Era la sensación al abandonar el recinto a eso de las 5 de la mañana: el FIB había resurgido de sus cenizas como un ave fénix, con un lleno de público como ningún otro día, y con una calidad musical soberbia.
Comenzábamos la jornada tirando un poco de orgullo patrio y fuimos a ver a nuestra querida Zahara. Le dieron menos de una hora a la de Úbeda, pero poco le hizo falta para hacernos mover con su pop bailable. Es un gustazo oírla cantar y verla moverse por el escenario. En el tiempo que tuvo, pudimos disfrutar de canciones Caída Libre, Tú Me Llevas, Merezco, Funeral, Deshielo, Crash, incluso hubo tiempo para una versión de Te Debo Un Baile de Nueva Vulcano.
Además, horas antes había subido un vídeo a sus redes sociales con un coreografía particular para Yola Mola Mil, y varios asistentes sí que pudieron seguirla durante el corte. Se nos hizo demasiado corto.
Pero en fin, era sábado, era Muse. Viendo cómo estaba el recinto los días anteriores en los conciertos grandes y viendo que por la mañana a eso de las 12 ya había gente haciendo cola en las afueras, decidimos ir directos al escenario Las Palmas para tener un buen sitio y lo más cómodo posible para el plato fuerte de la noche. Y no sólo conseguimos buen sitio, sino que encima llegamos para ver el final de unos lobos viejos en esto del rock como son The Coral. Eso era rock’n’roll amigos. Unos riffts de guitarra descomunales, una buena línea de bajo, y la voz de James Skelly dirigiendo los coros de sus camaradas. Cerraron con Fear Machine y la gente coreándola.
Estábamos tan bien situados y tan poco agobiados que decidimos perdernos a Echo & The Bunnymen. No es que no nos arrepintamos, pero no queríamos que nos pasara lo que en The Chemical Brothers, que estuvimos agobiados detrás de la torre de luces (allá por Mordor).
Con 5 minutos de retraso, comenzó el riff de Psycho y se desató la locura. Imagino que hubo terremoto en Benicàssim, porque saltaban hasta las vallas, literal. Los de Devon salieron a arrollar, continuando con Plug In Baby, Interlude e Hysteria. Tenían una hora y cuarenta minutos y no estaban para bromas. El gigantesco escenario Las Palmas se le queda pequeño a Matt Bellamy. En Supermassive Black Hole volvieron los coros del público y con Uprising ya nos dejamos la voz cantando el estribillo. Luego llegó el momento confeti con Mercy, y por culpa de ese confeti, que se quedó enganchado la mayoría en las luces, tuvieron que recortar 15 minitos de concierto, aunque terminaron con ese Knights Of Cydonia con esa intro de armónica tan característica. La hora y cuarenta minutos más bestiales del festival.
Salimos a sentarnos y decidimos ver a Bloc Party alejados del tumulto debido al cansancio (y a que gran parte del público que estaba en Muse fue directo para allá). Aunque los últimos trabajos de Bloc Party no es que sean del todo de nuestro gusto, Kele Okereke y compañía siguen teniendo fuelle en directo. Al ser un grupo con mucha pegada en el Reino Unido, la multitud se abría demasiado hacia los costados, impidiendo el paso de la gente, pero está claro que el escenario Visa se les quedaba pequeño. Terminaron con Helicopter y Ratchet y todos contentos.
Finalmente, era la hora de ver a unos de mis dj’s favoritos: los hermanos Lawrence, Disclosure para los amigos. La puesta en escena fue brutal, el sonido impecable, y las modificaciones que hacen en directo de sus propios éxitos muy cuidadas y medidas. Temas como Bang That, Omen, Holding On (con la silueta de Gregory Porter en la pantalla) o Latch se sucedieron en la más de hora y media que nos tuvieron bailando.