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El pacto de sangre entre Medalla y Camellos vuelve a triunfar en Barcelona

En un particular cruce de caminos que se tornó en fiesta entre familia y amigos, Medalla y Camellos llegaban el pasado viernes a la Sala VOL de Barcelona en momentos distintos de sus respectivas andaduras. Los primeros cerrando gira de presentación de su primera referencia en largo, Emblema y Poder (El Segell del Primavera, 2017), y los segundos recién empezando a presentar su más reciente EP Arroz con Cosas (Limbo Starr, 2018).

Cuando uno escucha estos dos nombres juntos sabe que lo que se acerca es muy especial. Su unión ya se ha fraguado varias veces pero no por ello cada vez que ocurre desmerece lo más mínimo. Ese hermanamiento que desprenden ambas formaciones se hace sentir desde el primer momento en el que pisas la sala, con caras de otras bandas amigas y conocidas entre el público. Esto es lo que estaba ocurriendo en la Sala VOL cuando se aproximaba un sold out que prometía una respuesta entregada a la vez que íntima.

El respeto entre ambas bandas es mutuo y eso se deja ver en que cuando se habla de Medalla y de Camellos no hay nombres de primera ni de segunda fila. Quizá por ello a pesar de anunciar los horarios por redes sociales no quisieron desvelar quién se subiría primero al escenario. Y les tocaría el turno a Medalla, con una presencia apabullante que se hizo sentir desde el primer segundo.

El modus operandi de Eric Sueiro y los suyos destila fuerza y pasión por los cuatro costados, es una máquina rítmica que arrasa sin tapujos. En el setlist de los barceloneses aparecerían nuevos temas, aunque el grueso del concierto recorrería canciones como Montaña Cruces, Máquina de Plata o Navaja Certera. Las guitarras pesadas bajo las sutiles melodías de canciones como Deporte en Vano se arrastraron por los negros muros de la Sala VOL en un ambiente opresor pero no exento de una diversión enérgica y vibrante.

La experiencia es un grado sin duda, pero la complicidad y el amor por lo que hacen que destilan Medalla es otro igual, o más importante. Solos y acompañados de unos Camellos que no dudaron en arroparles en el escenario. La vitalidad y energía de Medalla en directo, con una elegancia heredada del rock duro más clásico y unas letras a cuchillo, eran muy necesarias en la escena nacional y lo demuestran en cada concierto.

Tras un primer contacto con ese intercambio de componentes continuo, Camellos tomaban el relevo a mitad de la noche. Muelle rompía las ansias de las primeras filas convirtiendo la energía en pogos que se alargaron durante toda la hora de concierto. Un directo en el que las desvergonzadas letras de la banda se convirtieron en una auténtica narrativa de la actualidad tornada en fiesta. La banda comenzó presentando su nuevo Arroz con Cosas, aunque se permitieron un stand by para ofrecer a los fieles canciones como Siempre Saludaba o Sorpresas, de Embajadores (Limbo Starr, 2017), el disco que les hizo colarse en el panorama nacional.

No había tiempo para muchas palabras, pero el humor de los madrileños conquistó la industrial noche barcelonesa interactuando agradecidos por volver a la ciudad. El cariño entre bandas se tornó en cariño entre las mismas y el público, en un ambiente cálido y de auténtico compañerismo. Avances, Pantoja-Ha o Becaria se esfumaron frenéticamente entre los coros hasta el colofón final de Café para Muy Cafeteros. Las caras exhaustas de los asistentes reflejaban la fiesta a la que nos habían invitado y de la que ya no podíamos (ni queríamos) salir.

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