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Herman Düne en la Sala La3 de Valencia

HERMAN DUNE

El hecho de que Herman Düne comiencen el concierto con Tell Me Something I Don’t Know (el temazo por excelencia y la canción que arrastró a muchos hasta este grupo de tres franceses), a muchos fans les puede parecer una ofensa, como si ya se hubiese desvelado la sorpresa justo antes de empezar la fiesta. Pero no es eso, el empezar sus conciertos con Tell me Something I Don’t Know es una muestra de grandeza. Yaya Herman Dune (o lo que es lo mismo: David Ivar) nos dice: «Os aviso: mi primera canción será el hit, luego (si sólo me queréis por eso) ya os podéis ir«. Así, sin engañar a nadie ni hacerse de rogar. Nos dice, sinceramente, que no va a vivir toda su vida explotando una canción, que él es mucho más que un anuncio de Estrella Damm.

Esto fue lo que pasó en el festival Monkey Week, en el Puerto de Santa María. El pasado 3 de noviembre salió al escenario y no empezó con Tell Me Something I Don’t Know, ni con I Wish That I Could See You Soon. Me dejaron desconcertada, todas las ideas que me había formado en mi cabeza sobre ellos se cayeron de repente al suelo y se rompieron en mil pedazos.

Les vimos en Valencia, en la sala La3, conocida en la ciudad como la discoteca de los más modernos. En la gala del FIVECC en Alicante, el sábado anterior, todo fue muy distinto, Herman Düne estaban en su salsa: la calidad del sonido era envidiable, el espacio era el  idóneo… hasta la iluminación y el telón de terciopelo rojo favorecían a crear el ambiente de cuidado intimismo que es necesario para disfrutar y entender bien sus canciones. Batería, voz, bajo y público formaban un todo. En Valencia se les notaba cansados. Sí, es cierto que saben defender muy bien sus canciones, pero nada que ver con el brillante concierto que dieron en Alicante.

Entramos a la sala y vimos el escenario: la tela azul marino estampada con estrellitas amarillas y su escudo (fruto de los dibujos de David Ivar) sigue presidiendo sus espaldas, aunque el muñeco azul al que llama ‘baby blue’ tampoco estaba. “Veníamos en avión y no nos dejaban facturarlo”, nos explicó David este verano en el FIB.

 

Después de unas palabras en castellano, David Ivar empezó a cantar. Repasaron los temas de su último disco, Strange Moosic con, por ejemplo, la canción que da nombre al disco, Tell Me Something I Don’t Know, Be A Doll And Take My Heart, Where Is The Man, In The Long Long Run, The Rock y My Joy, pero también se acordaron del pasado disco, Next Year In Zion, con canciones como My Home Is Nowhere Without You, o la genial When We Were Still Friends. Dejaron I Wish That I Could See You Soon para los bises finales, y esto me descolocó completamente.

Lo único que me queda claro en estos momentos es que la música de Herman Düne hay que escucharla con sinceridad, hay que dejarla llegar hasta ti. Entonces, ir a uno de sus conciertos se convierte en una experiencia increíble. Porque aunque no se pongan a lanzar tartas al público a lo Steve Aoki, producen el mismo efecto al llegar a ese momento justo en el que parece que no exista nada más en el mundo que su música y tú. Y al final eso es lo que importa, dejando de lado cuestiones secundarias como que si esta canción ha salido en un anuncio de cerveza o si en el videoclip de aquella sale el tipo de Mad Men. Puede que tengamos que ser capaces de llegar a juzgar una canción por lo que es, no por lo que se crea a su alrededor. Herman Düne se marcharon al camerino y me dejaron, en primera fila, reflexionando sobre todo esto.

Por cierto, Néman, el batería, reservó una sorpresa para el final: una sierra. Pero para saber exactamente de qué se trata, id a los conciertos de Herman Düne.

Tuvimos el placer de contar con Soledad Vélez como telonera, que, con Jesus Polar de guitarrista, fue un agradable y repentino descubrimiento.

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