Lugar: Madrid, Sala La Riviera
Fecha: 30 de Enero de 2011
Uno espera que grupos como Godspeed You! Black Emperor, en los que la producción y el cuidado casi artesanal por el sonido son sello inconfundible, tengan la decencia de escoger sus escenarios antes de poner los pies sobre ellos. Sin embargo, nadie sabe por qué, los canadienses decidieron hacer oídos sordos y plantarse en La Riviera en su visita a Madrid.
La penitencia -ya empieza a ser costumbre en la sala- la terminó pagando el público, que tuvo que esperar más de la mitad del concierto para comenzar a intuir que es lo que ocurría encima del escenario. Mientras tanto, los miembros de la banda seguían a lo suyo, sin darse mucha cuenta de lo que ocurría ahí abajo. Corren los canadienses el riesgo de convertirse en uno de esos grupos que tocan de memoria, casi por inercia. Sabedores de que más de una década en la carretera les permite estar lo suficientemente engrasados noche tras noche, en ocasiones son los propios músicos los que terminan desapareciendo del escenario, como si estuvieran a otra cosa.
Algo así pasó en la primera parte del concierto, en el que Efrim Menuck y su tropa se dedicaron a desgranar varios de los temas de su álbum más aclamado hasta la fecha, Lift Your Skinny Fists Like Antennas To Heaven (2001). Sin embargo, ni el sonido ni los músicos parecían haber aterrizado todavía sobre Madrid. Y, claro, el público, que llenaba más de la mitad de la sala, andaba esperando a que GYBE hicieran algo más que cumplir el guión establecido.
Pero en estas que el técnico debió de volver de su letargo y la banda, capitaneada por el violín y la sección rítmica, empezó a coger fuerza. Y en un momento dado, cuando menos te lo esperas, están pasando tantas cosas sobre el escenario que no puedes parar de fijar los ojos en esas imágenes que se proyectan al fondo. Los pelos se erizan, el público comienza a calentarse, y la banda, engrasada ya del todo, saca a relucir su mejor versión en temas que crecen poco a poco. Las canciones de su álbum debut sirven de excusa para que GYBE se animen, se tomen su tiempo para que las melodías hablen por sí solas. Así, hasta desgranar tres temas finales que dejan con ese regusto, con esas ganas de ver más.
Pero, claro, cuando la cosa empieza a ponerse interesante el concierto se acaba. Y los canadienses, para no llevar la contraria a su fama de grupo de culto, deciden que eso de los bises es para otros. Ellos son de otra pasta. La distorsión de la guitarra va poco a poco disolviéndose, mientras los miembros del grupo desaparecen uno a uno tras el escenario. Justo cuando los planetas parecían haberse alineado para que empezáramos a disfrutar de ese sonido de otro mundo, de ese post-rock sinfónico que tantas buenas tardes nos ha dado, el concierto llega a su fin. Quizás la próxima vez (aunque tengamos que esperar otros seis años).