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La banda francesa Alcest siembra dudas en la Joy Eslava

Foto: Pedro Rubio.

5 de febrero de 2014.
Joy Eslava (Madrid).

En este arranque de 2014, y echando un vistazo al calendario de giras, era inevitable poner la mirilla y la ilusión en la visita a España de los franceses Alcest. Existen pocas bandas que acepten el apelativo de inclasificable con más justicia que ellos. Tratar de definir a este grupo, de expresar su estilo, es una tarea titánica. Si ya de por sí hablar de música es, muy frecuentemente, inexplicar lo inexplicable, en este caso uno se siente ridículo y frívolo. Asociarles a géneros tan aparentemente dispares como el black metal, el shoegaze o el postrock nos podrán dar una pista de su sonido, de su naturaleza, porque la influencia de esos tres universos planea sobre la mayoría de sus canciones, pero, pese a la aproximación, jamás pondremos límites suficientes para describir la creatividad de Neige, su líder. Por mucho que exprimamos nuestra neuronas, por mucho que consultemos revistas, diccionarios o wikipedias en busca de la etiqueta adecuada, jamás haremos justicia. El espíritu de este grupo es libre, sus inquietudes son diversas. Su apuesta, muy loable. Pero como casi todo lo ajeno al cliché, como casi todo lo que elude el encasillamiento y la homogeneización en el mundo en general y en el arte en particular, Alcest y sus discos se prestan al debate y a la controversia.

A algunos puristas del shoegaze, por ejemplo, les cuesta asimilar sus temas más contundentes, sus interpretaciones vocales guturales. De la misma forma, es fácil imaginar a no pocos fans acérrimos del metal torciendo el gesto cuando la distorsión y la evanescencia se imponen y asoman las comparaciones con My Bloody Valentine o Explosions In The Sky. Pero tal vez sea su flamante obra, Shelter, la que entrañe el mayor riesgo creativo de Alcest hasta la fecha. Después de Écailles De Lune y de su cénit, el soberbio Les Voyages De L’ Âme, sus álbumes más equilibrados, más proclives a satisfacer a todos los bandos, Neige toma partido claramente por su registro más etéreo y resposado. Adiós a los alaridos, a los guitarrazos, a la oscuridad, a la intensidad. Destellos pop y folk se incorporan al repertorio, la controversia se alimenta, el debate crece y la idea de verles en acción en la sala Joy Eslava para medir las consecuencias de la maniobra se antoja apetecible. Pues bien, el concierto tuvo luces, pero también sombras. Más de las esperadas. Muchas más de las que arrojan en estudio.

Antes, The Fauns y Hexvessel cuajaron dos actuaciones teloneras bastante dignas. Los primeros ofrecieron un shoegaze muy académico, escasamente genuino, pero con cierto encanto. A continuación, la banda finlandesa elevó la temperatura con un concierto algo más contundente e inspirado, donde el folk, el blues y el metal camparon a sus anchas y evocaciones a Wovenhand, Black Sabbath o Danzig fueron tan inevitables como gratas. Tras su retirada, llego el momento estelar de la velada. La sugerente intro de Wings se adueñó de la sala y, poco después, Opale, primer single de Shelter, alimentó las esperanzas. Igual de limpia y mágica que en estudio, si cabe más vigorosa. Tras la correcta ejecución de Summer’s Glory, primer guiño a su obra maestra, L’éveil Des Muses continuó emitiendo signos positivos y, nos enteraríamos después, engañosos. La primera gran desilusión llegó tras un estallido de alborozo, el de los primeros acordes de Là Où Naissent Les Couleurs Nouvelles, una de las canciones más imaginativas y aplastantes de la década, que en directo, admitámoslo, y olvídemoslo cuanto antes, fue un doloroso revés, un desesperante quiero y no puedo. Sin empaque, sin vuelo, sin apenas matices, desangelada, caótica.

A partir de aquí, la actuación pareció acusar el titubeo y levantó cabeza sólo a rachas, y nunca del todo. Voix Sereines, precioso y emotivo nuevo tema, y Souvenirs D’un Autre Monde, único rescate del debut, fueron sendos aciertos. Su capacidad de sugerencia estuvo bien plasmada. En cambio, Shelter, la canción, fue otra decepción. A años luz de la sutileza de la versión grabada. Como Autre Temps, pistoletazo de salida a Les Voyages De L’ Âme, canción cuyo aura y elegancia te envuelve y eleva. No fue el caso de su desganada interpretación en la Joy Eslava. Seamos justos y constatemos que el sonido de la sala, habitualmente impecable, no ayudó. Pero aferrarse a eso para explicar el percance sería insuficiente. El carisma escénico de Neige es escaso, pero él tampoco puso mucho de su parte, especialmente en los lances más agresivos y guitarreros. Fue en ese registro, en el metálico, donde más se vieron las costuras a la actuación. Dato curioso e inquietante, ya que parecía el más representado por la afición (jovencísima) con sus atuendos. Percées De Lumière, uno de los mejores temas de estas características, ya hacia el final, no estuvo mal, maquilló algo el concierto, fue la interpretación rotunda más lograda.

Délivrance, que cierra Shelter, también clausuró la actuación. Post-rock de manual, canción fácil de etiquetar. Incluso su influencia más palpable, en este caso Mono. Composición bien tocada, muy decente, pero fácil de encasillar. Esto es, la antítesis de todo aquello que les distingue y engrandece. Un corte final que parece encerrar una metáfora y lección que muchos no queríamos oír: Alcest son un poco más convencionales y falibles de lo que algunos pensábamos. Ese regustillo dejó la experiencia de verles, al menos. Por suerte, nos quedarán sus discos, nuestras posibilidades de ensoñación y fantasía, la alternativa de refugiarse en mundos paralelos, al más puro estilo Neige. También la esperanza de que esta banda se desquitará en breve con un concierto a la altura de su grandeza. Cosa perfectamente posible, y que ojalá podamos contar muy pronto. Nadie nos quitará la ilusión ni las ganas de soñar. Neige, afortunadamente, nos ayuda a ello. Neige es uno de los nuestros.

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