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Instrucciones para morir de amor con La Bien Querida

Para pasar un bonito domingo de mayo (más veraniego que primaveral) en la capital, basta con dejar que Low Festival On Tour acerque a La Bien Querida hasta la Sala Copérnico, allá por Moncloa. Dejarse llevar es importante, pero también hay ciertas instrucciones a seguir para que la experiencia sea insuperable.

En primer lugar, deje que unas buenas teloneras danesas le introduzcan en el ambiente y le haga entrar en calor, porque Nelson Can son un trío de armas tomar. Con una batería, un bajo eléctrico y tres micrófonos, pondrán patas arriba la pequeña sala madrileña. Presentando su primer álbum, temas como Miami, en los que la hipnótica y dulce voz de Selina Gin se transformará en un canto de sirena que le atraerá a sus arcas, terminarán conquistándole. Suenan como una versión light de Sleater-Kinney, con menos agresividad y más lo-fi, aunque lo cierto es que cuesta buscar grupos de similar sonido al suyo. No solo de Royal Blood viven las bandas que destierran las guitarras de sus equipos.

En otros temas como A New Condition For Life, queda terminantemente prohibido no bailar al son de la batería, o canturrear los «do, do, do, do» del estribillo, para acabar arrastrado por su irresistible melodía. Attack, Go Low Now Is Your Time To Deliver completarán, entre otras, el setlist de este sorprendente grupo. Descubrimiento es la palabra clave.

Ellas querrán dejar claro quiénes son, y se comprobará que así será. Desde el momento que brinden con el público a su salud hasta que abandonen el escenario entre vítores y aplausos, las de Copenhage se habrán ganado su oído e incluso puede que le hayan dejado una leve (o no tan leve) sensación de querer repetir el show previo.

Pero bueno, avancemos hacia el siguiente paso, y es que la protagonista de nuestra noche, a dos meses de la presentación de Premeditación, nocturnidad y alevosía, su nuevo trabajo en forma de tríptico, en el Teatro Lara; ya se encontrará a punto de salir al escenario en esos momentos.

 

A continuación, Ana Fernández-Villaverde y su banda, o lo que es lo mismo, La Bien Querida, entrarán a escena, abriendo con Hoy su repertorio. El tema, extraído de Fiesta (2011), toma un cariz muy distinto, alejado de las guitarras acústicas, los violines y ese toque folk que tanto caracterizaron los inicios de la bilbaína. Pero que esto no le despiste; los Poderes Extraños presentes en el último trabajo de la banda terminarán apareciendo, entre sintetizador y sintetizador. Este tema, que abre el disco, parece rescatado de los ochenta y resucitado en una letra que pone de manifiesto ese sentimiento que todos hemos experimentado cuando alguien nos hechiza con algún truco que otro.

El tercer paso es muy sencillo, consiste en liberar su mente de prejuicios, y dejar que este nuevo sonido electrónico que nos viene presentando Ana desde Ceremonia (2012), engulla las guitarras acústicas y los ecos flamencos de sus dos primeros álbumes, para conformar un nuevo sonido fusión de lo más estimulante: ¿folktrónica? No se podrá decir en ningún momento, «echo de menos las palmas en De momento abril», porque, automáticamente, todo el público, como si le hubiera escuchado, se arrancará por una buena palmeada flamenca – olé.

Si ya ha visto superados sus prejuicios, el cuarto paso lo hará sin darse cuenta. El bailoteo de Ceremonia, entre tanto aparato de música electrónica presente sobre el escenario, poseerá sus pies. Arenas movedizas Los picos de Europa son dos buenos ejemplos de la puesta en escena de este bailable disco que, sin embargo, no alcanza el nivel de sus demás publicaciones. Prepárese, porque  bailoteo bueno habrá: el que se marcará Ana con Disimulando, con esos aires a la Movida Madrileña, a Alaska, la de Dinarama, pero al son de su propia música contemporánea, como reza uno de sus temas.

Prosigamos. Es el turno de las canciones tristes, esas que tanto nos cuesta digerir; depende de nuestro estado de ánimo y de otros tantos factores. Los repetidos «no te quiero» de Alta Tensión, puede que le hagan soltar alguna que otra lagrimilla, paliadas por los sintetizadores, en parte, pero conservando todo su dolor y desamor en sí.

Paso siguiente: Morir de amor, el hecho, la canción, el concepto. Por fin hemos llegado a este punto, el verdadero objetivo de estas instrucciones. El tema más naíf del disco, que lo cierra también, es una joya con melodía simplista que acompaña a una declaración de amor sin artificios de por medio («me muero de amor, cada que me miras muero de amor, y hasta cuando me esquivas yo muero de amor, y de tanto sentir ya ni siento el corazón«). Y no nos olvidemos del hit, ese Ojalá Estuvieras Muerto que estremece, que emociona y que resuena por las cuatro esquinas que componen la sala. Un choque de emociones digno de admirar. Si le deja indiferente dicho contraste, revise las instrucciones y comience de nuevo.

Por último, el colofón final a esta velada encantadora que nos ofrecieron Ana y los maravillosos músicos que la acompañaron vendrá de parte de Sentido Común y A Veces Ni Eso. Un buen cierre al pequeño repaso de su repertorio con estos dos temas, tan bien queridos por el público como su propia autora.

Enhorabuena, ha seguido las instrucciones de forma correcta y, llegados a este punto, solo queda repetir la experiencia en alguna de las fechas festivaleras del grupo. ¡Allí nos vemos!

Fotos: Marta García

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