Redactor: Ferran Cano.
Foto: Jordi Teixidó.
Guitar Fest BCN.
Sala Barts.
18 de febrero de 2015, Barcelona.
No hace mucho que el cantante irlandés estuvo en la capital catalana dando un concierto. Concretamente fue en la Sala Apolo, justo delante del local donde ayer dio el concierto, en la Sala Barts. Esta vez de la mano del Guitar BCN, una platea llena pudo disfrutar de nuevo de las canciones de James Vincent McMorrow, una de las sorpresas del 2014.
El artista, el año pasado se sacó de la manga Post Tropical, su segundo disco de estudio, que consiguió colarse en la lista de mejores álbumes del año en numerosos medios musicales. Tanto fue comparado con Bon Iver por su intimismo y voz, como con Fleet Foxes o James Blake por mezclar su sonido acústico y profundo con elementos de la electrónica. Sin duda, el concierto se presentaba prometedor o, si más no, interesante, pues siempre hay la duda de saber si estos artistas con una voz tan peculiar la pueden sacar de la misma forma en los directos (además de él haber declarado su amor por la ciudad catalana, eso siempre ayuda a ganarse el cariño del público).
Cuando salió el artista al escenario ya se pudo ver como habían cambiado cosas de sus conciertos pasados. Solamente estaba él, sin ninguna banda. Fue todo el concierto en solitario (excepto una canción en la que se unió el telonero para hacer los coros): solamente su voz y él cambiando entre la guitarra acústica, la guitarra eléctrica y los teclados. Eso ya cambió mis expectativas: todos los elementos electrónicos que supusieron una evolución en su nuevo disco, por supuesto, no estarían presentes.
Eso, posiblemente, fue lo que provocó uno de los puntos flojos del concierto. Los 90 minutos que duró el recital fue muy parecido e igual. Es decir, en algún momento tenías la sensación que se estaba haciendo un poco largo, debido a que algunas veces, sus temas en acústico pueden llegar a ser bastante iguales. Siempre se agradece que en un concierto el artista toque algunos temas en acústico, pero no todos; y más en esta ocasión. Posiblemente, si hubiera vuelto con la banda, el disfrute hubiera sido mayor, debido a la variedad y riqueza que le han dado los toques electrónicos y de sintetizador que ganó James Vincent McMorrow en su Post Tropical. Eso creo que hubiera sido lo ideal, y que, después, hubiera cantado él solo en acústico alguno de los temas más emotivos y queridos por su fan.
Por lo demás, el concierto fue satisfactorio. Los agudos y el tono tan cálido que tiene la voz del cantante irlandés en el estudio también lo tiene en directo. Además, supo aprovechar el acústico para potenciar más su instrumento más preciado, la voz, y algunos coros alargarlos, potenciarlos y agudizarlos más; momentos en los que el público se quedaba asombrado y no podía evitar dejar ir algún grito seguido de aplausos efusivos. Esta es su zona de confort, los agudos. Por otra parte, se notaba que, cuando intentaba hacer los gritos en su registro más grave, aquí le costaba un poco más, sin poder evitar que en alguna contada situación se le rompiera la voz. Pero se le perdona, sus agudos curaron todas las penas de los asistentes que ayer estaban en la Sala Barts.
Evidentemente, el acústico también tuvo buenas cosas, como el incremento del factor emocional o la cercanía artista-público. No faltó ninguno de sus éxitos, aunque los asistentes estaban esperando principalmente dos canciones en concretas: Higher Love, su tema más popular hasta el momento, y Glacier, la canción que tanto ha sonado estos últimos meses en el anuncio de la Lotería Nacional de Navidad. Las dos fueron acompañadas con gritos ya en las primeras notas y sus estrofas canturreadas. Me gustaría destacar la primera de ellas dos, al igual que Down The Burning Ropes, Gold, Breaking Hearts y And If My Heart Should Stop Somehow como los mejores temas de la noche. En estos fue dónde brilló más el talento de James Vincent McMorrow. La última de ellas, cantada en el bis, decidió hacerla sin micros ni altavoces, en el más puro acústico, sin filtros. Uno de los momentos más emotivos de la noche.
El segundo disco de James Vincent McMorrow es sobresaliente. Sus directos posiblemente también, pero para la próxima vez me gustaría verlo de vuelta con toda su banda y que solamente tocara en acústico algún tema en concreto. Lo que está claro es que lo mejor para escuchar un concierto suyo es yendo con pareja, ganas de emocionarse y más de una servilleta por si cae alguna lágrima. La piel de gallina está asegurada en los momentos que el cantante se deja llevar por sus agudos electrizantes. Un hombre con un gran talento que tiene que ir agudizándolo poco a poco.