silencioso y cautivador. El sábado en Madrid parecían el uno para el otro, como si hubieran sido concebidos al mismo tiempo para deleite de los espectadores.
También hubo tiempo para reivindicar la primera época de los barceloneses con la relectura en clave acústica de What Truth?, de cuando la banda todavía escribía sus textos en inglés. Aunque la que más aplausos terminó llevándose fue Cuando ella toca el piano, balada romántica en la que Bonaparte, protagonista de muchas de las canciones que sonaron en Madrid, encuentra por fin el amor. Un relato este, que tuvo su epílogo en Canción sin fin, tema cantado a pleno pulmón por el grupo y el público y que, tras una ovación cerrada, obligó a Standstill a volver al escenario y atacar Adelante Bonaparte (I). Como si fuera la última vez.
Bajado el telón, con el público emocionado, extasiado, en definitiva, feliz; y con un grupo de músicos agradecidos por una de esas noches con la que todo artista sueña; este redactor se marchó, a sabiendas de que sería incapaz de contar todo lo ocurrido aquella noche, incapaz de hacer justicia con sus palabras a una de esos días contados en los que están ahí arriba y los que estamos aquí abajo terminamos con una sonrisa cómplice, con esa sensación de haber saldado una deuda con nuestro corazón. El sábado habló la música y calló el resto. Suerte que ese día salió a escena el grupo de músicos con más talento de este país. Suerte que ese día este redactor pasaba por allí. Un consejo: que no te lo cuenten.