Somos la consecuencia de una máscara que hemos vestido durante años, en nuestro caso una que construimos hace 20. Ya no estamos en aquellos 90 que hemos enterrado en nuestro fuero interno pero aún siguen latentes. Seguimos necesitando esa descarga de energía sin sentido que suponían nuestras melodías perdidas. Aún nos morimos por sentir de nuevo la energía radical del pogo recorriendo nuestro espinazo. Esta noche nos hemos puesto la careta de los 90 y hemos decidido retroceder en el tiempo aprovechando la visita de Guano Apes a la Joy de Madrid. Veamos si el óxido ha cubierto su brillante resplandor noventero.
La burbuja del tiempo envuelve el local y a los asistentes desde el comienzo. Muchos recuerdan la VIVA y las antiguas parabólicas. Recuerdos e imágenes de una época en la que reinaron nuestros invitados. Como en los viejos tiempos, todo sucede de manera vertiginosa. La puesta en escena es eléctrica mientras que el físico y las ganas de Sandra Nasic demuestran que esta noche sí estamos en 1999.
El repaso a la carrera de esta banda alemana impregna de aire nostálgico la sala, que se mantiene estupefacta incluso cuando las canciones de Offline, su último disco, aparecen para devolvernos transitoriamente al presente. Quizás un poco offline se hayan sentido ellos también antes de entrar en la Joy y revivir la energía del pasado. No parece que su carrera tenga actualmente los mismos bríos que en sus inicios aunque en el directo poco importa tal circunstancia.
Se echa en falta en este momento al garito de nuestra juventud donde vimos lo dura y lo bella que es la vida. Los sonidos de Guano Apes con sus raíces grungeras y garajeras intactas nos devuelven a aquellos lugares y sus experiencias. Los primeros besos, aquellos canutos tan insaciables o los litros de alcohol de la época se nos suben a la cabeza con los rugidos de una banda que sigue desprendiendo mucha fuerza sobre el escenario. Suenan bien, a lo que deberían sonar. A Punk-Rock muy elaborado con sello de garantía alemán y mala leche universal.
Les acompaña un sensacional vj que decora su mesa con un escudo del St. Pauli, equipo de fútbol canalla donde los haya. Los juegos de luces y las visualizaciones impactan en el estado general del público que se queda petrificado mientras una batería poderosa, una guitarra con ganas de marcha y una voz ruda aceleran la intensidad de la noche madrileña. Los pogos se vienen poco a poco arriba aunque el salvajismo de los asistentes se quedó en los 90. Por su parte, los Guano Apes se esmeran en contentar a una audiencia obediente que se hipnotiza con los juegos sensuales y divertidos de una Sandra que demuestra un gran castellano y mayor desparpajo.
Su continuo contacto con el público une dos décadas y dos mundos en una sala convertida en olla a presión con ganas de explotar. La rubia vocalista baja a la platea con asiduidad para actuar rodeada de sus contemporáneos y la cercanía genera entendimiento entre la gente y ganas de botar. Suena Open Your Eyes y el grupo tiene el acierto de ser generoso y compartirla con el público. Un himno generacional que exalta la amistad y las miradas cómplices de grupos de amigos y parejas. La entonación coral siempre es más emotiva que a una sola voz, aunque tenga la contundencia de la señora Nasic.
El repaso a su nuevo disco hiela un poco el ambiente ante una audiencia que no quiere salir de su década añorada. Es un vaivén continuo este concierto. De repente, You can’t stop me también se fusiona con el público, que ya es una masa encendida clamando más Guano Apes. Al cabo de hora del directo, la banda alemana hace un pequeño parón. La gente reanuda con entusiasmo este nuevo tramo de directo que se ve interrumpido por otro corte que parece sacado de un guión preestablecido, aunque sospechamos que fuese improvisado. La banda se esfuma de nuevo, excepto el batería Dennis Poschwatta que fuma alegremente un cigarro sobre el escenario, charla con nosotros y reflexiona sobre algo inevitable como es el paso del tiempo
El bueno de Dennis recuerda momentos de gloria, conciertos únicos y una noche en Madrid. Su anterior directo en la capital hace 15 años no le dejó indiferente. Recuerda bien el año de su celebración. Confiesa que ahora todos tienen más barriga o menos pelo pero que el espíritu del rock sigue vivo en ellos. La banda aún sin la compañía de su vocalista se explaya e improvisa unos cuantos temas sobre la marcha para hacer una llamada musical muy original a una Sandra perdida en el camerino. Ella obedece, reaparece y la Joy explota de nuevo ante un broche de oro tan sorprendente como fascinante. Con el último acorde del concierto, cogemos el tren a 2014. El brillo de los 90 se fue en el trayecto pero siempre nos quedarán tipos como Guano Apes para recordar lo que un día fuimos y experimentamos en aquellos cándidos años de juventud.