InicioConciertos - ArchivoGod Is An Astronaut incendian Madrid.

God Is An Astronaut incendian Madrid.

Foto: Pedro Rubio.

8 de octubre de 2013.
Sala Copérnico (Madrid).

 

Comenzaremos sin rodeos, ni florituras. Al grano y a la yugular. La ocasión requiere este ímpetu. God Is An Astronaut fueron en Madrid un ciclón, un maravilloso vendaval. Su concierto fue espectacular. También aleccionador. Uno de los muchos debates en torno a lo que se ha dado por llamar post rock es la posición que ocupa y la relevancia que aporta esta banda al género. A pocos se les escapa que carecen de la versatilidad de Mogwai, del virtuosismo de Explosions In The Sky o de la épica arrebatada de Mono. Tampoco podrían medir fuerzas con Sigur Ros en términos de personalidad o dramatismo. Ahora bien, asumida y compartida esta teoría, en la práctica, en la ejecución, en la cristalización de canciones, que al fin y al cabo es lo que importa, tal vez sea lo único que importe, God Is An Astronaut no desmerecen ante ninguno. Eso como mínimo. Su exhibición en la Sala Copérnico dio fe y disipó posibles dudas y sospechas. También confirmó que, en realidad, sí poseen un rasgo propio que les distingue: su efectividad. El don que tienen de sacar partido a sus recursos es admirable. Su  tendencia a repetir esquemas y patrones disco tras disco, con no demasiados matices distintivos, y funcionar siempre y no aburrir jamás es muy poco frecuente en la música actual. Cuántos incurren en ese vicio y acaban saturando o provocando bostezos. No citaremos a nadie; está feo señalar. En fin, que tal vez un analista de escalas y solfeos no perciba mucha técnica o innovación en lo que ofrecen los hermanos Kinsella, pero en emoción y pegada tienen pocos rivales hoy en día, tanto en estudio como sobre el escenario.

Tras una competente actuación instrumental de los madrileños Jardin De La Croix y un breve compás de espera, los irlandeses comenzaron su recital con la melancólica atmósfera de Weightless, corte del notable disco que presentan, Origins, muy presente a lo largo de toda la velada. El público comenzó algo frío, excluyendo algún sector enfervorizado en las primeras filas, pero poco a poco se fue contagiando por el entusiasmo arrojado desde las tablas por el grupo. Podemos situar como punto de inflexión, como chispa que encendió la bomba, la sobrenatural interpretación de Echoes, absoluto cénit de la función, quién sabe si del año. La tormenta guitarrera que arrasó la sala tardará en olvidarse. Los tintes electrónicos de esta banda en disco son evidentes, pero en directo quedan reducidos a una anécdota ante el talante orgánico de las interpretaciones, ante su músculo y su actitud netamente rockera. Esto contribuye a explicar que registros y tonalidades más íntimas y etéreas como los de la citada Weightless, Forever Lost o Reverse World sonaran bien, con mucha corrección, pero sin el nivel tan desbordante que el ofrecido en composiciones más rotundas.

Pisando el acelerador en trallazos como Calistoga o la propia Echoes, en exquisiteces rítmicas y obsesivas del calibre de Fireflies And Empty Skies, All Is Violent All Is Bright, Red Moon Lagoon o From Dust To The Beyond y en temas de una progresión incandescente como Suicide By Star o The Last March, God Is An Astronaut demostraron que son una de las mejores bandas del momento. Ni siquiera la aparente disconformidad que mostró uno de los hermanos hacia la ecualización sonora, expresada mediante gestos esporádicos durante el show, deslució la experiencia. La sensación es que el sonido fue contundente y limpio. Tampoco apetece ponerse puntilloso con el hecho de que se despidieran con una canción tan poco memorable como Route 666, en lugar de descerrajar el último disparo con alguna bala añorada, como Zodiac o Age Of The Fifth Sun. Cuestiones menores, nimias. God Is An Astronaut confirmaron que, por encima de análisis, escalas e innovaciones, los ingredientes que, salvo honrosas excepciones, acaban marcado la diferencia en una banda con talento siguen siendo dos: las guitarras y la pasión.

spot_img