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El Nacho Vegas más íntimo vuelve a salir reforzado de la Joy Eslava

La incierta situación de Nacho Vegas en los últimos tiempos parece definirse. Su último LP hasta este regreso, fechado en 2011 y titulado La Zona Sucia, fue por aquel entonces el más conciso, el más directo de su carrera. También el de menor calado dramático, el menos desgarrador. El desengaño amoroso planeaba sobre la obra de principio a fin, salvo contadas excepciones, pero la sencillez y el desenfado que desprendían algunas canciones presagiaba una especie de fin de ciclo, de agotamiento de fórmula, o al menos un punto de inflexión en una carrera marcada por la (bendita) incontinencia compositiva y la valiente e impúdica introspección sentimental. El EP posterior, Cómo Hacer Crac, dio una pista del rumbo temático que podía tomar el asturiano. Si bien es cierto que formalmente este conjunto de canciones, en líneas generales, era algo más narrativo y menos accesible que La Zona Sucia, nuestro protagonista comenzó a poner en primer plano el ingrediente sociopolítico, algo que hasta entonces había hecho de una manera muy accesoria y esporádica. Así, tras dos años sin publicar nada, lo que en parte confirmaba ese paréntesis que podía preverse tras sus dos referidos álbumes, el ex Manta Ray regresó a la palestra con Resituación, un disco deudor de Cómo Hacer Crac en cuanto a letras, y continuista con La Zona Sucia en lo relativo a la ligereza y la progresiva distensión que parecen tener sus lanzamientos. Quedaba resolver la incógnita sobre los escenarios. Y visto lo visto en la tercera velada de las celebradas en la madrileña Joy Eslava, Nacho Vegas mantiene su incorruptible integridad, esencia y personalidad. Su capacidad de encandilar, su capacidad de aturdir. Para bien y para mal.

Lo mejor de todo, el principal motivo de celebración, es el empaque escénico que este hombre, impecablemente respaldado por La Trama Asturiana, su banda, ha alcanzado con los años. Lejos quedan ya sus irregulares conciertos primerizos, Nacho Vegas actualmente es una de las personalidades musicales más fiables con un micrófono ante una audiencia. No tardó mucho en apreciarse. Ya desde el arranque, con Libertariana Song, quedó claro que, más allá del grado de inspiración de cada tema, Vegas y los suyos los defenderían bien. Temas poco memorables, que diría él, como éste o Polvorado sonaron dignos. Canciones sugerentes de su última obra como Rapaza De San Antolín o Runrún, llevada en volandas por las voces del Coro Maravillas, fueron momentos certeros y hermosos. También funcionaron, en mayor o menor medida, Ciudad Vampira, Actores Poco Memorables o La Vida Manca, tristes y cínicas. Adolfo Suicide, con su delicioso aire glammy y su vocación rockera, fue una de las interpretaciones más enérgicas y contagiosas de la noche. Su elogiable reivindicación del himno minero Santa Bárbara Bendita, a medias con el telonero Pablo Und Destruktion, y dedicado a la reciente tragedia en una mina turca, conmovió. 

Pero el protagonista inesperado de la función fue, curiosamente, su denostado disco anterior, La Zona Sucia. Especialmente con dos temas en particular, sus indiscutibles puntos álgidos, dos clásicos en toda regla de su discografía, algo que por el momento cuesta encontrar o intuir en Resituación: Taberneros y La Gran Broma Final. El Nacho Vegas que te mantiene en vilo, encogido, absorto ante su confesional despliegue de emociones heridas. El nervio con que las ejecutó, como si ajustara alguna vieja cuenta, fue muy gratificante y, de paso, recordó a todos cuál es el registro que mejor ataca, el que más le ha engrandecido, el que le ha alzado a la primerísima división de solistas de este siglo. 

Podía haberlo refrendado acudiendo a alguna que otra de sus genialidades más intensas, o bien rescatando alguna pequeña joya imprevista de las innumerables que atestan sus discos o EP’s anteriores a 2011, pero sus guiños a su primera etapa fueron manidos y bastante escuchados y vistos en casi todas sus giras: Nuevos Planes Idénticas Estrategias, Gang Bang y El Hombre Que Conoció A Michi Panero. Los tres son temas acertados, sobra añadir, fueron extraordinariamente ejecutados y completaron un repertorio más que correcto, pero también mejorable. Que el artista gijonés pueda completar un concierto más que competente omitiendo todos y cada uno de sus recomendabilísimos EP’s salvo el último, Cómo Hacer Crac, y tres obras tan cruciales y brillantes como Actos Inexplicables, El Tiempo De Las Cerezas o Manifiesto Desastre hablan de su inmenso talento, pero también deja un cierto regustillo agridulce. Una vez más, y ya van unas cuantas, asoma su escaso gusto por sorprender preparando set-lists, la cantidad de clásicos que quedan en el limbo, las toneladas de pólvora desperdiciadas. Pero así es Nacho Vegas: coherente. Y así, sospechamos, es el fanatismo: puntilloso, soñador y eternamente insatisfecho. Y así, suponemos, seguiremos todos hasta la eternidad. Para bien y para mal.

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